De un tiempo a esta parte, nada define mejor una gesta que el segundo apellido de quien la realiza. Ni una crónica de Carlos Arribas, ni un libro de Homero, ni siquiera Tomás Roncero. El segundo apellido es sinónimo de epopeya deportiva, de hazaña inigualable. Don Rafael Nadal Parera. En las últimas remontadas del tenista manacorí el trending topic ha sido precisamente el apellido de su madre, Ana María Parera. Parece que el añejo “Don”, que yo ubico más con el señor Draper, sabe ya a poco. Ahora no hay nada como refrendar el primer apellido con el segundo, como si el primero nos dejase con hambre. Quizá la mayor aspiración de cualquier deportista sea hoy que se conozca su segundo apellido, puesto que significaría que ha logrado algo grande.
En el fondo, esta costumbre cada vez más arraigada, es una manera educada de exclamar un “¡Viva la madre que te parió!”. Las cosas van cambiando poco a poco y seguro que en el futuro esto evoluciona, pero tradicionalmente en España el segundo apellido es el de la madre, así que cada vez que alguien remarca un Parera, o cualquier otro segundo apellido, está haciendo un velado homenaje a las madres. Puede que fuera obvio, pensarán algunos, pero a mí me ha parecido maravilloso descubrirlo. Creo que, con la salvedad de la canción de Rigoberta Bandini o sacar buenas notas en cuarto de la ESO, no puede haber un reconocimiento mayor para las madres que recordarlas cuando se produce una gesta.
Una paternidad muy reciente hace que tenga más fresco que nunca el sacrificio enorme que todas las madres hacen para que cada uno de nosotros llegue al mundo. Es un esfuerzo tan sobrehumano, tan instintivo, tan animal, que hoy soy consciente de que en cada madre hay una epopeya que ni Ulises. Saberlo, claro que lo sabía, pero a veces, con el paso del tiempo, las cosas se nos olvidan y hace falta vivirlas en primera persona para recordarlo: en cada madre hay una proeza que deja en anécdota hasta la remontada del Real Madrid al PSG, en cada madre hay una historia de sufrimiento que merece ser contada.
Puede que sea poco, que en realidad no signifique nada, que lo que cuento sean sólo los delirios de un padre impactado por lo que admira y sabe que nunca hará, pero hoy me hace muy feliz pensar que, si alguna vez hago algo memorable, alguien mencionará mi segundo apellido, Vitoria, como reconocimiento. Un homenaje para mi madre, un homenaje para todas las madres del mundo. Remontar un Open de Australia cuando todas las apuestas decían lo contrario se aproxima sólo un centímetro a lo que vosotras hacéis. Por todas las Pareras del mundo.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.