El presidente y consejero delegado de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, uno de los más veteranos y respetados ejecutivos de la banca estadounidense, considera que las autoridades pudieron alentar las recientes turbulencias financieras con sus recomendaciones y la falta de previsión sobre la evolución de los tipos de interés, mientras que ha defendido «no sobrerreaccionar» regulatoriamente ante lo sucedido, que «no se parece en nada» a la crisis de 2008, aunque sus repercusiones podrían notarse durante años.
«Las recientes quiebras de Silicon Valley Bank (SVB) en los Estados Unidos y Credit Suisse en Europa, y el estrés relacionado en el sistema bancario, subrayan que simplemente cumplir con los requisitos regulatorios no es suficiente», señala Dimon en su tradicional carta anual dirigida a los accionistas de JPMorgan, donde aborda diferentes cuestiones de actualidad, además de la estrategia del mayor banco estadounidense por activos.
En relación con las tensiones desatadas en los mercados y el sistema bancario estadounidense en el mes de marzo, Dimon considera que la mayoría de los riesgos «se ocultaban a simple vista», ya que amenazas como la exposición a los tipos de interés, el valor razonable de las carteras mantenidas hasta el vencimiento (HTM) y el monto de los depósitos no asegurados de SVB siempre fueron conocidos, tanto por los reguladores como por el mercado.
En este sentido, señala que el riesgo desconocido en este caso era que los más de 35.000 clientes corporativos de SVB, y la actividad dentro de ellos, estaban controlados por un pequeño número de empresas de capital de riesgo que movían sus depósitos al mismo tiempo por lo que opina que «es poco probable que cualquier cambio reciente en los requisitos reglamentarios hubiera marcado una diferencia en lo que sucedió».
Por contra, para el banquero señala que el brusco incremento de los tipos de interés provocó una mayor atención respecto de la rapidez del potencial deterioro del valor razonable de las carteras y la falta de rigidez de ciertos depósitos no asegurados.
«Irónicamente, se incentivó a los bancos a poseer valores gubernamentales muy seguros porque los reguladores los consideraban altamente líquidos y tenían requisitos de capital muy bajos.», cuestiona Dimon.
Asimismo, para el consejero delegado de JPMorgan «peor aún» fue que las pruebas de estrés diseñadas por la Reserva Federal (Fed) nunca incorporaron tipos de interés en niveles más altos.
«Esto no es para absolver a la gestión del banco, es solo para dejar claro que este no fue el mejor momento para muchos actores», apunta.
REPERCUSIONES DURANTE AÑOS.
Asimismo, si bien considera que los eventos recientes «no se parecen en nada a lo que ocurrió durante la crisis financiera mundial de 2008», ya que la actual crisis bancaria involucra a muchos menos actores financieros y presenta menos problemas que deben resolverse, asume que las tensiones aún no han terminado, e incluso cuando hayan quedado atrás, «habrá repercusiones en los años venideros».
«Cualquier crisis que dañe la confianza de los estadounidenses en sus bancos daña a todos los bancos», defiende Dimon, para quien, si bien es cierto que esta crisis bancaria «benefició» a los bancos más grandes debido a la entrada de depósitos que recibieron desde las entidades más pequeñas, la noción de que este colapso fue bueno para ellos de alguna manera «es absurda».
De este modo, el banquero destaca que las lecciones que se aprendan de la crisis actual darán como resultado algunos cambios en el sistema regulatorio.
Sin embargo, advierte de que es extremadamente importante evitar respuestas «instintivas, tontas o políticamente motivadas» que puedan resultar en lo contrario de lo que la gente pretendía e insta a pensar profundamente y coordinar regulaciones complejas para lograr los objetivos deseados, eliminando ineficiencias costosas y políticas contradictorias.
«Deberíamos estudiar cuidadosamente por qué ocurrió esta situación en particular, pero no sobrerreaccionar», defiende al afirmar que se trate de minimizar el riesgo de quiebras bancarias con regulaciones estrictas, pero también ayudar a mantener la fortaleza de los bancos como guardianes del sistema financiero y motores que financian la maquinaria económica estadounidense.
«Estados Unidos ha tenido, y sigue teniendo, el mejor y más dinámico sistema financiero del mundo (…) No queremos tirar al bebé junto con el agua del baño», afirma.