1. Escuchar a los demás: los líderes realmente buenos no solamente se sientan frente a su equipo, también les escuchan de forma activa. Cuando los empleados perciben que es así, se sienten parte importante del equipo. La participación aumenta y, con ella, también la moral del grupo. El buen jefe no es aquel que ordena sin más.
2. Trabajar sobre una base sólida: ser imprevisible y generar que la actividad también lo sea no es el mejor soporte. Los auténticos líderes mantienen un nivel de coherencia en el departamento o empresa que dirigen. La comunicación clara y consistente a lo largo de toda la cadena de trabajo genera la confianza en todos los eslabones. Los empleados pueden saber lo que se espera de ellos y qué pueden esperar ellos de la empresa.
3. Dejar espacio a sus empleados: los jefes más convincentes son los que permiten trabajar sin que se sienta su aliento en la nuca. Delegan en lugar de procurar controlarlo todo y reservan un sitio para el pensamiento libre y la creatividad. La desconfianza casi siempre lleva al descontento; por el contrario, creer en los trabajadores y en sus talentos trae una buena unión.
4. Pasión por la misión: un gran jefe, uno de esos que lideran de manera efectiva, ama realmente su trabajo y deja que eso trascienda. Cuando hay respeto, se da alas para probar nuevas ideas y procurar llegar más lejos.
5. Generar energía positiva: una fuente de buena energía prenderá en otros puntos que alcance. Las buenas vibraciones afectan a la cultura de empresa y elevan la moral general. Estos jefes encuentran la oportunidad de celebrar las pequeñas y grandes victorias. Fomentar el entusiasmo lleva también al pensamiento innovador y a la satisfacción con el trabajo que se realiza.