Opinión Gustavo Entrala

Madoff y FTX: por qué somos tan vulnerables a las megaestafas

El fraude de Madoff era simple. El de Bankmann-Fried tenía un ropaje más sofisticado.

Después de ver The Wizard of Lies (2017), la película protagonizada por Robert de Niro y Michelle Pfeiffer, pensaba que me había hecho a la idea de lo que fue y de lo que significó el escándalo Madoff. Me equivocaba. Han hecho falta otros cinco años de investigaciones y el cierre de miles de litigios para conocer todos los detalles –propios de un drama shakeapereanodel mayor fraude financiero de la historia.

Lo cuenta magistralmente Joe Berlinger en la serie documental de Netflix, recién estrenada, Madoff: El Monstruo de Wall Street. Conforme avanzaban los cuatro episodios de los que se compone la serie, más paralelos he ido descubriendo entre el esquema Ponzi de Bernie Madoff y otro fraude al que estamos asistiendo en directo: el perpetrado por Sam Bankman-Fried con el mercado de criptomonedas FTX.

Las similitudes entre ambos casos son asombrosas.

El fraude de Madoff era simple. Usaba una impresora matricial en las declaraciones de beneficios que enviaba a los clientes por correo. El fraude de Bankmann-Fried tenía un ropaje más sofisticado: convertía el dinero de sus inversores en tokens (fichas virtuales). Pero las debilidades humanas que ambos consiguieron explotar en su beneficio son las mismas.

Se sirvieran de cartas en papel de impresora de los 70, o de un token virtual, las dos estafas encierran lecciones preventivas para una etapa de la historia en la que las estafas pueden adquirir escala global en menos tiempo que antes. ¿Nos servirán estas lecciones? Probablemente, no. Pero si nos aportan al menos una cierta dosis de sentido común, mi empeño con esta columna habrá valido la pena.

Para que un fraude de las dimensiones del fondo Madoff (19.000 millones de dólares de 2008) y FTX (se estima en 16.000 millones de 2022) tenga éxito, la clave es un nivel de confianza en la persona que lleva a los inversores a restringir los controles mínimamente razonables cuando lo que uno pone en juego es su dinero y el de sus hijos.

Madoff era un broker de leyenda en los años 80. Su idea de transformar el intercambio de certificados en papel por datos conservados en un ordenador contribuyó a la creación del NASDAQ, mercado en el que fue reelegido presidente en dos ocasiones. Su prestigio y su audacia le permitieron crear una firma de trading que fue de las primeras market makers en la historia de Wall Street. Un market maker es un intermediario que compra acciones en grandes volúmenes para facilitar las transacciones entre inversores y bancos. En un momento dado, pasaba por sus manos el 7% del total negociado en la Bolsa de Nueva York.

Sus abundantes credenciales profesionales le facilitaron ser invitado al Congreso americano para proponer ideas que mejorasen ¡la regulación del fraude en Bolsa! Participó en varias comisiones de la SEC, la mayor autoridad del Gobierno americano en los mercados financieros, al objeto de preservar la seguridad de las inversiones. Sip.

Por la tarde-noche, después de impartir una lección magistral sobre prevención del fraude, Madoff bajaba dos plantas del edificio de su broker de prestigio y se adentraba en la otra pieza de su entramado: una oficina lúgubre, llena de cajas de papeles y con colillas tiradas en el suelo, en la que un grupo de personas sin formación financiera de ningún tipo, leales a Madoff, fabricaban beneficios completamente falsos en operaciones de compra y venta de acciones y derivados que nunca se produjeron. Lo que hacían era inventarse informes de inversiones en las que los clientes del Fondo Madoff nunca perdían: milagrosamente, la rentabilidad anual nunca bajaba del 10%.

Quienes le enviaban su dinero, confiaban en su nombre y en su prestigio. No es que no hicieran Due Diligence antes de invertir; es que si se les ocurría hacer alguna pregunta, Madoff les amenazaba con sacar su dinero del fondo.

En el caso de Bankman-Fried, sus credenciales profesionales no eran tan espectaculares. Pero el chico había ido a los colegios adecuados, había estudiado en la universidad adecuada (Stanford) y sus padres son juristas de prestigio y profesores de Stanford. Su padre es especialistas en Compliance financiera. Su madre está, además, muy bien conectada con los prebostes del Partido Demócrata en Washington.

Por eso, FTX pudo captar el dinero de fondos de capital riesgo de Silicon Valley para una empresa que tendría su sede física no en Nueva York, sino en las Bahamas. Pasaron por alto, además, que FTX no tenía ni consejo de administración ni auditores (cuando un inversor potencial escuchó la idea, sugirió crear un consejo con profesionales y antiguos reguladores como condición para entrar. La respuesta fue Fuck Off!). Y no invirtió.

La pose reguladora también fue usada por Bankman-Fried. Unas semanas antes de que se descubriera el fraude, se puso chaqueta y corbata y se fue tan campante al Capitolio para ofrecer su ayuda a los políticos en la regulación de las cryptomonedas. Por la tarde, en el hotel, transfería cientos de millones de dólares de sus clientes a una firma de inversión que compartía con su novia y con otros amiguetes.

La primera palanca en un fraude es, por tanto, el prestigio del gestor. La segunda es la que hace que la gente se fíe de una persona sin conocer sus credenciales profesionales ni su pedigrí. Se puede formular de la siguiente manera: Si Fulano o Mengana están con él, no necesito hacer más preguntas.

Madoff se benefició de su condición de judío, y explotó hasta el extremo sus lazos con esta comunidad. Uno de los nuestros no nos va a traicionar nunca. Eso pensaban.

El FOMO –Fear of Missing Out– fue lo que movió a miles de personas a poner sus ahorros en manos de FTX. En este caso, figuras como la del jugador de baloncesto Steph Curry o el quarterback Tom Brady hacían el papel de embajadores de Bankman-Fried para otorgarle credibilidad. Cayeron como moscas.

El tercer elemento para poder perpetrar un fraude con éxito según el manual de Madoff y Bankman-Fried son las conexiones políticas y filantrópicas. Lanzar señales de virtud sale rentable. Ruth Madoff, la esposa del financiero (por cierto es la principal víctima, como enseña la serie), gestionaba fundaciones con un patrimonio de más de 100 millones de dólares. El matrimonio financió campañas de un buen número de candidatos demócratas en los años 80.

Bankman-Fried fue el segundo individuo que más dinero aportó a candidatos -en su mayoría demócratas- en las Legislativas del pasado noviembre en Estados Unidos. Apoyó decididamente con su dinero -el de los clientes, no el suyo personal- a todo tipo de iniciativas contra el Cambio Climático. Una vez que había sido descubierto el fraude, escribió un mensaje directo en Twitter a un periodista en el que decía lo siguiente: “Tienes que entrar en toda esa mierda del ESG para hacerte respetar”.

El mago te hace mirar a un lugar mientras desde otro punto ejecuta su truco. La ilusión que provoca en nosotros nos lleva a bajar la guardia entrando completamente a su juego. Madoff y Bankman-Fried han sido dos grandes magos.

En el caso Madoff, no sólo cayeron pequeños inversores. Sucumbieron al engaño fondos de inversión, grandes bancos en todo el mundo, y hasta la mitad de las familias reales europeas (de acuerdo con la serie). Pero lo más grave fue cómo logró que los reguladores no hicieran absolutamente nada. Éstos recibieron denuncias y sospechas durante años. Madoff era una figura reverenciada, amiga personal de un buen número de reguladores. Hasta el punto de que se llegó a postular como presidente de la SEC. El truco funcionó: las autoridades siguieron mirando donde Madoff les decía que mirasen. SBF no tuvo que esforzarse demasiado: si su padre, experto mundial en materia de Compliance, le ayudaba en el diseño de sus operaciones, no había que preocuparse.

Madoff y Bankman-Fried. Dos nombres y dos rostros para guardar en la memoria y absorber, ojalá que sirva, una lección básica: ni el prestigio personal de quien nos propone que le entreguemos nuestro dinero; ni el hecho de que alguien que conocemos (y que puede ser de la familia) esté dentro; ni el apoyo de personas a las que consideramos respetables, nos eximen de hacer caso a un término en inglés con dos palabras: Due Diligence.

Lo explica mucho mejor una de las víctimas de Madoff en la serie: Aunque sea el mismo Dios el que te envía un currículum… comprueba personalmente las referencias.

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