La empresa y el deporte son dos ámbitos cuyas relaciones no se han estudiado convenientemente hasta tiempos muy recientes. De hecho, la práctica del deporte entre la población general no era algo extendido en la sociedad hasta, prácticamente, el nacimiento del siglo actual. Sin embargo, los beneficios de su práctica son incalculables, no sólo para el bienestar físico, sino por los valores que arrastra. Las nuevas generaciones de líderes empresariales muestran, en las últimas décadas, una asombrosa capacidad de adaptación ante los retos más variados y eso se debe, fundamentalmente, a una concepción innovadora del liderazgo entre empresarios, deportistas, entrenadores y gestores deportivos.
Para debatir sobre la relación que existe entre el deporte y el liderazgo empresarial FORBES y Technogym reunieron —el pasado viernes 19 de noviembre en la boutique de los equipos Technogym de gimnasio y hogar— a varios altos directivos empresariales (y deportistas aficionados en su tiempo libre) en un Forbes Talks moderado por José Miguel Antúnez, exjugador de baloncesto profesional y actualmente growth business manager del grupo de agencias de publicidad y marketing IPG Mediabrands.
En la charla participaron Juan Francisco Castuera, VP & general manager de Global Commercial Services en AMEX España; Pedro Díaz Yuste, CEO de Mapfre Salud Digital; Álvaro Antón Luna, director general para Iberia de Aberdeen Standard Investments; Dominique Uzel, director general de Negocio de Santalucía; Gisela Subirà, subdirectora general de Allianz; José Ramón Azurmendi, director de clientes de Aegon; Luis Sánchez de Lamadrid, director general de España de Pictet Wealth Management Spain, y Sophie del Campo, directora general de Natixis Investment Managers para Iberia Latam y US Offshore.
«El deporte ha sido la mitad de mi vida profesional y me ha servido como formación para afrontar luego los retos profesionales que he tenido que abordar luego», afirmó José Miguel Antúnez en su introducción al debate, y formuló a los asistentes —»acostumbrados a manejar equipos y a manejar grandes presupuestos»— la siguiente pregunta: «¿Cómo se pueden aplicar los valores del deporte al liderazgo empresarial?».
Antes de entrar en materia, los participantes compartieron su experiencia deportiva. Juan Francisco Castuera, de AMEX España, afirmó que en su caso le servía «para descargar la tensión laboral del día a día». Y aunque —según dijo— practica varios como «la bicicleta de montaña, correr maratones, el golf, esquiar, bucear, el tenis…», ninguno se le da bien. Quizás lo suyo era el parapente, que hizo hasta hace 10 años, cuando acordó con su mujer «dejar el vuelo hasta que los hijos se independizaran».
Dominique Uzel, de Santalucía, comentó que practicaba deportes desde pequeño: «Desde los más convencionales, como el fútbol o el tenis, hasta los otros como el snowboard, el esquí acuático o la moto enduro, porque estos deportes me aportan adrenalina». Para Uzel, el deporte es una buena forma de aclarar la mente: «Las mejores ideas para mi trabajo las he tenido, por ejemplo, mientras corro; tiene que haber algún tipo de conexión especial en el cerebro que hace que esas ideas surjan de forma natural en el deporte y no sentado en la mesa, delante del ordenador».
Álvaro Antón, de Aberdeen Standard Investments, también practicaba todo tipo de deportes (fútbol, tenis, esquí acuático), pero que una lesión fortuita en una estación de esquí alpino, bajando del telesilla, le provocó la rotura simultánea de las dos rodillas y que le había dejado secuelas. Sin embargo, ha podido volver a esquiar: «Es el deporte que más me gusta practicar, porque lo hago en familia». Y a correr, «pero con rodilleras». Antón comentó que la práctica del deporte le sirve «como borrón y cuenta nueva, aunque sea tan solo una hora».
Quien más sorprendió a todo el mundo al explicar su caso fue José Ramón Azurmendi, de Aegon, cuando comentó que empezó con la bicicleta de montaña y que «cada año me compraba una bici nueva; aunque me he deshecho de alguna, lo cierto es que ahora tengo un pequeño museo en casa». Pero lo mejor estaba por llegar: «Llevo unos años que me ha dado por el triatlón y ya he participado en varios Ironman [que, para quien no lo sepa, consiste en una competición de tres pruebas extremas sucesivas: 3,86 km de natación en mar abierto, 180 km de ciclismo y una maratón –42,195 km– de carrera a pie]. A las 6 de la mañana ya estoy haciendo deporte y, para mí, el mejor día es el que paso 14 horas haciendo deporte».
Menos extremo es el caso de Gisela Subirà, de Allianz, que también ha practicado fútbol y voleibol, pero «no me gusta correr, pero voy al gimnasio y también practico surf, pilates y yoga». Sophie del Campo, de Natixis Investment Managers, declaró, por su parte, que ella no era aficionada al deporte, pero que sí practicaba pilates «por necesidad y por disciplina» y que después de la jornada laboral necesita «aire».
Pedro Díaz Yuste, CEO de Mapfre Salud Digital, contó su experiencia personal: se planteó correr de una forma regular porque notaba que le ayudaba a liberarse mentalmente y eliminar tensiones, con distancias entre 10 y 20 km. Pero al cumplir los 40 aceptó el desafío de la maratón. «Desde entonces hago una al año. Tengo 53 años y llevo trece, la última hace un par de meses. La verdad es que yo soy muy perezoso y el correr me ayuda a disciplinarme».
En el caso de Luis Sánchez de Lamadrid, de Pictet Wealth Management Spain, el deporte ha llegado a ser casi una profesión. Lo comenzó a practicar en el colegio «para ayudarme a encajar socialmente» y luego, cuando se trasladó a Estados Unidos para terminar sus estudios, le becaron por su velocidad en los 400 metros lisos. Afirma que él no ha sido nunca un deportista de élite, pese a que ha competido en esa disciplina en los Campeonatos de España, y que serlo es «una de las cosas más difíciles del mundo». Sánchez de Lamadrid asegura que le gustan todos los deportes: «Podría practicar hasta curling, pero no tengo ya tiempo para más actividades: he sido profesor de esquí y he competido como esquiador, juego al golf, monto en bicicleta de carretera y montaña. Yo soy una persona muy nerviosa y el deporte me aporta mucha paz y mucha tranquilidad y cuando lo practico me surgen, como decía otro compañero, las mejores ideas para el trabajo. Si no me surgen practicándolo, me surgen justo después, en el momento de máxima paz y tranquilidad. Y los mejores clientes los he hecho haciendo deporte».
Con esta última frase, el moderador, José Miguel Antúnez, admitió que el deporte, efectivamente, sirve para romper barreras. «Sufrir, sudar, disfrutar, con otra persona, hace que las relaciones sean mucho más estrechas y cordiales» y abordó ya directamente, la relación entre la práctica deportiva y la forma moderna de entender el liderazgo.
Juan Francisco Castuera, de AMEX, consideraba que «uno nace con su ADN, pero el líder se hace, como sucede con el deporte, con el hecho de querer mejorar. El deporte –añadía– te hace ser más sensible a la diversidad, que es otra de las características del líder moderno». EL resto de participantes coincidieron.
«Todos tenemos habilidades innatas –afirmaba Uzel, de Santalucía– que mejoramos con trabajo, dedicación y formación, en una especie de estrategia de 360° y el ejercicio deportivo es una manera más de inspiración, por la liberación que supone. Y cuando hablo de deporte, cualquier actividad sirve, desde el senderismo, para estar fresco de mente».
Del Campo, de Natixis, aseguraba que «lo importante es poner pasión en lo que se hace y el punto en común entre el liderazgo empresarial y el deporte es tratar de mejorar: el líder moderno tiene que ocuparse del bienestar de su equipo y no me refiero sólo al bienestar físico, sino al mental, y ahí entre el deporte pero también la lectura o la meditación».
Antón, de Aberdeen, planteaba a los presentes una pregunta retórica: «¿Quién es mejor: Cristiano Ronaldo o Messi? Indudablemente, el más habilidoso es Messi, el que más virguerías puede hacer, pero también es cierto que no es el más líder. Cristiano es un ejemplo porque gran parte de su talento es fruto del trabajo. A donde quiero llegar –explicaba– es a que el líder tiene un 70% de cualidades innatas, pero el 30% restante, el que te hace destacar, es el hambre, la ambición, el esfuerzo. Es una mezcla de trabajo duro que mejora las capacidades innatas».
Para Azurmendi, de Aegon, incidía en el aspecto de la ambición. «Yo lo veo en mis tres hijos: del mismo padre y la misma madre, pero todos son distintos. Intento visualizarlos en el futuro y la conclusión a la que llego es que cada uno, en su diversidad, tiene que fomentar ese hambre, porque el líder tiene que saber enfrentarse a cambios constantes. Antes, el mundo era más estable, pero ahora los cambios se suceden a gran velocidad y eso obliga a que en las empresas se tengan que incorporar perfiles distintos».
Subirà, de Allianz, apuntaba en el mismo sentido: «El líder se hace y es imprescindible ser resiliente. En estos momentos no se puede ser rígido y estricto, porque el mundo es cambiante y pienso que, en realidad, el líder es el que trabaja para los otros, creando entornos seguros para todo el equipo». Incidiendo en esa misma idea, Díaz Yuste, de Mapfre, afirmaba que el líder «es el que es capaz de sacar lo mejor de sus equipos y para eso hace falta comunicar y compartir, con humildad, optimismo y pasión».
Sánchez de Lamadrid, de Pictet Wealth Management, añadía que «la consistencia» es un valor fundamental: «A las nuevas generaciones no les falta de nada y resulta difícil transmitirles la necesidad del esfuerzo, porque lo más importante no es hacer esfuerzos puntuales, sino hacerlos todos los días. Por eso, el líder moderno tiene que ser consistente y mostrar, con su ejemplo, diario, el valor del esfuerzo«.
La charla se prolongó durante una hora y se aportaron en común numerosas ideas, pero, a modo de conclusión, el moderador, que en su día jugaba en la posición de base en el Real Madrid, el Estudiantes y la Selección Española de Baloncesto, donde alcanzó las 50 internacionalidades, asumió que entre las características fundamentales del líder está su «disciplina, ser motivador y se competitivo», pero pidió a los presentes que definieran, por su parte, en una sola palabra, al líder empresarial moderno: «Empatía», para Sánchez de Lamadrid; «equipo», para Antón; «optimismo», para Díaz Yuste; «ambición», para Azurmendi; «apasionado», para Del Campo, “saludable”, para Subirà, «constancia», para Castuera y «ejemplaridad», para Uzel.
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