La paciencia, en cierto modo, significa esperar a que las cosas pasen y a que las personas actúen. Significa hacerse a un lado para que sean otros los que tomen las decisiones, establezcan la agenda a seguir o marquen los objetivos. Se aceptan los resultados menores sin lograr todo aquello que podrías alcanzar.
La paciencia es una excusa para no ser responsable de lo que suceda, simplemente porque se deriva la toma de decisiones en otras personas. Si la paciencia fuera une postura, sería algo parecido a estar en cuclillas debajo de una mesa, con la esperanza de no ser descubierto.
Por el contrario, ser impaciente – aunque el nombre suene negativo para muchas personas – significa marcar el camino propio. Una persona impaciente probará tantos caminos como sea necesario para conseguir que algo que quiere conseguir se cumpla. No tiene miedo de tantear nuevas ideas y enfoques para aumentar las posibilidades de tener éxito.
Por supuesto, si decides tomar la vía de la impaciencia estarás más expuesto y el riesgo al fracaso será más grande (y la caída, desde más alto): tu orgullo y tu amor propio podrían quedar dañados y necesitar un tiempo de recuperación, incluso – esperemos que te libres de este mal -, alguien podría burlarse de ti en Twitter. Pero, ¿qué es lo peor que podría pasar?
Echa un ojo al historial de cualquier emprendedor de éxito o joven promesa de cualquier arte: llegaron a donde están precisamente por ser impacientes. No estaban dispuestos a dejarse guiar por los demás, o a esperar a que otros innovadores crearan lo que percibían como una necesidad para la gente. Y precisamente por no dejar que las cosas siguieran el curso que llevaban, finalmente hicieron que las cosas sucedieran.
Además, la impaciencia no es solo una virtud en los negocios. La cualidad de ser impaciente puede conseguir que tu vida personal se potencie, mostrando un interés constante por aquellos que son importantes para ti, ser proactivo para tomar contacto, saber en todo momento cómo se sienten o propiciar encuentros. Por lo general, hacerlo lleva a eliminar las dudas y confusiones comunes en todas las relaciones gracias a una comunicación mucho más fluida.
Los estudios demuestran que las personas ganamos en felicidad a través de adquirir experiencias, mucho más que con la compra de bienes materiales. La impaciencia genera acción y actividad, y estas te darán una buena gama de experiencia, y por tanto, de felicidad.
Por supuesto, hay ocasiones en las que la paciencia es, como dice el proverbio, una virtud: la paciencia ayuda a soportar con mejor ánimo aquello en lo que no podemos mediar; y a veces, durante las negociaciones, la táctica de dejar que el otro dé el primer paso puede llegar a dar sus frutos. Pero incluso entonces, rara vez esa pasividad concede grandes resultados.
No lo olvides, la impaciencia puede marcar la diferencia entre una vida bien vivida y una vida solamente soñada. Cuando alguien te pide que seas paciente, plantéate que quizá solamente quiere que los beneficios caigan de su lado. La impaciencia es la virtud: que nadie te diga lo contrario.