De mano en mano, como quien porta la vela de la libertad. Así se mueve Nº5 (el primer perfume de Chanel ideado por la fundadora de la firma) y lo hace para proteger la fórmula elaborada en 1921 por el maestro perfumista Ernest Beaux (continuada luego por Henri Robert, Jacques Polge y Olivier Polge).
Nacido del deseo de la diseñadora por afirmar un nuevo estilo, también liberó a la feminidad de su pasado olfativo. Mientras la perfumería de la época obligaba a las mujeres a contentarse con el olor de una flor, la estela del Nº5 fue rompedora para los códigos de entonces y reflejó la personalidad de Gabrielle [Coco] Chanel. 102 años después de su formulación, el extracto original es el más preciado, por ser un perfume floral muy denso y estar elaborado con ingredientes lujosos, como la rosa de mayo o el jazmín de Grasse.
Después de la primera mezcla llegarían cuatro más: Nº5 Eau de Toilette (1924), Nº5 Eau de Parfum (1986), Nº5 Eau Première (2008) y Nº5 L’Eau (2016), un éxito que la creadora evidenció cuando en 1937 posó para encarnar su propio perfume, apoyada en la chimenea de la suite del Hotel Ritz de París, para un anuncio publicitario de la revista Harper’s Bazaar.
En 1952, tras la confesión de Marilyn Monroe [la musa de Hollywood aseguraba que para dormir sólo se ponía unas gotas de Chanel Nº5], el elixir fue visto como un objeto de seducción, provocando una rotura de stock, convertido en el perfume más vendido desde los años 20. A esto contribuyó su frasco, minimalista y abstracto, desvanecido en el color ambarino del líquido. Su formato plano, a modo de petaca, permite transportarlo con facilidad en el bolso y equipaje de viaje. También merece especial mención la doble C del tapón, la sencillez de la etiqueta y los chaflanes de las esquinas. Más todas las mejores que han ido sucediéndose desde su creación.
Es como si Mademoiselle Chanel hubiese descubierto la fórmula del eterno femenino y conseguido una perfecta alquimia entre el perfume y lo esencial en la feminidad.