Descansar lejos del bullicio y las restricciones de la ciudad frente a la pandemia se ha convertido en uno de los lujos de la temporada. En este punto, las islas son un paraje único para liberarse. Eso sí, no está al alcance de todos los bolsillos —una isla pequeña puede llegar a costar alrededor de 50.000 dólares. Estos son algunos de los más recónditos y deseados:
Isla Minicoy (India)
Dentro del archipiélago de las Laquedivas, en pleno océano índico y prácticamente por encima de las Maldivas, se ubica la isla Minicoy, también conocida como Isla Maliku. Este atolón con forma de media luna y de apenas diez kilómetros de largo es uno de los destinos más desconocidos y vírgenes del planeta.
Casi totalmente cubierta de cocoteros y con una gran tradición marinera, su gran atractivo turístico se concentra en sus playas de arena blanca, lagunas —las más grandes del conjunto del archipiélago— y arrecifes llenos de vida. Por este motivo el esnórquel, buceo y submarinismo son uno de sus mayores reclamos.
Minicoy se distingue del resto de islas del archipiélago indio por su fuerte cultura. Con apenas diez mil habitantes, el sistema de aldeas tradicional de su población —organizado bajo el control de los miembros más ancianos de las distintas familias, a los que llaman mooppan— cuentan con una decoración y mantenimientos particulares por cada casa, cuánto menos singulares para visitar.
Además, la isla cuenta con un faro construido en 1885 y una mezquita que se cree de origen medieval.
La isla incluye una limitada oferta de opciones para el hospedaje, entre ellos algunos resorts hoteleros de lujo que proporcionalmente no ocupan ni el 20% de la ínsula. Si quieres hacer algo más de turismo te recomendamos otras bellezas cercanas como la Isla Bangaram, una de las más populares del conjunto indio.
Isla Socotra, Yemen
También ubicada en el océano Índico, entre el mar Arábigo y el golfo de Adén, frente al Cuerno de África, encontramos una de las islas más aisladas y únicas del mundo.
Con unos 130 kilómetros de largo y 40 de ancho, Socotra, la isla principal del archipiélago que también da nombre —y que incluye a las islas de Abd Al Kuri, Samha y Darsa, además de otros islotes deshabitados— es un paraje singular marcado por su flora endémica. Destaca principalmente el Dracaena cinnabari, un árbol más aparasolado que los dragos de las Islas Canarias, cuya savía de color rojo aún se usa por algunos de sus habitantes como medicina o tinte.
Esta isla yemení, también conocida como Las Galápados del Índico, combina a la perfección playas y dunas de arena blanca con una cadena montañosa, Jabal Haggeher, de 1526 metros sobre el nivel del mar. No extraña así que desde 2008 se encuentre en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Isla Raivavae, la Polinesia Francesa
Raivavae, también llamada Vavitu, fue descubierta en 1775 por el español Tomás Gayangos. Bautizada inicialmente como Santa Rosa, acabó cambiando de nombre tras su anexión a Francia en 1880.
La ínsula es conocida por sus yacimientos arqueológicos —principalmente los tikis—, localizados entre su abundante vegetación, aunque en la actualidad focaliza su atractivo turístico, sin demasiada explotación, en sus lagunas de color esmeralda e islotes coralinos (motus) que forman piscinas naturales únicas.
La isla, ubicada en el archipiélago de las Australes, el más meridional de la Polinesia Francesa, es el destino clave para aquellos que busquen iniciarse o practicar todo tipo de pesca y adentrarse en la naturaleza. Además, por su origen volcánico, también cuenta con el monte Hiro, de 437 metros de altitud, ideal para hacer senderismo.
Isla Tetiaroa, la Polinesia Francesa
Apenas a 800 km de Raivavae, otro paraje natural, también ubicado en la Polinesia Francesa, aunque más cercano a la civilización, a 42 kilómetros de Tahití, encontramos la Isla Tetiaroa.
Este atolón, residencia estival de la realeza tahitiana durante siglos, ahora cuenta con uno de los resorts más exclusivos del mundo, The Brando, en honor al actor Marlon Brando, quien tras el rodaje de Rebelión a bordo en 1962 la compró y convirtió en uno de los espacios refugio de la élite hollywoodense; unos 3.000 euros por noche y persona en una villa exclusiva.
San Cristóbal y Nieves, el Caribe
Existen dos islas gemelas de las Antillas Menores del Caribe que formalmente no son tan visitadas. Saint Kitts y Nevis, por su nombre en inglés, se consideran el país más pequeño del continente americano. Hogar de las primeras colonias británicas y francesas, estas ínsulas separadas por un estrecho de 3 kilómetros, son un lugar con una marcada historia.
Reflejo de ellos son sus infraestructuras, principalmente su ciudad más poblada, Basseterre, con 20.000 habitantes, y un buen punto de partida para la visita de las islas, y la fortaleza de Brimstone Hill, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Su paisaje llano y clima tropical agradable durante todo el año hacen de este tándem isleño un paraíso que en los últimos años ha aumentado su atractivo turístico, hecho que se ve por el aumento de inversiones hoteleras de alta categoría.
En cualquier caso, sigue siendo un viaje único y en cierto modo remoto donde además de cultura se puede disfrutar de actividades de navegación, esnórquel o motas acuáticas y largas caminatas por su monte, el Liamuiga, de origen volcánico.