Opinión Kerman Romeo

Dale una vuelta

Oficina. Trabajadores. Empleados

La llegada del otoño, que arranca este miércoles, suele ser el momento de las nuevas tendencias. Vuelven las mejores series, comienzan a estrenarse películas más dignas que en verano y la moda se deshace de su peor época, la estival, donde están permitidas todo tipo de atrocidades, para encarar su periodo de máximo esplendor: otoño-invierno.

Antaño, cuando la compra física aún dominaba como el Barça de Pep, recuerdo que devoraba con fruición los catálogos de la colección para esta temporada de El Corte Inglés, que mostraba lo que llenaría nuestros armarios ese periodo, lo que estaría de moda. De hecho, no hay meses en el año tan relevantes para las modas como los que cubren el periodo otoño-invierno.

Modas que no sólo se circunscriben a lo que nos ponemos. Con la vuelta de las vacaciones, con las baterías a tope tras la desconexión después de todo un año, también es un periodo para la expansión de algunas tendencias, y no me refiero a las textiles, en el entorno laboral; una perdición para profesiones como la mía, el marketing, especialmente permeable a lo que se lleva, por muy ridículo que sea.

Primero, fuimos devotos de introducir palabras en inglés (top of mind, awareness, call…), aunque no hiciesen falta porque existían en nuestro propio idioma, para después rizar el rizo y terminar en esperpentos como acuñar el verbo «performar» para hablar del funcionamiento de algo. Cuando caiga el meteorito, algunos lo tendremos más que merecido.

Pero hay modas que trascienden el entorno cool del marketing y se extienden como un chicle Boomer a todo el mundillo profesional. Hay una que aparece especialmente en todos los catálogos de esta temporada: la expresión «le doy una vuelta». Darle una vuelta es el eufemismo de decir no, es una negativa de efecto retardado. Puede que no siempre lo fuera y que todavía queden personas que lo emplean con su uso primitivo, benditos estos, pero hoy en día se debe sospechar siempre que se escucha. Es el «no eres tú, soy yo» que quiere evitar una conversación incómoda. 

Porque ese «le doy una vuelta» se ha popularizado como forma de, o bien ganar tiempo hasta que al otro se le olvide (una negativa, al fin y al cabo), o para llegar a la misma conclusión bajo el aspecto de haberlo pensado. ¿Tanto nos cuesta confrontar? ¿Tan difícil es decir que piensas distinto y, si al final no se llega a un acuerdo, que decida quien más responsabilidad puede, quiere o debe ejercer? La frase que nos concierne representa demasiado bien esa tendencia a la aversión al debate o al enfrentamiento, la propensión a celebrar los síes y disfrazar infantilmente las negativas.

En fin, si estoy escribiendo sobre esta expresión es porque ya está de moda, y, por tanto, posiblemente se agote pronto, como el cuello vuelto que te hacía creer Steve Jobs, aunque no lo fueras (no lo eras). Espero que este sea el último catálogo en el que vaya en portada. Tras este texto, a mí ya no me queda otra opción que buscarme otra forma de decir que no. Le daré una vuelta

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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