Opinión Baruc Corazón

La era de las corporaciones

En NoDiseño.Propuesta para una nueva creatividad (2021) hablo del momento disruptivo que vivimos como un cambio de era.

En NoDiseño.Propuesta para una nueva creatividad (2021) hablo del momento disruptivo que vivimos como un cambio de era, de la era de los humanos a la de las corporaciones, y comparo a éstas con la especie dominante de otra anterior, los dinosaurios. El problema, expongo ahí, no es que las corporaciones sean unos seres salvajes, sino que no están educados.

Quizás bajo la influencia de esta analogía, cuando he visto el primer episodio de Primal, una serie de animación que trata sobre la convivencia de los humanos con los dinosaurios, he reconocido varias claves que nos pueden ayudar a entender el momento que estamos viviendo.

En la primera escena vemos a Primal, un homínido cuyos sentimientos le mueven a actuar en un ciclo interminable de violencia. Con su lanza atraviesa a los peces del río, y cuando pesca un pez lo usa como cebo para pescar otro mayor, es decir, desarrolla la inteligencia proyectiva de no satisfacerse con los primero frutos que recoge, sino de emplearlos para obtener frutos mayores. Se despiertan en él sentimientos de logro y ambición. Son los mismos sentimientos que mueven a “los lobos” de Wall Street a actuar como Leonardo DiCaprio en  la película de Martin Scorcesse (El lobo de Wall Street).

Sin embargo, en una de sus salidas a la sabana, Primal ve con estupor cómo los dinosaurios se comen a su familia. Es una estupenda parábola de lo que sucede cuando la ambición nos lleva a acumular más fortuna a costa de otros, pues nos será arrebatada por otro ser con más ambición.

Ese homínido ha desarrollado el ingenio para matar a otros seres de los que alimentarse y es indiferente a su sufrimiento, pero, cuando se ve presa de los dinosaurios que se alimentan de los de su especie, lo vive con desesperación. Ha pasado de sentirse poderoso, como cazador, a herido y vulnerable.

Las corporaciones son unos seres que nos superan y exceden descomunalmente como individuos, pues están constituidos por colectivos de humanos. Reproducen nuestros instintos, y pueden parecernos tan desalmados como un dinosaurio depredador.

La corporación como una nueva especie de dinosaurio que se alimenta de nosotros. (Ilustración: Baruc Corazón)

Tan solo unas horas antes, Primal había salido a hacer su trabajo y, al regresar, se encontró sin sus seres queridos, fagocitados por el monstruo.

Retomando la metáfora, algo parecido puede suceder en las empresas cuando los compañeros de trabajo son tragados por las fauces de un ERE devorador.

Primal vive en un mundo en competencia de seres que luchan por sobrevivir (como él mismo), pero que amenazan su vida (al igual que él amenaza las de sus presas), lo cual los convierte en bestias que quiere destruir. Se convierte en prisionero del miedo y de la rabia: de la euforia ha a la depresión, de ahí al miedo, y del miedo al ansia de venganza.

Se encuentra con una de las bestias, que está cuidando de sus dos crías, y, cuando va a atacarlo, poseído por la rabia y el odio, ve cómo el monstruo es a su vez atacado por otro mayor, y más monstruoso aún. Se entabla un combate a muerte entre dinosaurios, que convierte al agresor en víctima, y que hace pivotar las emociones transfiriendo el odio y la rabia al nuevo agresor. Retomando la analogía, imaginemos que la empresa que se vio forzada a hacer el ERE va  a ser absorbida por otra mayor, y más desalmada aún

Entonces, Primal se solidariza con aquella a quien iba a matar, y lucha junto a ella para defenderse del nuevo enemigo.

Es una brillante metáfora de cómo fluctúa la membrana de la identidad, y nos sentimos identificados con unos u otros en función del contexto.

por ejemplo, un estudiante español y uno americano se sienten hermanados si estudian en China; si estudian en Estados Unidos, el español se siente hermanado con el sueco; si estudian en España y él es de Madrid, con el de Valladolid; si estudian en Madrid y es de Chamberí, con su vecino frente al de Valladolid, y así sucesivamente, del barrio a la calle, de la calle al piso, del piso a la familia).

Primal y la dinosauria madre vencen al agresor.  Ahora Primal es el héroe, y las crías se le acercan con agradecimiento y entrega filial, como si formara parte de una nueva familia.

Sin embargo, el dinosaurio atacado no estaba solo: llega toda su manada, y devoran a las crías. Es el juego del destino, la rueda de la vida, que no cesa de girar.

Primal y el dinosaurio madre vencen en la lucha final, y entre ambos se establece ahora una complicidad. Es David contra Goliat, el Apple de los primeros tiempos de Steve Jobs contra la industria de los ordenadores.

La escena final nos muestra a Primal montando a los lomos del dinosaurio madre. Algo así debería suceder con las corporaciones: que se transformen en vehículos para nuestro triunfo en el mundo.

Escena final de ‘Primal’, dibujada a partir del original de la película. (Ilustración: Baruc Corazón)