Opinión Kerman Romeo

La primera ilusión

Nunca deberíamos perder la magia de las primeras presentaciones.

Aún no tenías ni idea de qué iba esto, pero salías a comerte el mundo, a romperla. Recuerdo la sensación de adrenalina antes de salir a presentar, la preparación de los días anteriores, el estómago revuelto segundos antes de empezar. Hay pocas sensaciones comparables a las presentaciones importantes que hacías en la universidad o, en mi caso, en el máster. Compañerismo, dedicación, cultura de sorprender en la forma, nervios, muchos nervios. ¿Por qué avanzan los años tan rápido y perdemos esa voluntad de querer enfrentarnos a los proyectos como si fuesen el partido del año?

La semana pasada tuve la fortuna de ser miembro del jurado de la final del Yoigo LAB, un concurso entre universidades de toda España fabulosamente organizado por Hub of Brands y la citada marca para ayudar a la compañía telefónica a solventar una problemática real. No pretendo centrarme en las estupendas presentaciones que vimos, sino en cierta nostalgia que se me metió por el cuerpo y que no me pude quitar toda la mañana, como cuando hace frío húmedo y no se te va ni con lava. Fue ver la ilusión de jóvenes a puntito de acceder al mundo profesional, ese brillo genuino y limpio, y yo me emocioné un poquito. Realmente, un muchito.

Vi presentaciones con interpretaciones de Goya y me pregunté por qué son tan poco comunes cuando dejamos de ser junior; la maquetación de documentos y vídeos era impoluta y me cuestioné en qué momento abandonamos la estética en pos de “la agilidad”; vi a un grupo de chicas esperando el veredicto dándose las manos y cerrando los ojos, como en una tanda de penaltis de la final de la Champions, y añoré las sesiones en la biblioteca con los compañeros de uni; escudriñé la reacción de los ganadores, esa milésima de segundo en que lo supieron, y sentí envidia por el sabor de las primeras victorias, cuando aún no las esperabas.

Me imagino a cada uno de los miembros de los equipos levantándose con nervios, vistiéndose para la ocasión, bombardeando los chats de WhatsApp con un “Vamos, equipo!!! Hoy es el día, lo vamos a hacer increíble”, repasando por la noche y murmurando compulsivamente el discurso. Me produce ternura, mezclada con nostalgia y, a la vez, con deseo. Deseo de no perder nunca la ilusión de las primeras veces. Eventos como éste me sirven para recordarme que la ilusión no es lo último que se pierde, sino lo último que se debe perder.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.