Más de tres cuartas partes de los estadounidenses han hecho amistades duraderas en el transcurso de sus viajes al extranjero. Y las conexiones y lazos que se forman durante las visitas a destinos de medio planeta no terminan ahí. Según un estudio de Exodus Travels, el 23% de los viajeros encuestados conoció a la persona con la que se casó durante un viaje y el 25% afirmó haber conocido a su mejor amigo. Y lo que es más interesante, el 71% de los encuestados afirmó haber conocido a alguien –un compañero de viaje, un lugareño o un guía– que había influido en sus vidas o cambiado su forma de ver el mundo.
Las conexiones que establecemos mientras viajamos no son insignificantes y las empresas de viajes están empezando a tomar nota, facilitando estas conexiones entre los viajeros y las comunidades que visitan.
En Japón existe una palabra para describir este tipo de conexiones, las que se basan en intercambios emocionales en contraposición a las interacciones económicas, informativas o transaccionales de otro tipo. Fureai es la «formación de conexiones emocionales entre personas de diferente edad y/o profesión dentro de la comunidad».
Durante la pandemia, cuando las fronteras del país nipón permanecieron cerradas a los turistas de fuera del país, la empresa turística Oku Japan volcó sus esfuerzos en este concepto y acabó convirtiéndolo en parte de su forma de operar ahora que los viajes a Japón se han abierto de nuevo. «Aprovechamos la oportunidad para incorporar a más gente local y centrarnos en conexiones más profundas», explica Hiroshi Kawaguchi, director general de la empresa. «Empezamos integrando estos elementos más inmersivos y locales en nuestros productos tradicionales autoguiados para el mercado nacional y ahora lo estamos extendiendo también a nuestros huéspedes internacionales».
Cuando los viajeros realizan una de las excursiones a pie autoguiadas de Oku por el Kumano Kodo o el sendero Nakasendo de la era Edo que discurre entre Tokio y Kioto, la empresa ha organizado oportunidades para que los visitantes interactúen a un nivel más personal con algunos de los miembros de la comunidad que viven y trabajan a lo largo de las rutas.
Una de esas personas es Hirata-san, propietario y director del Café de Dulces Japoneses Ebiya en Tsumago, una ciudad postal en el valle de Kiso que se ha mantenido para conservar el mismo aspecto arquitectónico que habría tenido en el periodo Edo. Hirata-san y su familia suelen sentarse con los clientes del café mientras cenan, compartiendo historias y relatando su experiencia al frente de la tienda durante los últimos veinte años.
En Japón, el fureai está relacionado con el movimiento U-Turn, en el que jóvenes que habían abandonado sus pequeñas comunidades para buscar trabajo en ciudades más grandes regresan a los lugares donde se criaron para invertir en ellos y entablar relaciones con las generaciones que les precedieron. Daikichi Minshuku es una casa de huéspedes en Tsumago regentada por la segunda y tercera generación de la familia que construyó el negocio. Aquí, los huéspedes han estrechado lazos con la familia, hasta el punto de que nueve viajeros distintos han invitado a los dueños de la posada a sus bodas.
Tanto si Japón es el destino que visitas este año como si no, las ideas en las que se basa el fureai se pueden trasladar a muchas situaciones en las que se encuentran los viajeros: desde estancias en casas de familia a cenas en torno a una mesa común de restaurante, pasando por el vínculo que puede crear con su compañero de asiento en un avión. Para los viajeros, las oportunidades de conocer a alguien que cambie su perspectiva o su vida entera están en todas partes.