Opinión Jesús Mardomingo

Si Cristóbal levantara la cabeza

A chromolithograph by Louis Prang and Company.

Banda sonora (solo para generación X y baby boomers):

Pocos españoles olvidamos la fecha del 12 de octubre de 1492. 

Quinientos y pico años después, poco importa decidir si Colón fue el primero en tocar el continente americano, o descubrir cuáles fueron sus objetivos reales. De hecho, el genovés murió sin cumplir su sueño de llegar a las Indias y sin entender la magnitud de las tierras halladas en su camino. 

A día de hoy, lo realmente importante es que el primer viaje del Almirante, junto al de otros muchos descubridores de la época, fundamentalmente españoles y portugueses, supuso, además del nacimiento de una hermandad y un mestizaje que debiera enorgullecer a ambos lados de las orillas del Atlántico, un ejercicio ejemplar de movilidad entre puntos muy distantes que varios siglos después sigue vigente y debiera servir de reflexión para el hombre contemporáneo en materia de sostenibilidad

Una sostenibilidad que aún está por llegar en un Nuevo Mundo, el segundo después de Colón, que los humanos necesitamos rehacer a toda vela. 

La Edad Moderna no se entiende sin este movimiento emprendedor que también vino a confirmar el principio, casi físico, de que el ser humano es movilidad, y la historia de la movilidad es la historia de la propia humanidad. Si, además, nos ajustamos a la ortodoxia del momento actual, y se cree en el Pacto Verde y resto de compromisos internacionales asumidos por la Unión Europea, deberíamos hablar de una movilidad sostenible.

El gobierno español, creyente extremista de este movimiento, anunció hace unas semanas la celebración en junio del 2022 del Global Mobility Call, una apuesta por liderar la movilidad sostenible mundial. Un proyecto casi tan ambicioso como el de Colón. 

Pero volvamos a 1492, sin entrar en el actual debate político o moral, muchas veces excedido de demagogia, de la llamada colonización. Los hechos históricos son eso, históricos. Aplicar principios morales o políticos interesados para interpretar un hecho es una pérdida de tiempo y un sinsentido. Prefiero quedarme ahora con el hecho de que Colón fue, también sin saberlo, un viajero que apostó por la movilidad sostenible, como elemento de desarrollo y cohesión. Y para ello encontró en Isabel la Católica a la primera mujer empresaria de capital riesgo dispuesta a financiar su proyecto

Una empresa de alto riesgo en la que la información no financiera analizada para aprobar la dotación presupuestaria tuvo, sin duda, más peso que la financiera. Una travesía que no buscaba alcanzar cero emisiones netas CO2, pero que, basándose en la tecnología del momento, y fomentando un uso inclusivo del transporte compartido, convirtió a su promotor en un activista mucho más eficiente y menos apocalíptico que la niña Greta, aunque igual de políticamente incorrecto, y recluta de rebeldes con causa.

Una movilidad que permitió la conexión sostenible de lugares lejanos intensificando el comercio hasta su actual expansión en un planeta que se ha quedado pequeño como escenario de un comercio globalizado.

Un comerciante, experto en mercadotecnia y comunicación (ahora lo llamamos marketing) que bautizó a sus naves con nombres tan exitosos y duraderos como la Santa María, la Pinta y la Niña, y fue pionero de proyectos ecológicos como el achatarramiento de vehículos cuando con los restos de su carabela construyó el fuerte Navidad en la isla La Española, o impulsor del cabotaje como lo entendemos en nuestros días. Y todo, a diferencia de otros colonizadores, lo hizo con respeto a los ciudadanos otorgándoles derechos y obligaciones. Basta para convencerse de ello con leer a su hijo Hernando en Historia del Almirante.

Y después del barco, fomentó el transporte de proximidad con el caballo y el transporte fluvial, y los carruajes, y junto a todo este desarrollo, el crecimiento de las ciudades, y con ellas, el impulso definitivo de los transportes colectivos, pero también la consolidación del transporte personal. 

Años después llegaría el ferrocarril, la bicicleta, el automóvil !, los aviones, las naves espaciales, todos con sus correspondientes efectos perniciosos para la descarbonización. 

Colón fue navegante, cartógrafo, Almirante, Virrey, Gobernador General de las Indias Occidentales, y por encima de todo promotor del comercio global, emprendedor tecnológico, y tremendamente itinerante, incluso fallecido. Tras morir en Valladolid, llegó a cruzar en una quinta ocasión el Océano Azul, partiendo del monasterio de La Cartuja en Sevilla hasta llegar a la catedral de Santo Domingo, donde hizo escala para ser exhumado y trasladado a la Habana hasta la independencia de Cuba en 1898, año (desastroso) en el que vuelve a cruzar el atlántico rumbo de nuevo a Sevilla. Menudo tornaviaje! (por cierto, nombre precioso que el Museo del Prado ha otorgado a una exposición recién inaugurada, y muy recomendable, para entender y valorar las aportaciones artísticas desde el Nuevo Mundo a España y, por extensión, a Europa). La movilidad siempre es de doble sentido. La sostenible, más aún.

En cinco siglos de itinerancia y movilidad, la población del planeta, incluso la que frecuenta el espacio exterior (hace unas semanas se batió el récord de astronautas en el espacio simultáneamente), se ha esforzado por concentrarse en ciudades, grandes, medianas y pequeñas, pero al fin y al cabo ciudades estresadas por la superpoblación, la escasez y el precio de la energía como la hemos consumido hasta ahora, y exigidos por el compromiso universal que todos hemos adquirido por salvar la Tierra de emisiones contaminantes y gases de efecto invernadero, dicen que causantes del cambio climático.

El emprendimiento y la iniciativa de Colón debiera servir para pensar de dónde venimos, valorar las carencias desde entonces detectadas, y repensar el mundo que vivimos. No basta con la apariencia y el “compliance” de muchas normas para cumplir un objetivo tan desafiante como la neutralidad climática, sino la convicción de todos, empresas, políticos y ciudadanos. La misma que tuvo Cristóbal que, unida a la confianza en su proyecto, contagió a muchas personas el interés por descubrir un rumbo desconocido sostenible y creo historia. Un reto que sus sucesores tenemos encima de la mesa y cuya solución debiera perdurar, al menos, otros 500 años. 

Película recomendada: Guantanamera.