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Al rescate de las aguas subterráneas

Este año, el objetivo del Día Mundial del Agua, que se celebra anualmente el 22 de marzo, es concienciar sobre los problemas de los acuíferos.

Casi se podría hacer un juego: escoges al azar una región cualquiera del planeta, trazas una línea en el mapa y te imaginas caminando sobre ella. Lo más probable es que, en algún momento de ese paseo, se haya atravesado la ubicación de una fuente de agua subterránea. Porque, aunque a simple vista no se ven, los acuíferos están ahí, escondidos en el subsuelo, cubriendo nuestra necesidad de agua.

“Casi la totalidad del agua dulce en forma líquida del mundo es agua subterránea y representa la base del suministro de agua potable, los sistemas de saneamiento, la agricultura, la industria y los ecosistemas”, explican fuentes de Agbar, empresa especializada en la gestión del ciclo integral del agua.
Pero, a pesar de este papel fundamental, los acuíferos están en una situación complicada. De hecho, este año Naciones Unidas celebra el 22 de marzo el Día Mundial del Agua, buscando “hacer visible lo invisible”, para concienciar a ciudadanos, empresas y administraciones públicas sobre la importancia de las aguas subterráneas y la necesidad de enfrontarse a los retos que las amenazan.
Como alerta la propia ONU, “varios de los principales acuíferos del mundo están sometidos a un creciente estrés y el 30% de los mayores sistemas de aguas subterráneas se están agotando”. Lo que supone una amenaza para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible N.º 6: Agua y saneamiento para todos antes de 2030.

España necesita agua

La sobreexplotación, la sequía, la contaminación, el cambio climático y su efecto en las lluvias y las nevadas –que son los fenómenos atmosféricos que las recargan– y el hecho de que se desconoce el alcance completo que tienen algunos acuíferos están haciendo que la situación de las aguas subterráneas sea precaria. Y, como indican desde Agbar, “aunque no podamos verlas, no quiere decir que no debamos preocuparnos por ellas”.

Los efectos del cambio climático no mejorarán las cosas, ya que los episodios meteorológicos cada vez más extremos romperán el equilibrio y aumentarán las sequías. “En 2030, se espera que el 47% de la población viva en zonas de alto estrés hídrico. España es una de las zonas afectadas y uno de los países de la Unión Europea que más lo sufrirá”.

De forma paralela subirá la demanda de agua dulce, debido al aumento de la población, que necesitará más recursos y alimentos. Se espera que, de aquí a 2050, el consumo de agua del planeta se alce entre un 20 y un 30%.

Proyecto remar, solución para los acuíferos

Por tanto, no queda más remedio que enfocarse en la solución. Como pide Naciones Unidas, ha llegado el momento de reconocer la importancia que tienen los acuíferos, asumir su situación y tomar acciones que permitan acceder a ellos de un modo más sostenible. “Urge tomar medidas al respecto y trabajar en desarrollar modelos responsables con el clima y proyectos que doten de una mayor resiliencia a las ciudades y también a las zonas rurales”, aseguran desde Agbar.

Se necesita que los acuíferos se recarguen y que las baterías de agua dulce del planeta no se agoten. Cada gota de agua resulta decisiva y ser capaces de devolver a la naturaleza el agua que ella nos entrega sería una vía para frenar el problema.

Esto es lo que busca el proyecto REMAR: recargar el acuífero del Baix Camp (Tarragona), un proyecto que lidera Comaigua, compañía mixta comarcal de mayoría pública y referente en la gestión del agua en la zona. Este proyecto cuenta con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universitat Politècnica de Catalunya, el Centre National de la Recherche Scientifique y Mejoras Energéticas, y ha recibido financiación europea.

El agua que llega a la depuradora de Cambrils es depurada y regenerada mejorando su calidad. El proyecto REMAR quiere ir más allá y busca que esa agua regenerada vuelva también al acuífero natural, reconvirtiéndose nuevamente en aguas subterráneas y mejorando la resiliencia hídrica de la zona.

Camp de Tarragona sería la primera fase: si el proyecto tiene éxito, nada impedirá replicarlo en otras zonas de la cuenca mediterránea. Una brillante esperanza
para el futuro.

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