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Por qué los gigantes tecnológicos se han hecho mortales (y los negocios tradicionales, más atractivos)

“¿Seguirá existiendo el Iphone en 30 años?”, le preguntó el magnate del lujo Bernard Arnault a Steve Jobs justo antes de lanzar la Apple Store. “No lo sé” replicó el padre de la criatura. “¿Lo hará Dom Pérignon?”. Entonces, según cuenta el propio Arnault, ambos líderes asintieron sonriedo. Sí, seguro que lo seguirán bebiendo y disfrutando las generaciones venideras (pese a que la primera cosecha es de 1921).

El francés es hoy el primer europeo en alzarse con el primer puesto en la lista Forbes de los más acaudalados del mundo. Con una riqueza estimada de 180.000 millones de dólares, el conocido en el mundo de los negocios como el “lobo vestido de cachemir” ha sabido como nadie aprovechar los anhelos de libertad de la sociedad tras meses de encierro. Las 75 distinguidas casas que conforman LVMH (Dom Pérignon, Christian Dior, Louis Vuitton, Bulgari o, entre otras, Tiffany) vendió en 2022 más de 79.000 millones de euros, todo un récord. Champagne, coñac, pieles, moda, perfumes, cosmética, relojes, joyas… Productos físicos que le han permitido fijar precios y esquivar el alza de costes sin que los bolsillos de sus clientes se inmuten. No obstante, de quedarse ahí, el análisis resultaría incompleto. El hombre más rico del planeta lo es por su habilidad y estrategia corporativa, pero también por una revancha, la de la vieja economía que ha convertido en mortales a los gigantes tecnológicos y en más atractivos a los negocios tradicionales.

Ningún árbol crece hasta el cielo

El primer capítulo de este cambio de guión comienza con la reducción de las valoraciones bursátiles del sector tecnológico tras el giro realizado por los bancos centrales en materia de política monetaria. La historia constata que con reducidos tipos de interés los inversores mueven su dinero hacia activos de crecimiento, lo que siempre es una buena noticia para la financiación de proyectos innovadores y disruptivos como los que surgen en el ecosistema tecnológico. Hasta ahora, las compañías ligadas a esta industria vivían en un entorno de alto crecimiento y facilidad de crédito lo que les permitía financiar proyectos y explorar ideas para seguir ganando cuota de mercado y generar nuevos ingresos. Pero, la suerte cambia cuando el dinero se encarece. Y, salvo en los cuentos, no se conoce árbol que llegue hasta el cielo y muchos inversores, enfrentados a una ralentización económica, una inflación persistente y unos tipos de interés al alza, se han deshecho de las grandes tecnológicas en favor de sectores más tradicionales.

La subida de tipos ha provocado que la inversión desconfíe de los proyectos tecnológicos ‘arriesgados’ y apueste por lo tradicional

“La inflación implica un mayor crecimiento nominal de la economía que a los llamados sectores value —más estables, industrias maduras, recurrentes y con mayor visibilidad de resultados— les favorece en general”, comenta a Forbes Nicolás López, director de Análisis de Renta Variable de Singular Bank. En general, los inversores buscan sectores con posibilidades de obtener crecimientos razonables en el nuevo contexto, algo que no parece claro con las Big Tech. Así, el movimiento divergente entre sectores se ajusta. El selectivo tecnológico Nasdaq sufrió en 2022 su peor año desde la crisis financiera de 2008, con un descenso superior al 30%.

Mientras, el sector energético obtuvo un excelente comportamiento gracias a la subida de los precios del gas y petróleo. En cuanto a la banca, los expertos coinciden, sus acciones resultan extremadamente baratas en los mercados siendo su valoración en ocasiones similar a la de la crisis de la deuda soberana. Y eso, pese a que en líneas generales, tienen balances muy sólidos, devuelven dinero a los accionistas con importantes dividendos y son sostenibles en este entorno de tipos. “Suena a venganza porque las compañías de la vieja economía se han podido sentir rechazadas en el rally alcista de los años anteriores por parte de los inversores” deja claro David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales. “La gran duda es si esta ‘venganza justificada’ va a tener continuidad y durante cuánto tiempo; en nuestra opinión, muy poco”.

El segundo capítulo de esta revancha se está escribiendo estos meses. El incansable incremento de los precios limita los ingresos de los consumidores y, por tanto, las compras discrecionales. Y, sí, esta vez también sufren las hasta ahora vacas sagradas de Silicon Valley. Por primera vez, se enfrentan sin impermeable a la tormenta perfecta de incertidumbre y deterioro económico actual. De momento, ya se ha resentido Apple. La empresa cotizada más valiosa de EEUU declara que sus ingresos han menguado por primera vez en tres años y medio. Alphabet, matriz de Google, ha comunicado una caída de su beneficio del 21% con respecto al año anterior y Amazon, el gigante del comercio electrónico, cierra 2022 con pérdidas de más de 2.700 millones después de marcar récord de beneficios en 2021. En contraposición, las cinco mayores petroleras occidentales (Exxon Mobil, Chevron, Shell, BP y Total Energies) se anotaron una ganancia neta conjunta de más de 196.000 millones de dólares, esto es, el doble que el ejercicio previo. Guillaume Jaisson, vicepresidente de Portfolio Strategy de Goldman Sachs sitúa esta renovada atmósfera económica dentro de un nuevo ciclo, el postmoderno. “Se trata de un nuevo escenario, que comenzó en la década de los 80, en el que se dice adiós a tipos de interés reducidos y donde el aumento del gasto en activos reales como infraestructuras, energía y mano de obra se convierten en la premisa de la revancha de la vieja economía” detalla a Forbes. Todo ello, combinado con un periodo de mayor regulación, gobiernos más grandes, impuestos más altos y porcentajes de beneficios del PIB potencialmente más bajos.

‘El año de la eficiencia’

Cuando los eufemismos hacen acto de presencia en el argumentario empresarial, es que algo no marcha bien. Hace unas semanas, Facebook aseguró que este 2023 será el año de la eficiencia. Entiéndase el año en el que se pretende que los intensos ajustes den resultados. Los discursos sobre austeridad y golpes de pecho por los errores de cálculo reemplazan a las antiguas ofertas exóticas para empleados: servicios de lavandería, almuerzos de sushi y masajes gratuitos, o altos salarios para sus trabajadores. “Gastaron como estrellas del rock de los 80 y, hoy lo deben hacer como jubilados” ejemplifica Dan Ives, analista de Wedbush Securities.

Su capacidad para prosperar pareció confirmarse en los peores meses de encierro durante la pandemia de 2020. Las empresas enviaban a sus trabajadores a casa, las escuelas trasladaban las clases al mundo digital y la gente, atrapada en el hogar, recurría a las compras por Internet y al cine con palomitas de salón. Teléfonos inteligentes, ordenadores, almacenamiento en la nube, software… Aferrados a la idea de que la transición sería definitiva ejecutaron grandes inversiones en personal y servicios.

Grandes tecnológicas, como Google o Facebook, se comportaron como estrellas del rock y ahora se ven obligados a ahorrar como jubilados

Pero, la vuelta al trabajo, las ganas de aire libre y vacaciones y, en general, una nueva atracción por lo físico derrumbó el castillo de naipes en el que se había construido esta estrategia de expansión. “Se creó un relato sobre un cambio de paradigma que era un poco exagerado” en opinión del analista de Singular Bank.

Para continuar con un modelo de beneficios sostenibles, el ajuste viene por la vía rápida: recortes de plantilla. Google, Meta, Microsoft, Amazon, Twitter, Uber, Salesforce, Dell, Spotify… En lo que llevamos de año, cada día unos 1.700 trabajadores (puede que sean muchos más cuando lea este reportaje) se han ido a la calle. Más de 100.000 en apenas dos meses de 2023- según los datos del portal especializado layoffs. fyi. Y, probablemente la cifra pronto supere a la del año anterior porque en algunos casos los recortes parecen estar respondiendo más a la demanda de los inversores de reducir costes que a un empeoramiento real de las perspectivas de la demanda. Lo cierto es que los motivos son muy diversos, pero tras la mayoría se detecta un mismo patrón: exceso de contrataciones. Según Goldman Sachs estas compañías contrataron agresivamente durante la pandemia y aumentaron su plantilla, de media, un 41%.

Pero, ¿cómo es posible que erraran en sus estrategias? Eva Ballesté Morillas, doctora en finanzas, profesora del IE Business School y experta en dirigir negocios en los sectores industriales recuerda que los profesores Jay Heizer y Barry Render llevan décadas anticipando la importancia de que las corporaciones den respuesta de forma rápida, flexible y objetivamente eficaz a sus problemas. “Las tecnológicas tienen un gran reto por delante. Deben aprender a alinear las fluctuaciones de los ciclos de su negocio con las alteraciones de las cadenas de abastecimiento y las rupturas de componentes que dichas alteraciones le suponen”, matiza. Parece que incluso en un mundo tan disruptivo como el tecnológico, hay viejos cimientos que no cambian.

Los achaques de la edad

The Economist calcula que las cinco mayores empresas tecnológicas de EE UU —Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon y Meta— vieron crecer sus ingresos y beneficios a un ritmo cinco veces superior al del PIB estadounidense durante una década (hasta el año 2021). A medida que su crecimiento iba en aumento, su vínculo con el círculo económico se hacía más fuerte. “Hace tiempo que dejaron de ser ‘la startup nacida en un garaje’. Tienen los mismos requerimientos de transparencia, rentabilidad, crecimiento, gestión, etcétera… que el resto de negocios” recuerda a Forbes Ruth Blanch, actualmente CEO de Alkemy Iberia —multinacional de tecnología y marketing— y con más de 20 años en puestos directivos digitales.

De hecho, si tras la crisis financiera mundial, se exigió a las empresas financieras que mejoraran los requisitos de capital, reforzaran la gestión de riesgos y alinearan mejor las estructuras de remuneración de sus directivos para construir instituciones más resistentes, a las tecnológicas se les debería pedir lo mismo tambiénlas presiones reguladoras sobre las empresas energéticas aumentaron y se aceleraron tras el Acuerdo de París sobre el cambio climático). Hoy en día, tal y como resume a Forbes el Vicepresidente de Portfolio Strategy de Goldman Sachs “asistimos a un aumento de la regulación sobre los datos privados, investigaciones antimonopolio y demanda de modificaciones de comportamiento”. Nuevos riesgos para el crecimiento de sus ingresos, márgenes y valoraciones.

Los mercados digitales están madurando. Por ejemplo, durante las pasadas recesiones, el gasto en publicidad se contrajo en medios tradicionales, pero no afectó al gasto en anuncios digitales. Los vendedores cambiaron las inversiones de la televisión, radio y periódicos por los canales digitales. Hoy en día, gran parte de esa migración ya se ha producido. Así que, son vulnerables a los cambios cíclicos que durante tanto tiempo han golpeado a sus rivales offline.

Con la ralentización de sus negocios principales, los gigantes se sumergen en otro de los grandes problemas tradicionales: la competencia.

Esteban Almirall, profesor en el Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de ESADE explica a Forbes que “es posible que asistamos a la aparición de una redefinición de los modelos de negocio que nos llevará a una ‘guerra’ entre plataformas”. En esta hipótesis podríamos ver, por un lado, la canibalización de los modelos de negocio existentes y, por otro lado, la explotación de las dos grandes oportunidades tecnológicas como son los modelos generativos en Inteligencia Artificial y la Realidad Aumentada y Virtual. “La nueva frugalidad es en muchos casos el presagio de la inversión en estas nuevas oportunidades” cuenta Almirall. Microsoft, Google y Amazon pelean en el barro por ganar esta nueva batalla a golpe de talonario. “Parecen tener muy claro que no se puede pensar en precedentes, analogías y extrapolaciones y están cambiando su core business porque el mercado revela que las necesidades de sus clientes y del resto de los grupos de interés también han cambiado” describe Eva Ballesté.

¿El fin de una época?

Recuerda Margaret O’Mara, catedrática de Historia en la Universidad de Washington en su último libro: The Code: Silicon Valley y la reconfiguración de EE UU que el año 1968 fue un año “de fractura política, de rabia contra la maquinaria bélica, de confianza rota y autoridad cuestionada”. No obstante, y a pesar de que la sociedad americana parecía fracturarse, la industria tecnológica avanzaba felizmente. Eran tiempos de crecimiento desenfrenado. La compañía Digital —pionera en fabricación de miniordenadores— puso en el mercado ese mismo año 350.000 acciones a 22 dólares cada una. Se vendieron casi inmediatamente haciendo multimillonario al instante a su presidente, Ken Olsen (cuyo mayor derroche fue comprarse una segunda canoa). Sin embargo, los cambios políticos y económicos azotaron finalmente el valle de Santa Clara. Fue el fin de una época. ¿Se repitirá la historia?

El profesor del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences de ESADE se muestra rotundo en conversación con FORBES: “El modelo está agotado ya hace tiempo y las circunstancias de estos meses no han hecho otra cosa que evidenciar este agotamiento. No queda ya nadie que no esté en WhatsApp ni nadie por adoptar Instagram o Google”. Sin embargo, las opiniones a este respecto están divididas. “Ni vamos a dar pasos atrás en el desarrollo tecnológico, ni las principales compañías cotizadas atraviesan por una crisis en su modelo de negocio, ni cotizan con unos ratios de valoración excesivos” responde David Cano, socio de Analistas Financieros Internacionales.

Sin bola de cristal, es complicado predecir si el Iphone existirá dentro de 30 años. Lo que parece evidente es que “seguimos en un momento de cambio histórico. Que vayan a ser estas empresas de las que hablamos, pioneras en su campo, las que perduren, no lo sabemos”.

*Ilustraciones: V063_CB_APERTURA.inddan Saiyan