Los ejecutivos discográficos son personajes imprescindibles, pero suelen permanecer en la sombra. Nadie sabe sus nombres y nadie les pone cara. Pero sin ellos, muchos artistas seguirían siendo anónimos. Paco Martín (Santaella, Córdoba, 1953) ha sido tan decisivo que su nombre y su rostro no son tan desconocidos: los grandes aficionados saben quien es y lo que ha hecho. Fundador de las compañías discográficas MR, Producciones Twins y Discos Pasión, logró convertir en mitos a artistas como Hombres G, Celtas Cortos, Los Secretos, Danza Invisible, Antonio Flores o Los Rodríguez. Impulsó carreras que parecían haber llegado a su fin como las de Rosendo, Antonio Vega o Joaquín Sabina. Y puso el dinero –aunque nunca se llevó el mérito– para que las carreras de El Último de la Fila o Ilegales comenzaran a andar. De todas estas historias de éxito, la más sorprendente es la de Hombres G… ¿Cómo lo hizo?
Pongámonos en antecedentes: Hombres G surgen en 1982 y un año más tarde graban en una pequeña compañía sus dos primeros singles: Venezia / Milagro en el Congo y Marta tiene un marcapasos / La cagaste, Burt Lancaster… y no pasa nada. En 1984 son un grupo que parece que ya ha visto pasar su tren… Pero en ese momento Martín escucha su nueva maqueta en la radio y todo cambia.
“El grupo había fichado inicialmente con Lollipop, pero no había pasado nada“, recuerda. “Era, por así decirlo, una apuesta ya agotada. Nadie daba nada por ellos. Yo los fiché después de oírles en Dominó, el programa de Gonzalo Garrido en Radio España, que fue la primera persona que los apoyó decididamente. Llamé a Gonzalo a la radio, me dijo que estaban todavía en el programa y le pedí que les dijera que me esperaran, que quería ofrecerles un contrato y que tardaba media hora en llegar. Y así fue. Y gracias a Hombres G sucedió todo lo que vino después en mi historia”.
«Sin dinero para el hotel ni para el avión, me alojan en un Sheraton y me dan un millón de dólares por los derechos de Hombres G. Yo habría firmado por 10.000»
Su periplo. El empresario ya estaba implicado en su segunda compañía discográfica. “Los principios son siempre muy complicados y los socios capitalistas se suelen agobiar si los discos no se venden como esperan”, reconoce. La compañía en la que había grabado a grupos como Pistones o Danza Invisible, MR, ya no existía. “Cuando esta desapareció surgió Producciones Twins, con otro socio, Pepe Escribano, el propietario de Escridiscos, las tiendas de discos más prestigiosas de Madrid. Yo tenía las ideas y la creatividad, pero no tenía dinero”. El que invertía era el socio, pero llegó un momento en el que se terminó agotando de poner dinero. “Llegamos a un acuerdo y dejó la compañía cuando acabábamos de fichar a Hombres G. Me quedé solo y lo pasé mal, porque me había quedado sin socio capitalista que me ayudara a seguir creciendo”.
Así que, el socio, Escribano, había tirado la toalla poco antes de poder haberse hecho millonario… ¡O no! “Todo lo que ganábamos se invertía en nuevas producciones. Los primeros tres o cuatro años nos dedicábamos a reinvertir. Éramos los que más destinábamos en promoción: campañas de pegada de carteles por las calles, cuñas de publicidad en radios…
No había redes sociales”, cuenta Martín. “El momento más importante fue cuando Rafael Revert, que creó y dirigió Los 40 Principales [1996-1992], decide apoyar al grupo y los conciertos comenzaron poco a poco a desbordar las previsiones: iban a salas con capacidad para 1.500 personas y se quedaban 500 fuera, sin entrada. Algo estaba pasando… A los pocos meses el disco había vendido 50.000 copias, entonces era disco de oro; poco después, disco de platino con 100.000 copias y siguió creciendo hasta los 500.000…”.
Hablemos de dinero. Una idea aproximada de lo que se pudo generar. Era mediados de los años ochenta. “En dos años, aproximadamente, llegaríamos a facturar unos 30 millones de dólares… Ten en cuenta que el primer año no sólo sacamos a Hombres G: salió Danza Invisible, que vendió 100.000; salió Tam Tam Go!, y vendió otros 100.000. Sacamos a Celtas Cortos y vendieron 300.000… Los Secretos, que estaban hundidos, los recuperé yo: sacaron Quiero beber hasta perder el control y vendieron otros 100.000…”, rememora.
Gracias a Hombres G se pudieron hacer esas inversiones fabulosas para el pop español de los ochenta. “En un par de años vendimos 2 millones de copias. Si lo multiplicas por 800 pesetas, que era el precio medio de un disco, son muchos millones de pesetas: entre 1.600 y 2.000. Unos 30 millones de dólares”.
De lo que se siente realmente orgulloso Martín es de haber apostado por la internacionalización de Hombres G. Si el éxito en España se puede repartir entre muchos, concede, desde Gonzalo Garrido, Rafael Revert o él mismo, el triunfo de Hombres G en América solo es suyo, dice. En 1985 se presentó en Perú, Lima. “Me llegaron noticias de que en el underground limeño gustaban Hombres G. Después de visitar a todo el mundo y cuando ya no tenía dinero para hotel y estaba durmiendo en un colchón en el suelo en casa de Paul Hurtado de Mendoza [un arquitecto melómano], que luego llegaría a trabajar en España en Nuevos Medios, y tenía que ir al consulado para que me repatriaran porque no tenía dinero para el avión de vuelta, surge el milagro: me llama Augusto Sarria, el director de CBS en Lima, al que había visitado, diciéndome que Tomás Muñoz, el presidente de CBS en Nueva York, quería verme inmediatamente. Me pagaron un billete de avión en primera clase. Me hospedaron en un Sheraton de cinco estrellas y me dieron un millón de dólares por los derechos del contrato. Yo habría firmado por 10.000 dólares…”. El resto es historia.