Forbes Interview

Forbes Interview | Wolfgang Kiessling: «Hace 50 años no podía imaginarme tener la compañía que tengo hoy»

El pasado 17 de diciembre, Loro Parque celebró un gran evento en el que conmemoraba los 50 años desde su apertura de puertas. Ahora, Forbes se sienta con su fundador, el empresario alemán Wolfgang Kiessling, para charlar sobre la historia de la empresa.

Vamos a intentar ordenar cronológicamente esto un poco. Lo primero y obligado es por qué Canarias hace 50 años. ¿Se valoró otro destino teniendo en cuenta que quizá entonces era momento de cambiar su vida?

Yo había pasado una mala racha y estaba como director en una compañía aérea, pero la empresa tampoco iba bien. Temía que me podía ocurrir algo, así que busque una salida. Los aviones de la época ya recorrían la distancia de Frankfurt a Tenerife sin escala en la península. Algo que era muy bueno, pero seguíamos financieramente muy débiles. Solo teníamos autorización para 90 horas de vuelo para las cinco máquinas. Es decir, nada. Y así era difícil de encontrar clientes sólidos.

Fue entonces cuando encontramos un mercado que eran los que estaban invirtiendo en Canarias. Y las islas tenían la ventaja de que Alemania se había comprometido que, si algún alemán invertía aquí, su inversión contaba como pago de impuestos. Así se llenaban los aviones de gente que venía a comprar un bungaló o un apartamento, y empezamos a alquilar nuestros aviones. Así fue como vine con mi mujer a las islas Canarias.

Llegamos al puerto de la Cruz en Tenerife, que era la perla del Atlántico. Era impresionante, con muchísima vida social.  Había un movimiento que no se pueden imaginar.  Era un lugar perfecto para poner en marcha alguna buena idea. Entonces empecé a pensar en qué hacer. Yo siempre quise hacer algo con animales y me pareció el momento de hacer números para un safari park. Pero cuando calculé los costes, supe que no podía funcionar. El precio de traer los animales y el mantenimiento… No podía funcionar, así que hablé con mi padre.

Hazlo con loros, hijo. Sólo comen unos cuantos granos y duran cien años.

Esa era la cosa. Y así fuimos mi mujer y yo a América a ver el lugar, donde habíamos visto loros antes. Trajimos un entrenador y nos reafirmamos en la idea de hacerlo. Buscábamos un gran terreno, pero no lo encontramos. Encontramos un sitio de 13.600 m2 aquí, una miniatura teniendo en cuenta que los 70 fueron los años del nacimiento de parques en general.

Empecé con 150 papagayos y 25 trabajadores y pasamos un tiempo muy duro. No encontrábamos un parque con plantas altas, así que compramos y plantamos… Pero esa época, la más dura de mi vida, que duró cuatro años, ya pasó. De un día para otro hubo más movimiento. Más caja. Podíamos pagar poco a poco las deudas que habíamos contraído. Y así empezamos.

¿Cuánto tiempo pasa desde que su padre le da idea hasta que se da cuenta de que el proyecto puede ser un éxito?

A los dos o tres años de empezar, tuve una conversación con una mujer que, al divorciarse, se quedó con un camión y su marido con otro. Para cuando tuve esta conversación ella tenía más de 100 y su marido aún conservaba uno. Se había hecho una mujer de negocios muy exitosa. Yo estaba a punto de no poder más, y ella me dijo que tenía que aguantar: «Un día se abre el cielo y, sin que usted lo note, es azul y las nubes se han marchado». Y así fue. No puedo decir en qué momento exactamente, pero a los cinco o seis años estaba a salvo.

La idea era fomentar un turismo diferente, entonces. ¿Esa es la idea entonces también para montar el gran acuario Poema del Mar y el parque acuático Siam Park?

Sí, claro. Para apoyar el turismo de estas islas. Cuando pusimos Loro Parque en Tenerife, el turista venía en busca de sol y playa y del Teide, por supuesto. Queríamos ofrecer una alternativa diferente y especial. Y lo hemos hecho con el Loro Parque.

Si tuviéramos que nombrar tres o cinco motivos que han sido las mayores dificultades que se han superado, ¿cuáles serían? En los años setenta España estaba en una dictadura. Se produce la transición y el inicio de la democracia. ¿Influyó eso en el negocio?

Eso no ha influido. El turismo aquí ha continuado hasta en los peores momentos, como cuando se estrelló el avión en Los Rodeos, que fue una grandísima tragedia. El tiempo que vino después fue el que más nos sorprendió porque justo después se iniciaron varias obras (las de Playas Las Américas, de Arona, Los Cristianos…). Se construyeron los hoteles más impresionantes que uno se imagina, y la zona sur de la isla se llevó a los mejores directivos con el reclamo de que el tiempo es mejor porque el norte es más lluvioso. Pero eso no es verdad. El clima en Puerto de la Cruz es el mejor de la isla.

¿Cuáles eran las mayores dificultades que he vivido? Eran tantas. Solamente una que para siempre se queda en el recuerdo: el día de la apertura del parque, después de meses invirtiendo y gastando, mi bolsillo estaba completamente vacío.  Abrimos las puertas el 17 de diciembre de 1972 y las 10.50h empezó una tormenta espectacular. Llovió tres días sin parar. Cayeron toneladas de agua. La isla no había vivido una lluvia así. Fue catastrófico para nosotros. Todo el parque había desaparecido. Todo lo que habíamos plantado se lo llevó el agua. En la noche antes de la inauguración acabamos la instalación de la calefacción. Debió de haber algún problema en esta instalación porque, a las 04.00h de la madrugada, explotó y la casa en la que estaba desapareció.

¿Cómo ha influido el COVID? ¿Cómo se gestionó cuando los visitantes no podían venir?

Eso es más reciente, pero eso ha afectado a todo el mundo.

Durante los 17 meses de la pandemia, mantuvimos a 250 personas trabajando. Aprovechamos ese tiempo de cierre obligatorio para hacer grandes reformas y mejoras. Se hicieron también en el Hotel Botánico y en Siam Park, haciendo que ese tiempo fuera una oportunidad de hacer muchas cosas nuevas. Y, por supuesto, seguimos pagando puntualmente todas las facturas que llegaban, con dinero que había en la compañía. La factura de electricidad no ha bajado considerablemente durante la pandemia porque todas las bombas seguían funcionando. Las orcas y los delfines siguen necesitando su agua. Todo eso necesita energía. Y necesitamos mucha energía.

Esa es la razón por la que nos hemos independizado hace mucho tiempo. Ya teníamos instalada nuestra planta fotovoltaica y nuestro aerogenerador, el mayor que se ha instalado en Canarias. Tiene cuatro megavatios. Además, tenemos la energía fotovoltaica que producimos nosotros mismos, también, con una producción de 16,5 megavatios. Todas mis empresas pueden vivir de la electricidad que producimos. Y podemos, incluso, vender algo. En este terreno de la sostenibilidad seguimos trabajando constantemente, aumentando los recursos. Ahora ya somos totalmente sostenibles. Hemos conseguido el reconocimiento del Gobierno de Canarias por tener ya una huella de carbono negativa. Somos el primer parque zoológico del mundo en lograr esto. Y seguimos haciendo más cosas en este campo. No usamos plásticos de un solo uso en ninguno de nuestros parques, todo es ecológico en la limpieza, reciclamos…  

¿A quién ha tenido a su lado en todo este camino? ¿Hay alguien a quién le deba parte de su éxito?

Sí, nosotros somos una empresa familiar. Y esto gracias a Dios puede seguir su camino.

Yo he tenido siempre a mi mujer a mi lado. Ella nunca ha recibido un sueldo, estaba luchando conmigo. Pero yo en un principio, tampoco recibía un sueldo. Ella me ha ayudado como cocinera, jefa de restaurante o haciendo camas. Ella me ha ayudado sin preguntar, sin oposición.

Ahora ya, yo estoy saliendo, pero mi hijo Christoph está preparado. Él ha sido bien formado y puedes enviarlo a no importa qué frente. Él siempre va a estar bien. Desde hace ya dos años también está mi nieta Cybell en la empresa. Ella es la directora de Administración y hace un gran trabajo. No tengo preocupación por la gestión de esta empresa. Está garantizado el relevo generacional. Esto es muy importante.

Pero también le agradezco a todos los trabajadores que se esfuerzan y se comprometen en sacar adelante todo esto. Son muy importantes para mí y yo siempre estoy dispuesto para ellos: mis puertas siempre están abiertas si me necesitan.

Aproximadamente hay 1.000 empleados en el grupo. ¿Me he quedado sorprendido de que le saludara todo el mundo? ¿Cómo se consigue implementar esa cultura?

Somos los jefes, creo que es normal. Nosotros nos acercamos al personal. Cuando hago mi paseo por el parque, yo saludo a cada uno. Si hay tiempo, pregunto cómo les va y cómo está la familia. También pregunto si están contentos con su trabajo o no. Esto lo hago porque lo aprendí de mi padre. Él dijo que somos una familia. Y a esta familia la invito yo una vez al año a la cena de Navidad. No somos nunca 1.000, porque hay los que deben trabajar y otros que, por una razón u otra, no pueden venir, pero somos unos 600 o 700. Es una fiesta muy animada y muy bonita. Y así creamos una cercanía con la gente, que a lo mejor no es normal.

Este negocio junta la parte empresarial con otras características que otros negocios no tienen. Una de ellas, con mucha importancia, además, es la protección a la diversidad. ¿Cómo se combinan estas cosas?

Eso vino después. Yo cuando monté este negocio era un enamorado de los animales.  Mi perro es el mejor que hay en el mundo. Pero yo no sabía más de animales: eso lo he estudiado y aprendido relativamente rápido.

Uno de sus valores fundamentales es, entonces, la protección de las especies…

Cuando se me ocurrió la idea de ser el zoológico de los papagayos, podías comprar en abundancia los animales sin importar de dónde venían. Por suerte, esto ha cambiado radicalmente: ahora tenemos mucha protección de las especies. En el 86 entramos en el convenio de Washington. Las aves empezaron a tener protocolos de importación. Tenían sus documentos. También se indicaba en los documentos el nivel de escasez de ese tipo de ave. Y nos dimos cuenta de la importancia de ser parte de la protección de estas aves.

Entonces, me propusieron crear una fundación para proteger a los papagayos en libertad y lo pusimos en marcha. Esta fundación la llevamos con mucha honestidad e interés.  La fundación la creamos en el 94 y desde entonces se han gastado 26.000.000 de dólares en diferentes proyectos de protección de especies en todo el mundo. Y 12 especies de loros se han salvado de la extinción. Esto es mucho, muchísimo trabajo para conseguirlo. Y, además, también trabajamos en los entornos naturales y las comunidades humanas de los lugares de donde salvamos los loros.

Uno de los logros más especiales es el del Guacamayo de Lear. Este precioso guacamayo de Brasil ha sido salvado gracias a nuestro esfuerzo con la fundación. Hemos criado más de 40 ejemplares y hemos conseguido, finalmente, devolver seis a su espacio natural. Esto nos ha regalado una gran noticia, cuando a finales del año pasado nació el primer pichón en libertad. Un gran paso para la conservación de la vida silvestre.

Estamos muy orgullosos del trabajo que se hace en Loro Parque Fundación y tenemos aún mucho por hacer, que estamos cada día sacando adelante.

¿Se arrepiente de algo? ¿Haría algo de manera diferente?

No. Verdaderamente no. Creo que he hecho todo con el ánimo siempre de hacer un trabajo que sea algo bueno para todos.

¿Qué le queda por hacer?

Muchísimas cosas. En Loro Parque, en Siam Park… queremos hacer nuevas inversiones, abrir nuevos parques, impulsar nuevos proyectos de protección desde la Fundación… Nos falta aún conseguir sacar adelante el proyecto del Siam Park en Gran Canaria. Hemos tenido muchos problemas de papeleos y esas cosas, pero estamos seguros de que ese proyecto llegará. Y traerá mucho turismo y trabajo a Gran Canaria.

¿Le preocupa el panorama político?

Yo nunca he sido político. Me da igual si hay un capitalista o un comunista, porque yo estoy bien con todo. Yo sigo las leyes del país. Yo he venido a España no para cambiarlo, sino para vivirla como es.

¿Cuál es el animal que más quiere?

Es mi perro, claro. Pero todos los animales me gustan muchísimo. Desde los loros, que me despiertan con sus voces todas las mañanas, hasta los peces del acuario o los mamíferos más pequeños… es difícil elegir porque cada uno tiene su personalidad y es fascinante en sí mismo.

Las orcas son muy especiales en Loro Parque.

El esfuerzo que yo hago por una orca es el mismo que hago por un periquito: los cuidamos a todos con el máximo empeño y cuidado. Pero el esfuerzo de salvar a cualquiera de ellos de una enfermedad o de la muerte es el mismo. Yo quiero a todos los animales, hasta a los peces. Imagínate.  Antes, solía salir, a veces, a pescar. Cuando comencé con el acuario en Loro Parque, he creado amistad con los peces. Y ya no voy a pescar. Hay peces que se acercan a la ventana a saludar. Tú creas amistades y ves que ellos te conocen. O los chimpancés, o los gorilas… Yo sé que cada uno de los gorilas sabe quién soy yo. Eso es muy especial.

Es una historia de éxito. Me gusta ver que siga usted al pie del cañón. Es un ejemplo para mucha gente que piensa seguramente en llegar pronto a la jubilación.

Voy a decirte algo también. Creo que un camarero, que va toda su vida de la mesa a la cocina y al revés, debe de tener unos pies gigantes y debe estar muy cansado cuando llega a los 65 años. O un cocinero, que está frente al calor de un horno todos los días, es duro. Hace 50 años no podía imaginar que tendría una compañía como la que tengo hoy. Yo sigo aquí cada día por pasión. Y mi trabajo me lo permite. Disfruto de ello cada día.

¿Cómo ve el futuro de la biodiversidad en el planeta?

La idea de que había que cambiar algo empezó en los años 70. Sé que, si no paralizamos la subida del calor en este planeta, nos vamos a pique. Hace falta mucho más trabajo con la contaminación, la pérdida de los espacios naturales… Nosotros estamos muy comprometidos, luchamos día a día para recuperar entornos, devolver especies a su vida natural, asegurar que haya reservas genéticas de las especies en grave peligro de extinción… Son tantas cosas… Por eso luchamos aquí en esta pequeña compañía, por un planeta en el que ninguna especie falte nunca.