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¿Por qué Warren Buffett no es el clásico multimillonario?


Si estás por las calles de Omaha (Nebraska) y ves circulando por la calle un modesto Cadillac con dirección a un McDonald‘s de la zona, es posible que te hayas cruzado con la segunda persona más rica del mundo durante su rutina matutina.

El nuevo documental de la HBO, Becoming Warren Buffett, narra el ascenso del presidente de Berkshire Hathaway, desde su infancia como un niño ambicioso hasta convertirse en un inversor legendario. Pese a ser uno de los más reconocidos multimillonarios –su fortuna se estima en unos 73.700 millones de dólares, cifra posterior a la donación que hizo a causas humanitarias por valor de 28.500 millones– su vida se desarrolla claramente al margen de mayordomos, chóferes o capitanes de barco.

Forbes le ha seguido la pista a uno de los ciudadanos estadounidenses más ricos desde 1982. Pocos han sido tan cuidadosos con su dinero como Buffett. Podríamos anotar tres puntos clave en los que Buffett difiere de la mayoría de sus compañeros en la Lista Forbes de los 400 más ricos de Estados Unidos:

Su casa: mientras el magnate indio de la industria de petróleo y el gas, Mukesh Ambani, construía un rascacielos personal de 27 pisos, y el fundador de Oracle, Larry Ellison, posee cerca de mil millones de dólares en propiedades por todo EE UU (incluyendo casi en su totalidad Lanai, la sexta isla más grande de Hawái), los gustos de Buffett son bastante más simples.

Aún vive en su casa de Nebraska de cinco habitaciones que compró en 1958 por 31.500 dólares (equivalente hoy día a 262.000 dólares). Está a cinco minutos de su oficina, igualmente modesta, ubicada en el centro de Omaha, donde sólo 25 empleados supervisan un conglomerado que genera ingresos anuales por 211 millones de dólares. Y mientras multimillonarios, como el magnate de los casinos Steve Wyyn decoran sus oficinas con pinturas de Pablo Picasso, Buffett incluye recortes de periódicos que tratan de las crisis financieras vividas, como el Panic de 1907 o el Black Tuesday de 1929, que le sirven como “recordatorio de que cualquier cosa puede pasar”.

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Su coche: mientras que algunos multimillonarios han gastado millones en sus diversas colecciones de automóviles –los 70 autos clásicos del diseñador Ralph Lauren o los Ferrari vintage de Les Wexner, jefe de Victoria’s Secret–, Buffett tiene un par de coches más tradicionales. Todas las mañanas, rumbo al trabajo, conduce su Cadillac XTS, del año 2014, que compró después de moverse por Omaha en el Cadillac DTS de la CEO de General Motors, Mary Barra. Buffett le preguntó a Barra qué hacía a los nuevos Cadillac mejores. “Me contó unas 50 razones del porqué eran mejores” que su coche actual. “Para cuando llegamos a almorzar –un recorrido de 5 o 6 minutos– ya me había convencido y me lo había vendido”.

Su dieta: olvídate de la guía Michelin y otras delicias extravagantes. A diferencia del multimillonario exdueño de casinos, Stanley Ho, que supuestamente pagó 330.000 dólares por una trufa blanca en 2007 y que un par de años más tarde destinó 200.000 dólares a un segundo antojo, Buffett tiene fama de beber cinco latas de Coca Cola al día y una parada verdaderamente obligada para el desayuno: McDonald’s, donde elige salchicha, huevo y McMuffin de queso por 2,95 dólares. “3,17 dólares si es bacon, huevo y biscuit de queso”, explica Buffett. “Pero el mercado está bajo esta mañana, así que creo que voy a dejar pasar los 3,17 e iré por los 2,95 dólares”.

Aunque la sencillez relativa de Buffett podría parecer superior, en última instancia podría resultar ser una gran bendición para el mundo. Buffett se ha comprometido a regalar casi toda su fortuna, lo que significa que el dinero ahorrado será donado eventualmente a la caridad, además de los miles de millones que ya ha donado a la Fundación Bill and Melinda Gates, y también a las fundaciones de su difunta esposa y tres hijos. “En mi vida, los gastos que tengo representan poco menos del 1% de todo lo que gano”, explica Buffett en el documental. “El otro 99% va a otros porque realmente no tiene utilidad para mí, así que es una tontería no transferir dicha utilidad a las personas que más lo necesitan”.