En el episodio Treehouse of Horror VI (3F04), Lisa Simpson cantaba con Paul Anka una canción con el siguiente estribillo: “A los monstruos no mirar…”. Lo hacían porque el pueblo de Springfield había sido invadido por mascotas gigantes de publicidad que destruían todo a su paso. Trataron de derribarlos con todas las formas posibles, pero la “amenaza corporativa” era imposible de derrotar. Sin embargo, alguien pensó en una salida al problema: ¿Qué sucede cuando un spot tiene poco éxito o es ignorado? Pues que desaparece.
Es una boutade afirmar que Donald Trump fuera un completo desconocido para un tercio del mundo antes de 2014 y 2015, cuando el actual Presidente de los Estados Unidos comenzó a aparecer hasta en la sopa (“¡es que tiene que salir!”, exigirán). Pero de un tiempo a esta parte, su pelo, el bronceado anaranjado de su piel, los gestos, familia… Los telediarios abrían siempre con algo así. Por supuesto, los asuntos del muro en la frontera y de la inmigración (entre otros muchos planes) eran y son imprescindible para dar a conocer los planes del magnate (delante de Donald Trump, la palabra “magnate” tiene que estar, como cuando se habla del marco “incomparable”).
Todo, al final, terminó en una especie de merchandising mediático gestionado por los medios de comunicación. Y es curioso que Trump haya vetado canales (le dijo al periodista Jim Acosta, de la CNN, que eran “fake news”, expulsó de una rueda de prensa a Jorge Ramos, de Televisa, y se mofó de Serge Kovaleski, del New York Times, por su condición de discapacitado).
“¡Gracias! Nosotros, los ciudadanos de América, estamos ahora reunidos realizando un gran esfuerzo para reconstruir nuestro país y restaurar la promesa para todos nuestros pueblos”. O eso es lo que reza en la web de La Casa Blanca. Unidad pide, unidad trae, unidad por el pueblo pero sin él.
“Es estúpido, un gamberro, un perro, un cerdo, una estafa, un idiota que no sabe de lo que habla, que no hace sus deberes, que nada le importa. Cree que está jugando con la sociedad”, protestaba Robert De Niro sobre Donald Trump en 2016. “¿Él habla de cómo le gustaría pegarle a la gente en la cara? Bueno, pues me gustaría a mí darle un puñetazo en su cara”, añadía. Meryl Streep, por su parte, lanzó otro mensaje reivindicativo en su discurso de los Globos de Oro: “Hollywood está lleno de outsiders y extranjeros, y si nos echas a todos, no tendrás nada que ver, excepto fútbol y artes marciales, que tampoco son artes precisamente”.
A Donald Trump no le quieren demasiado, la verdad, pero el hombre se alimenta de haters. Es un final boss. Hace lo que la gente espera que haga, por eso es el centro de atención en un momento como el de los Oscars. En 2014, Trump publicó en Twitter: “Por petición popular (extrema), estaré tuiteando los #Oscars2014 el domingo por la noche. ¡Dile a todos tus amigos que no estaré liándome a puñetazos!”. Y ahora, en 2017, siendo ya presidente, “contraprograma” los Oscars organizando en la Casa Blanca el tradicional Baile de los Gobernadores, justo en la misma fecha y casi al mismo tiempo (aunque no es la primera vez que esto sucede. De hecho, sería una tradición hacerlo así).
En la entrega de los Oscars del 2017 se esperaba que los monólogos de Jimmy Kimmel aludieran a Donald Trump. “Yo no voy a unir nada”, se excusaba el presentador antes de pasarle la pelota de la broma al braveheart de Mel Gibson. ¿Estaría viendo Trump la gala? Y al igual que con Los Simpson, también se veía venir el tuit de la noche: “Hey @realDonaldTrump u up?”, publicaba en directo Kimmel. ¿Y llegó Trump a decir algo? Tampoco. Tanto en su cuenta personal como en la de Presidencia, el mensaje más reciente era éste: “Gran cena con los gobernadores esta noche en la Casa Blanca. Mucho por discutir, incluyendo la sanidad”.
Ahí estaba de nuevo eso de la unidad, pero al modo de Trump. La ausencia de Asghar Farhadi a la hora de recoger la estatuilla por la Mejor Película de Habla No Inglesa (El viajante) fue también una protesta para defender a la gente de su país (Irán) y a la otras seis nacionalidades vetadas por Trump que desobedecieron la ley que prohíbe la entrada de inmigrantes a Estados Unidos. “Dividir el mundo en categorías y en enemigos crea miedo”, leía la científica Anousheh Ansar en nombre del director. Por la alfombra roja, las estrellas llevaron lazos azules en apoyo a la Unión para las Libertades Civiles en América (ACLU), el grupo defensor de los derechos civiles más importante de Estados Unidos y en apoyo a la iniciativa “Stand With ACLU”.
¿Sería tan importante Donald Trump si se le dejara de mirar, como indicaban Lisa Simpson y Paul Anka? Con el movimiento y la especulación sobre Trump, las apuestas crecieron y le dieron la vuelta a la realidad. ¿Quién iba a imaginar que el tipo iba a terminar gobernando todo un país? Es casi como una película distópica, tiros y apocalipsis incluidos. “Ocho presidentes murieron durante su mandato”, apuntillaban con ironía algunos por ahí (Pepe Colubi para más señas). Esta vez, el sobre no estaba equivocado.