La transición energética representa una oportunidad de reactivación económica tras la crisis provocada por la pandemia. Hay varios ejemplos a lo largo la historia ligados a las revoluciones industriales (la primera con el carbón y la segunda con el petróleo), pero la actual es decisiva: de ella depende el futuro del planeta. El cambio de patrón, pasar de un modelo energético basado en el uso mayoritario de combustibles fósiles a un modelo donde sea mayoritario el empleo de fuentes renovables para reducir las emisiones de carbono, requiere de una importante apuesta por la innovación y la tecnología.
Para debatir sobre los cambios energéticos que la Tierra necesita, Forbes ha reunido en su oficina de Madrid a cuatro expertos y actores protagonistas: Juan José Sánchez Domínguez, CEO de Capital Energy; Joan Groizard, director general de IDAE; Enrique Pedrosa, director general de Siemens Gamesa de España; e Isabel García Tejerina, senior advisor en EY.
Las energías renovables son un elemento clave para la necesaria transición energética. Las nuevas soluciones tecnológicas, como el almacenamiento energético, van a permitir que la generación de origen renovable, eólica, solar fotovoltaica e hidroeléctrica, caracterizada por su intermitencia, pueda adaptarse a la demanda de energía. Pero, ¿va más rápida la tecnología que la legislación?
En opinión de Juan José Sánchez Domínguez, CEO de Capital Energy, tiende a ser así, pero «ni siempre es así, ni en todos los momentos, ni en todos los sectores. Muchas veces el liderazgo político ayuda a orientar mejor los esfuerzos en una dirección u otra, lo que dinamiza mucho el avance tecnológico. Es difícil establecer quién va por delante siempre. En España, a nivel legislativo, se han hecho muchos esfuerzos en los últimos años para orientar ese largo plazo y esos objetivos».
En esa misma línea, Isabel García Tejerina, senior advirsor en EY, lo tiene claro: la Administración va por delante. «En 2018 fue la primera vez que la Unión Europea habló de ser climáticamente neutra en 2050 y planteó un escenario obligatorio que está forzando avances en tecnología. Es el objetivo político acordado a nivel comunitario el que arrastra los desarrollos tecnológicos«.
En cualquier caso, García Tejerina pone en valor el papel que juegan todos los agentes que se enfrentan a este reto: «Sin la respuesta del sector privado, de los ciudadanos, de los investigadores, y de todo el que hace nuevos desarrollos, esto no sería posible. Por lo tanto, lo público y lo privado tienen que ir de la mano«.
Joan Groizard, director general de IDAE, considera, por su parte, que la tecnología en la empresa «va muchas veces por delante de la Administración y la normativa. Tratamos de fijar marcos a largo plazo para que las empresas no operen en el vacío y puedan ir tomando sus decisiones de inversión, de innovación, alineadas con los compromisos que hemos adoptado».
Todos a una
En su lucha contra el cambio climático, la UE ha acordado un paquete global de fondos europeos de 1,82 billones de euros, destinados, entre otras medidas, al Plan Europeo de Recuperación (Next Generation EU). Del Fondo Europeo de Recuperación, dotado con 750.000 millones de euros, a España le corresponden 140.000 millones de euros, 72.700 millones en subvenciones y 67.300 millones en préstamos. ¿Cómo se invertirán?
Estos fondos son una gran oportunidad para la economía española, a la vez que suponen un gran reto para la Administración y para todo el sector. «España está preparada para recibir estos fondos. No partimos de cero. Tenemos un plan estratégico 2030-2050. Sabemos cuáles son las líneas en las que invertir. Y contamos con sectores punteros: las empresas españolas compiten a nivel internacional», subraya Groizard.
Para nuestros expertos, la colaboración público-privada es fundamental en la consecución de los objetivos comunitarios fijados: «La inversión privada es determinante, y desde lo público lo que se hace es orientar estas inversiones y la investigación para alcanzar el fin último, que es vencer al cambio climático», asegura García Tejerina.
Invertir para ahorrar
Juan José Sánchez manifiesta que “lo más costoso sería que no se produjera esta transición energética”, que, desde su punto de vista, “ha de ser ecológica y justa, conciliando la contribución a la progresiva descarbonización de la economía, a través de la implantación de las energías renovables, con el fomento del desarrollo económico y social del medio rural”, algo que ayudará a paliar el problema del despoblamiento que sufren muchos territorios.
«Junto a las energías renovables y la electrificación de la economía, el hidrógeno verde va a jugar un papel fundamental en esta transición -explica, por su parte, Pedrosa-. Para ello, se necesitan más renovables, un mercado rentable, una cadena de suministro y de valor eficiente, y un mercado de almacenamiento, distribución y logística. Con esto, en 2030, con eólica terrestre, y en 2035 con eólica marina, creemos que el hidrógeno verde puede ser competitivo«.
Para provocar esta transición, «es necesario invertir en un momento del tiempo para obtener esos ahorros después». Asimismo, matiza que, aunque en su conjunto vaya a generar un ahorro, puede también generar desequilibrios y es en esto en lo que tanto las empresas como el sector público «deben prestar atención y ser responsables».
Dicha inversión será de miles de millones de euros cada año, pero no solo recaerá en el sector público. Las empresas también tendrán que poner su granito de arena.
En conclusión, la transición energética a la que nos enfrentamos, la más importante de los últimos tiempos, debe ser una oportunidad para industrializar España, crear empleo sostenible y reducir la huella de carbono. Es indiscutible que el sector público y el sector privado deben estar en constante diálogo para aprovechar los fondos, transformar la economía y recuperarnos de la crisis. El tiempo lo dirá.