En una era en la que el trabajo en remoto está siendo cada vez más una norma colectiva, los teletrabajadores se enfrentan a despidos masivos que desencadenan efectos negativos en la moral y la productividad del resto de empleados.
El trabajo a distancia vuelve a estar de moda por motivos como los traslados diarios a la oficina, que se convierten en acciones demasiado costosas en muchas ocasiones. En este sentido, a medida que las empresas siguen enfrentándose a los desafíos que supone este modelo laboral, el impacto de los despidos sobre los empleados que permanecen en la empresa se hace aún mayor.
Los despidos por trabajo a distancia están provocando así una serie de efectos adversos en los empleados, como el aislamiento y la desconexión de sus compañeros. Y es que, en el momento en el que se producen despidos en entornos de trabajo a distancia, el resto de empleados siente que está soportando de manera solitaria los cargos de la empresa, teniendo un impacto trascendental en su productividad. Si el rendimiento de estos disminuye, por ende también lo hace la motivación y la eficacia, formando una ecuación sombría en la que muchos empleados se han visto embaucados.
Persiste entonces una dicotomía o dualidad en torno al teletrabajo, como modalidad en constante ascensión y/o expansión, pero convertida a día de hoy en un pretexto de despido cada vez más recurrente para las empresas. Además, presenta nuevos retos para los empleados que optan por ir a la oficina, que ven minada su moral y productividad a partes iguales. Esas emociones de aislamiento y soledad que envuelven el estado anímico de los trabajadores remotos, y aún más cuando se producen los despidos, puede disminuir paralelamente la motivación y las capacidades de los empleados restantes, que carecen de ese apoyo y conexión tanto con la empresa en sí como con sus compañeros.
El trabajo a distancia prevalece
Las eternas variaciones en el sistema de trabajo hacen que las empresas sigan ahora una tendencia fluctuante o corriente en la que vuelven a enviar a sus trabajadores a la oficina a tiempo completo, mientras otras ofrecen la opción del formato híbrido. Aún así, y a pesar de estos cambios, el trabajo a distancia sigue persistiendo.
Datos recientes recogidos por LinkedIn vislumbran que el trabajo a distancia podría resistir el paso del tiempo: “En los últimos dos meses, el descenso gradual del trabajo a distancia se ha invertido. En noviembre, el 55% de los empleados trabajaban in situ y el 25% a distancia. Pero esa brecha se ha cerrado un poco, con un 50% de trabajadores en la oficina y un 28% trabajando desde casa”.
Esta transformación o evolución puede deberse al cambio estacional, y a la incapacidad de los empleados de desplazarse durante los meses de invierno. También a la desmotivación inducida por el cambio de año, más allá del ahorro de gastos como los desplazamientos a la oficina en particular o la inflación y la caída de la economía, en general.
Según otro análisis de LinkedIn de enero, en otoño de 2022 el número de personas interesadas en trabajos remotos superó con creces la demanda. Las ofertas a distancia alcanzaron su punto álgido en marzo de 2022, con un 20% de las ofertas publicadas. Esa cifra cayó a sólo el 14% de las ofertas de empleo en noviembre.
La inclinación por los puestos de trabajo en remoto sigue así perseverando, haciendo que los empleados no quieran renunciar a esa flexibilidad o libertad que se les ofrecen tan fácilmente. Un nuevo paradigma que obliga de alguna manera a las empresas a reinventarse y adaptarse a los modelos híbridos, así como a mitigar todos esos efectos negativos en sus empleados, sobre todo los causados por los despidos, fomentando su colaboración y conexión a pesar de la distancia, como un colectivo armonioso, en su conjunto.