Opinión Kerman Romeo

Sigan bailando

Un vídeo de Sanna Marin de fiesta ha causado una incomprensible polémica.
ZAGREB, CROATIAN - JUNE 21: Finnish Prime Minister Sanna Marin and her Croatian counterpart Andrej Plenkovic (not seen) hold a joint press conference in Zagreb, Croatia on June 21, 2022. (Photo by Stipe Majic/Anadolu Agency via Getty Images)

A estas alturas seguramente ya conozcáis lo sucedido y, muy posiblemente, hayáis visto el vídeo. Si no fuese así, aquí lo tenéis:

Resumiendo: en Finlandia y después en todo el mundo se ha armado un revuelo enorme por un vídeo en el que la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, sale bailando con sus amigos en una fiesta. El barullo ha sido tan grande que la joven política ha tenido que dar explicaciones y terminar haciéndose un test para demostrar que no se había drogado. El vídeo ha servido para que la oposición atice a Marin y también para que se abra un debate en redes sociales sobre la idoneidad de que alguien que está en primera línea sea filmando como tú a las 5 de la mañana en la sala BUT.

Mi incredulidad ante que un vídeo así, en pleno 2022, pueda ser un arma arrojadiza, ha hecho que entre en las redes sociales para comprobar de dónde vienen las críticas, escasas en España, la verdad sea dicha. De mi pesquisa de investigador de retrete sólo he obtenido una pista: el 90% de los comentarios en clave negativa huelen a una mezcla de Brummel, Ducados y DYC. Eau de Caspa con unas notas afrutadas de misoginia.

Pienso que, lejos de verse perjudicada, la imagen de la primera ministra finlandesa puede verse reforzada con un vídeo así. El poder de esta grabación, así como el de otras imágenes publicadas en sus redes sociales, en las que se le ve, por ejemplo, yendo a un festival, normaliza un estilo de vida mentalmente saludable. Existe una corriente, en mi opinión algo desfasada, que defiende que los políticos tienen que estar 24 horas al día trabajando (“Que para eso los pagamos a escote”). Son los mismos que, cuando un futbolista es visto en una discoteca, se llevan las manos a la cabeza (“Con lo que cobran”). Lógicamente, uno debe cuidar las formas cuando es un personaje público y, por supuesto, ser respetuoso. Organizar fiestas clandestinas en Downing Street en plena pandemia es una cosa; otra muy diferente es bailar con tus colegas al salir del trabajo o un fin de semana.

Quizá moleste todavía más que baile con desenvoltura, como si fuese algo habitual. Ojalá sea así, porque disfrutar del tiempo libre de la manera que uno quiera hacerlo debería ser parte activa de nuestros trabajos. Unos preferirán realizar una actividad cultural, otros hacer deporte y, tan válido como lo anterior, muchos otros querrán salir a una fiesta con sus amigos y bailar como Miquel Iceta. Lo excepcional debería ser lo contrario.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.