Antes de fundar Auara se podría decir que Antonio Espinosa (Sevilla, 1990) era un “hombre de mundo”, de esos que se cogen la mochila y se van a ayudar a construir un colegio en Perú en segundo de carrera, de esos que se enamoran de la gente y deciden repetir un voluntariado en Etiopía, de esa clase de gente que habla con respeto y admiración de Camboya mientras recuerda las seis semanas que pasó en Asia levantando casas para familias pobres. Antes de eso ya había conocido mundo, habiendo vivido en Bolivia y Brasil en su niñez, pero reconoce que no fue la misma experiencia. Tras romper la “burbuja” este joven arquitecto confiesa que se llevó la primera “torta” en su primer voluntariado, algo de lo que todavía no ha podido desengancharse.
Fue en Etiopía cuando se dio realmente cuenta de la necesidad de apostar por Auara, una iniciativa que pretende acercar el agua potable a 50.000 personas más en todo el mundo para el año 2020. “El agua estaba detrás de la mayoría de las pobrezas de la gente”, comenta Espinosa mientras recuerda las duras imágenes que presenció cuando construía un hospital en el país africano. Hoy su empresa social, fundada junto a sus dos socios Pablo Urbano y Luis de Sande, está más cerca de conseguirlo. Auara ya ha vendido alrededor de 700.000 botellas en nueve meses y ha facilitado el acceso a agua potable a 3.000 personas en países como Camboya, Benín o Camerún.
-¿A qué le sabe Auara?
Me sabe a irme tranquilo a la cama. Me sabe a haber encontrado un trabajo que responde a mis inquietudes y a las preguntas que yo me hago, y a esa inquietud que yo tenía durante la carrera, cuando me decía que sí, yo podía estudiar mucho, podía ser el mejor en lo que hiciera, pero si el día de mañana mi trabajo no ayudaría a que el mundo fuera un poco mejor, de qué me serviría todo eso.
-Auara es “el agua con valores”, libre de alcalina y sodio. ¿De qué está libre Auara como empresa, además de repartir a día de hoy sus dividendos?
De muy pocas cosas. Lo que hemos hecho al convertirnos en una empresa social es echarnos muchas responsabilidades y esclavitudes a la espalda. Al final hablar de valores hace que te pongan en el punto de mira. Sabemos que vendemos plástico, y a mí no me hace ninguna gracia, y lo digo con toda la sinceridad. Éste es un mercado en el que se venden 3.000 millones de botellas todos los años en España. Queremos cambiarlo poco a poco, pero desde dentro. Hemos sido la primera marca a nivel europeo en fabricar la botella con material 100% reciclado, pero nuestro objetivo es que antes de 2020 eliminemos el plástico de nuestro ‘packaging’, y ya estamos investigando sobre biopolímeros, en plásticos de origen orgánico que son biodegradables.
-“Tormenta de arena en el desierto”, eso significa Auara en amhárico. ¿A qué tormentas se enfrenta una sociedad limitada con lucro social en España?
A la falta también de entendimiento, porque al final el sector de la empresa social es algo que está empezando poquito a poco. La gente nos pregunta si esto es una empresa o una ONG. Ese concepto de empresa social no lo entienden del todo.
¿Cree que valdrá esta iniciativa para que se creen otras?
Ojalá que sí, y no sé si terminará plasmándose en cosas concretas, pero sí que nosotros tenemos la experiencia de que mucha gente nos escribe, nos llama y nos pide orientación. Es gente que está saliendo de la carrera y tiene ideas, y nosotros, que hemos caminado por un desierto de tres años sin demasiadas referencias, intentamos dentro de lo posible echar una mano, orientarles, y estamos encantados.
-“Auara no financia ONG, financia proyectos concretos”, dicen ustedes. ¿Se encuentra alguna crítica constructiva detrás de esta afirmación?
No, para nada. Lo que nosotros decimos es que nosotros no estamos donando los dividendos que ganamos a una ONG de forma genérica para que ésta los gestione como entienda mejor. Trabajamos cada proyecto individualmente, y dentro de esos proyectos no entran costes de gestión, de representación, de oficina o de marketing.
-Lo que es cierto es que con la crisis las ONG han terminado por “buscarse la vida”.
Se hace casi por necesidad. Hace tres años cuando empezamos con el proyecto no queríamos vender botellas de agua. Nos daba igual y nos da más o menos igual hoy, si no fuera por el fin que tiene. Lo que queríamos era hacer proyectos de agua. Lo que pasa es que viendo el panorama que había, en el que las ONG estaban pasándolo fatal, nos dijimos que esto había que enfocarlo de otra manera.
-¿Le veremos en alguna manifestación de alguna ONG vinculada con su causa?
Pues es que he ido a muy pocas manifestaciones en mi vida, pero si tuviera que manifestarme por algo y tuviera que salir a la calle, posiblemente sí.
-¿Son compatibles empresa y activismo?
Deben serlo, siempre y cuando el activismo sea un activismo constructivo. El activismo puede caer a veces en ser demasiado destructivo y no entender que la economía funciona de una manera. La mejora tiene que venir desde dentro de la economía, y no desde posiciones negacionistas. Creo que el activismo tiene que entender cómo funcionan las empresas, porque al final son éstas las que mueven el mundo. Por otro lado, sería bueno que las empresas tuvieran personas más activistas, con valores, que cambiaran un poco la visión.
-En el caso de la empresa la sostenibilidad ha de ser clave. ¿Ya cobran los trabajadores de Auara?
La plantilla ya ha empezado a cobrar, y poquito a poco vamos intentando pagar unos sueldos que permitan a la gente vivir. Todo el mundo que está aquí ha hecho un esfuerzo importante. Lo que sí es cierto es que los fundadores del proyecto tenemos un compromiso con la gente que nos ha dado la financiación, y hasta que no lleguemos a superávit positivo no cobraremos un sueldo.
-El futuro siempre es incierto, pero sus objetivos sociales parecen estar claros. Entre ellos podemos mencionar el acceso a agua potable de 50.000 personas. ¿Cómo va el camino hacia esa meta?
Estamos en 3.000. Esto es para 2020. Hay que tener en cuenta que la curva de crecimiento en todos los sentidos, tanto de facturación de clientes como de impacto social, es claramente ascendente. El año pasado cerramos dos proyectos, este año terminaremos ocho proyectos y el año que viene si volvemos a multiplicar por cuatro serán 32.
-Podríamos decir que Auara es un “agua 100%”. Fabricada con material 100% reciclado, 100% social y con un diseño 100% eficiente para su mejor almacenamiento. ¿Podríamos hablar de un consumidor 100% concienciado?
Nosotros somos un negocio B2B2C. Vendemos el agua a través de una cadena de distribución, por ejemplo, a un restaurante, y éste a su vez se la vende al cliente final. Lo que ocurre es que el cliente final a veces nos compra sin tener la más mínima idea de lo que somos. Hay gente que nos compra porque la botella es bonita, porque sale en el Instagram de algún restaurante molón…
-Para ello han puesto un QR en la botella que informa sobre el proyecto. No sé si sabe que la tasa de apertura de un QR es cada vez menor.
Lo sabemos. El QR es una ventana. Cuando una ONG cuelga sus cuentas en una web el porcentaje que entra ahí es menos de un 1%, pero está ahí por si alguien lo quiere ver. El QR es lo mismo, no tenemos una forma de dar a conocer los proyectos en la botella más que con el QR y la web.
-¿Se plantean acciones que impliquen de forma más directa al consumidor final?
Hacemos algunas acciones. Tenemos un concepto que se llama “Mi gozo en un pozo” para generar eventos, que son la parte de “mi gozo”, que son actividades deportivas, y que a su vez dan lugar a un “pozo”, a un proyecto relacionado con el agua. Por ejemplo, hemos hecho hace un mes una sesión de yoga con Lucía Liencres, y lo que hemos recaudado se va para un proyecto en Camboya con el que se podrá dotar de agua potable a un centro de salud. Estamos intentando darle la vuelta a la ONG tradicional, en la que a veces se ve un cóctel con un motón de dinero, y así aportar algo a la gente.
-Hay un valor diferencial de esta “empresa”, y es que se trata de un proyecto intergeneracional que une en un mismo equipo gente de muy diversas edades.
Nosotros intentamos ser una empresa con un espíritu muy joven.
-Y como se suele decir, el espíritu no tiene edad.
Eso es cierto. También es verdad que sabemos que nuestro consumidor tipo es una mujer urbanita de entre 25 y 35 años, es decir, una mujer joven; pero también es verdad que nosotros vendemos agua, y todo el mundo consume agua. De ese modo se puede interesar por nosotros el ama de casa que le guste que el agua sea baja en sodio y que además ésta haga una cosa positiva por el mundo, o la chica de 23 años que está en un restaurante y le ha gustado la botella. Al final el producto en sí mismo es omnicanal, llega a todo el mundo, y allí donde se beba agua podemos estar nosotros.
-Pero el hecho de que se considere un bien de primera necesidad imagino que también impone un reto a la hora de comunicar y vender.
Tenemos un reto importante, y es que esta botella sea un elemento de comunicación, y es complicado porque según el canal tu ‘packaging’ puede ser de una forma u otra. Tenemos un solo producto y tiene que funcionar en todos los canales. Somos relativamente parcos en la comunicación. Hemos visto marcas que ponen las clásicas imágenes de un niño africano, y nosotros no queremos ir por ahí. No le digo que no vayamos a usar imagen, pero lo que sí haremos es respetar a la persona, porque un niño africano con moscas no quiere salir ahí de esa manera. Yo si estuviera en su situación no querría aparecer en carteles del metro con las moscas y la tripa hinchada.
-¿Qué le gustaría mostrar a Auara en su próximo cumpleaños?
Ahora mismo estamos inmersos en dos procesos que van de la mano: uno, dar un salto a nivel de equipo para tener una estructura de ventas a nivel nacional, y otro, lanzar dos formatos nuevos. Y si para el próximo cumpleaños hemos conseguido eso, nos daremos con un canto en los dientes, más allá de que lo que queremos siempre es tener impacto social, acabar los proyectos y que el año que vienen sean muchos más.