Las restricciones sin precedentes experimentadas en todo el mundo a raíz del inicio de la pandemia de covid-19 han obligado a reconsiderar las cosas que realmente importan, y se nos ha recordado a todos el papel y el valor de la familia, tanto en el plano social como en el económico. Todo ello en un contexto de constante cambio del panorama social y regulatorio que eleva la complejidad de la gestión de los grandes patrimonios.
La perspectiva es importante. Cada generación se enfrentará a sus propios desafíos y las experiencias adquiridas ayudarán a conformar nuestras respuestas en el futuro. Según un estudio realizado a más de 3.000 familias durante 20 años, en la segunda generación, siete de cada diez familias pierden su fortuna, mientras que, en la tercera generación, nueve de cada diez la desaprovechan. Con la ayuda de los expertos de gestión patrimonial, siempre hay una manera confiable de navegar en un mar de dificultades.
Teniendo en cuenta este escenario, es posible que ahora sea el momento adecuado para pensar en iniciar un diálogo significativo con el entorno familiar y los expertos elegidos. Para gestionar de forma adecuada los patrimonios familiares, es necesario invertir tiempo en construir el capital financiero, así como el capital social entre los miembros de la familia. El punto de partida para esto es establecer un conjunto de valores compartidos y la mejor forma de hacerlo es elaborar un estatuto o protocolo familiar, un acuerdo formal y consciente en el que se abordará la gestión de sus patrimonios.
El primer punto que debe incluir este estatuto o protocolo es el propósito, es decir, cuál es el objetivo de la familia: la hoja de ruta a llevar y por cuánto tiempo. Algunas familias nunca han previsto apartarse durante una o dos generaciones, mientras otras han optado por mantener su fortuna, pero dedicando parte de ella, por ejemplo, a una organización o al medio ambiente.
En segundo lugar, está la gestión. ¿Cómo maneja la familia sus propiedades? ¿Hay una junta o directores? ¿Un consejo de administración? ¿Un plan estratégico? Son cuestiones que un estatuto o protocolo familiar ha de incluir.
Esto va de la mano del consejo familiar, que es el tercer punto. ¿Qué reuniones y comunicaciones se necesitan para informar, discutir, buscar soluciones y decidir? ¿Cómo vota el consejo, quién lo dirige, y con qué frecuencia? Otras de las preguntas a las que hay que dar respuesta.
Por último, el cuarto elemento es el plan de educación. Las familias con elevados patrimonios han de ser conscientes de que algunos de sus miembros deben ocuparse de la gestión profesional, ya sea ellos mismos o delegando en expertos.
La implementación de medidas
Una vez que las familias han definido sus valores y su propósito, para lograr que estos perduren en el tiempo, el primer paso es contratar a un moderador independiente. Es de vital importancia tener a alguien neutral para facilitar las discusiones entre los miembros de la familia.
La gobernanza familiar se ocupa del funcionamiento de una familia. A muchas les gusta definir todo por escrito para firmar un documento conjunto, mientras que otras prefieren reuniones formales o informales para discutir los planes del próximo año. Al establecer una estructura de gobernanza familiar, las familias se comprometen a evolucionar juntas y a aprovechar la posición de la familia en beneficio de todos.
Un enfoque al respecto es establecer un “consejo familiar” compuesto por los miembros clave que puedan discutir estrategias y tomar decisiones. Una estructura de gobierno familiar proporciona el marco que permite que se escuchen las voces de todos y se involucren en el proceso de toma de decisiones.
La filantropía puede servir como una herramienta ideal para realizar el propósito de una familia, pero también es una excelente manera de implicar a los nuevos miembros a una edad temprana en esta práctica que infunde orgullo, responsabilidad e identificación con la marca de la familia.
También, resulta fundamental el alineamiento de la riqueza con los valores. Muchas veces las familias no tienen sus inversiones alineadas con sus valores o propósitos. Sin embargo, las generaciones más jóvenes son más conscientes de esta contradicción.
Fijar valores que son apoyados por todos los miembros, independientemente de la generación en la que se enmarcan, proporciona un camino común de más fortaleza, aumentando su longevidad y relevancia. Llegar a un acuerdo no siempre es una tarea fácil, pero unos valores sólidos y una adecuada estructura de gobernanza pueden ayudar a las familias a prosperar durante generaciones.
** Ana Queipo de Llano Argote, responsable de Planificación Patrimonial para Iberia de Julius Baer.