“El río está dentro de nosotros, el mar en torno nuestro”. El verso de T. S. Eliot, extraído de su poemario Four Quartets (1941), podría servirnos de hilo conductor durante el recorrido Imágenes del agua del Museo Thyssen-Bornemisza. Un itinerario a lo largo de 16 obras en las que el agua es protagonista y fluye en cada trazo como un símbolo de arte, purificación y vida. En efecto, la pinacoteca madrileña está atravesada por una multitud de “ríos, arroyos, lagos y mares embravecidos que nos permiten conectar con este elemento que ha servido de inspiración a los grandes maestros de la Historia del Arte”, señala la guía Elisa Sopeña.
La ruta ha sido ideada por el museo en colaboración con Hammam Al Ándalus, una empresa compuesta por cinco baños árabes en toda España, uno de ellos situado en la calle Atocha de Madrid, cerca del Thyssen. Este recorrido del agua es la primera de las experiencias conjuntas que ambas entidades han desarrollado “con el objetivo de destacar la importancia del arte en el bienestar emocional de las personas”. Tanto los visitantes del hammam como los amigos del museo podrán compartir experiencias.
La primera parada del recorrido es La ninfa de la fuente de Lucas Cranac, El Viejo, donde Castalia, una ninfa de agua dulce (náyade) aparece recostada junto a un lago. “En este caso, el agua tendría un valor simbólico relacionado con el conocimiento y la inspiración. Y al estar representada de una forma tan sensual, también simboliza la fertilidad”, comenta nuestra cicerone antes de proseguir con esta estimulante ruta acuática, que abarca obras de los siglos XIV al XX.
En todas ellas el agua sirve de vehículo para transmitir el virtuosismo técnico de los artistas. Una maestría que apreciamos en los bellísimos lienzos de Claude Monet (El deshielo en Vétheuil, 1881); John Frederick Kensett (El lago George, 1860), o Roy Lichtenstein (Mujer en el baño, 1963), mientras saltamos de una piscina bíblica a un río helado holandés y de ahí a una bañera pop neoyorkina.
La Colección Thyssen ofrece al visitante muchos recorridos posibles; de hecho ya brinda rutas temáticas sobre el vino, la gastronomía o la moda. El paseo Imágenes del agua es “otra forma, una más, de disfrutar el museo, incidiendo en la sostenibilidad y el medio ambiente”, explica Evelio Acevedo, director gerente del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Para Raúl Lozano, director general de Hammam Al Ándalus, esta iniciativa refleja el compromiso de la empresa con el arte y la cultura: “El arte está presente en el fondo y en la forma de nuestros centros, el diseño de nuestros servicios y la cuidada liturgia con que recibimos y cuidamos a los viajeros que acuden a nosotros en busca de paz, placer sensorial, recuperación física y, sobre todo, emocional”.
El refrescante recorrido concluye con El baño de Diana de Jean-Batiste-Camille Corot, donde de nuevo el agua va asociada a la feminidad y es símbolo de purificación. Como broche de oro, nuestra guía recita un poema de Lorca titulado Manantial: Mas yo siento en el agua / algo que me estremece…, como un aire / que agita los ramajes de mi alma. Después de esto, ya sólo queda relajarnos con un masaje en el hammam.
“La ninfa de la fuente”, hacia 1530-1534.
Representación de Castalia, la ninfa que robó el corazón de Apolo. Tratando de huir de él, se sumergió en una fuente que sirvió de inspiración a poetas y filósofos. En esta escena el agua también representa la fertilidad.
“Neptuno y Anfítrite”, hacia 1691-1694.
La obra refleja los esponsales del Dios del mar con una ninfa de agua salada, Anfítrite, una de las nereidas. El control tecnológico del agua durante el Barroco dio lugar a la creación de fuentes ornamentales en ciudades y palacios.
“El Gran Canal con Santa María della Salute”, hacia 1738-1740.
El cuadro rinde homenaje a Venecia, en cuyos canales se desarrollaban festejos y procesiones. Sirve para hablar de la ciudad italiana como puerta de entrada de aceites esenciales y otras mercancías ligadas al hedonismo.
“La piscina probática”, hacia 1724.
El poder curativo de la piscina probática de Jerusalén enlaza con la hidroterapia: ya desde la Antigüedad clásica se tiene conciencia del agua como elemento sanador.
“La Pasarela”, hacia. 1775.
Además de pintor, Hubert era diseñador de jardines y colaboró en algunos de Versalles. Fue un artista muy inspirado en la filosofía de Rousseau y destacó por la naturalidad de sus paisajes.
“Galatea”, hacia 1896.
Galatea utiliza la sangre de su amado Acis, asesinado por el cíclope Polifemo en un ataque de celos, para convertirla en el río Acis de Sicilia. El agua representa así el ciclo vital y la transformación.
“El deshielo en Vetheuil”, 1881.
Interesado por todo lo efímero y cambiante, Monet hizo una serie de 17 cuadros sobre el deshielo del Sena tras las grandes heladas de 1879. Fue descrito como “el Rafael del agua” por el maestro Manet.
“El lago George”, h. 1860.
Este lago ha inspirado a muchos paisajistas estadounidenses y sirve para reflexionar sobre la comunicación con la naturaleza a nivel espiritual. Fue escenario del libro “El último mohicano” (1826).
“Surtidor en Madison Square”, 1907.
Sloan decía que esta fuente cautivaba a quien la contemplaba. Los parques neoyorquinos se convirtieron en la vía de escape para los ciudadanos de una urbe en plena expansión demográfica.
“Mujer en el baño”, 1963.
El autor explora el vínculo del agua con lo femenino -un tema recurrente desde la antigüedad clásica -pero representándolo de una forma radicalmente diferente, utilizando los característicos puntos “benday”.
“Escena de invierno con patinadores en un río helado”, hacia 1650-1655.
Durante “la pequeña edad del hielo” europea, muchos pintores se fijaron en la parte lúdica y en la diversión que proporcionaba un río congelado. En la escena, un caballero juega al Kolf, antecedente del hockey y del golf actuales.
«El baño de Diana«, hacia 1869-1870.
De nuevo aparece la figura femenina asociada con el agua. Aquí una modelo interpreta a la diosa Diana bañándose en una gruta. Cuando descubre que Acteón la espía, vierte agua sobre él y lo convierte en ciervo.