Así se veranea un multimillonario en las Islas Vírgenes Británicas
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En primer lugar, reserva en BEYC (o Mango Bay o Leverick Bay, u Oil Nut Bay, o Saba Rock, o Rosewood Little Dix Bay -rápidamente porque se cerrará por reformas desde este mayo hasta otoño de 2017-). A continuación, llega a Virgin Gorda. Es difícil navegar hasta allí, pero puedes volar con un helicóptero privado, que lleva a los pasajeros directos al helipuerto de BEYC), o en hidroavión desde St. Thomas o San Juan, es mucho más rápido.
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Después, tras la estancia en los muelles del Bitter End, llegaron la diversión y la comida. Comimos hamburguesas en The Crawl Pun, cerca del puerto deportivo. No obstante, también había un comedor más elegante en Clubhouse Steak y en Seafood Grille una playa privada y mesas junto a una piscina.
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A varios miembros de nuestro equipo también les encantaron la clase de yoga, que tuvo lugar en la terraza cercana a la piscina, y las rutas de senderismo que llevan a los huéspedes a las partes no desarrolladas de Virgin Gorda. Una de ellas, la ruta a la cima de Gorda Peak, donde el esfuerzo de la subida es recompensado con unas vistas espectaculares.
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Jessica (en la foto de arriba) se apiadó de mí y me trajo un café desesperadamente necesario a las 6:30 de la mañana (mucho antes de que abriera el restaurante), mientras yo contestaba correos electrónicos (¡la desventaja de tener buena conexión a Internet en las islas!). Tras esto, puedo decir firmemente que el servicio al cliente del resort es casi mejor que las vistas.
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Y como marinero experimentado (y amante de los balnearios que ofrecen cosas divertidas que hacer además de tomar el sol), puedo deciros que la oferta de deportes acuáticos en el BEYC puede que sea una de las mejores que he visto en mi vida. Su flota está compuesta por más de 100 barcos, incluida una amplia gama de veleros, lanchas y kayaks, paddle boards y barcos pesqueros más grandes. También están los barcos de excursiones, que llevan a los clientes a practicar buceo, pesca submarina y a visitar la mayor parte de las islas vecinas, excepto Necker y Eustatia, claro. Lo mejor: el uso de casi toda la flota está incluido en el precio de la estancia de siete noches.
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No había tenido el placer de alojarme en una de las magníficamente equipadas habitaciones de Bitter End a consecuencia de mi corta visita, pero sin embargo tuve la oportunidad de experimentar la brisa del mar, la relajación y disfrutar de la privacidad y las hermosas vistas (de Eustatia, por supuesto), desde varios de los porches por los que es tan conocido el resort. Y tengo que admitir que algunos alojamientos me dieron envidia a pesar de que bajo mi otra “casa” abajo había un lujoso yate de 64 pies.
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A la hora de irme me entristecí, pero al subir a bordo del hidroavión privado y despegar desde el azul imposible de la “pista de aterrizaje” de North Sound rumbo a disfrutar después del BEYC lo hizo todo mucho más llevadero.
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