La Pandemia fue catártica para la mayoría de nosotros. La misma tragedia que causó casi siete millones de muertes en el mundo y nos aisló durante meses nos proporcionó una inusual perspectiva para acometer reflexiones sobre nuestra vida. Una muy relevante es que pasamos mucho tiempo en nuestro trabajo.
Cuando en octubre de 2022, en la mayoría de los Estados Unidos de América llegaba el momento de regresar a las oficinas, más de 100.000 personas comenzaron a dimitir de sus trabajos. Se trataba, en la mayoría de las ocasiones, de trabajos seguros y bien pagados. Lo que nuestros padres solían llamar un “buen trabajo”.
Algunas encuestas intentaban arrojar luz sobre lo sucedido. El 40% de los encuestados habían estado insatisfechos con sus trabajos durante más de 5 años debido a la falta de autonomía y conciliación y el 60% sentía que su vida no tenía un propósito real. Este fenómeno, que se denomina como ‘La Gran Dimisión’ había comenzado y con ella un movimiento que sigue inspirando a muchos a imaginar nuevos estilos de vida y experiencias laborales.
El modelo de trabajo en oficinas se inició durante la Revolución Industrial cuando los empresarios y gerentes profesaban sin tapujos una falta de confianza en sus empleados y creían que debían estar juntos en un mismo lugar para supervisarlos y dirigirlos de cerca. De lo contrario, creían, era imposible que los trabajadores desempeñaran sus funciones correctamente. Dentro de este marco conceptual surge el modelo de motivación conocido como «zanahorias y palos» o motivación extrínseca, donde se espera que los empleados actúen motivados por recompensas externas y amenazas de consecuencias negativas.
Sin embargo, desde hace varias décadas existe una abrumadora discrepancia entre la práctica empresarial y la evidencia científica acumulada en las áreas de la psicología organizacional y motivacional. Un inexplicable abismo separa lo que hacemos y lo que sabemos. Desde estudios precursores de la distinción de motivación intrínseca y extrínseca como «The Motivation to Work» de Frederick Herzberg en 1959, hasta el compendio de evidencia científica «Drive: The Surprising Truth About What Motivates Us» de Daniel H. Pink en 2009, es ya innegable científicamente que todos estamos más satisfechos con nuestras vidas, gozamos de mejor salud mental y física, al mismo tiempo que rendimos mejor, cuando estamos motivados intrínsicamente en un ambiente de trabajo que promueve nuestra autonomía y competencias profesionales en la consecución de un propósito que nos importa.
La ‘Gran Dimisión’ se ha relacionado convincentemente con una mayor demanda de puestos de trabajo remotos y distribuidos. Sin embargo, aunque ambos modelos de trabajo ofrecen ciertas ventajas con relación a un modelo presencial, las experiencias de trabajo remoto o distribuido son increíblemente distintas. A diferencia de una empresa híbrida con puestos de trabajo presenciales y remotos, una empresa distribuida carece de oficinas centrales y, por tanto, sus miembros ya no trabajan de manera remota a una oficina que ya no existe, sino que trabajan de manera distribuida en un solo modelo de relación con el proyecto. En este tipo de empresas, las personas no tienen horarios predeterminados, ni existe la micro gestión. Existe una relación de confianza plena entre todas las partes donde lo importante son los resultados, no cómo, cuándo, ni desde dónde se consigan. Todos sus miembros tienen el mismo acceso a información, las mismas oportunidades de promoción y desarrollo profesional y el mismo nivel de exigencia, lo que hace que desarrollen una sola cultura ya que todos tienen una idéntica relación con el proyecto.
En contraste, los empleados remotos en una empresa híbrida pueden sentirse aislados y desconectados del equipo en la oficina y la cultura de la compañía, formándose típicamente facciones de trabajadores remotos y presenciales. Según un estudio de Harvard Business Review, el 40% de los empleados remotos informó sentirse excluido de la vida social y cultural de la empresa. Además, los empleados remotos suelen sentir que su trabajo no es valorado y reconocido de la misma manera que los trabajadores presenciales, lo que puede afectar en su motivación y satisfacción en el trabajo. Y no menos importante, los trabajadores remotos en empresas híbridas son estadísticamente menos promocionados y peor remunerados que sus compañeros que trabajan en la oficina junto al equipo ejecutivo. Por consiguiente, los trabajadores remotos en una empresa híbrida tienen menos acceso a información, desarrollo profesional y un mayor nivel de exigencia, lo que hace que desarrollen un sentimiento de relación de segunda clase con el proyecto. Desde este punto de vista, la experiencia de un empleado en una empresa distribuida conlleva un nivel de autonomía, maestría y oportunidades de crecimiento profesional que no existen en los puestos remotos ni presenciales. Como consecuencia, estos últimos sufren de insatisfacción y anhelan una nueva experiencia de trabajo que subyace en el movimiento social conocido como la ‘Gran Dimisión’.
Las microinteracciones de los cientos de variables de nuestro entorno de trabajo puede hacernos dependientes, infantilizarnos y convertirnos en un personaje de la historia de otra persona o pueden cargarnos de energía creativa para rendir al máximo y hacer que estemos en completo control de nuestro estilo de vida. Si estás buscando un trabajo que te permita aprovechar al máximo tu vida personal y al mismo tiempo ser lo más ambicioso posible con tu carrera profesional, considera unirte a una empresa plenamente distribuida que promueva tu autonomía y competencias profesionales en la consecución de un propósito que te importe.
*Dimas Cuesta es co-CEO y fundador de in99.