La firma de Iñaki Gabilondo y La voz de Iñaki (Cadena Ser) tienen un promedio de páginas vistas al mes de 459.000. Por ejemplo, con el videoblog (y a la vez columna) titulado Estatua de sal tuvo un alcance de 1.778.907 visitas. No es fácil ejercer la palabra –en un sentido periodístico– cuando son demasiadas las tijeras que quieren cortar lenguas. Se puede contar la noticia pero hay oídos a los que no se les puede engañar.
Se podría decir que quien controla el presente controla el pasado, pero quien controla el pasado controlará el futuro. “Cada generación tiene sus desafíos”, afirma en su despacho, situado en la novena planta (la noble) del número 32 de la Gran Vía de Madrid.
¿Cuándo se está preparado para ser líder de opinión?
Yo creo que eso es algo que uno descubre a toro pasado. Notas que los compañeros empiezan a llamarte de usted y otros días notas que la gente te deja sitio en el autobús. Cuando fui a la televisión la primera vez, después de muchos años en la radio y cuando había solo un canal en España, noté que salía a la calle y la gente me reconocía. Al final, toman en consideración lo que dices, notas que te tratan de una determinada manera, el impacto que has tenido… He estado trabajando sin mucha preocupación por ser o no un líder y haciendo el trabajo lo mejor posible, dándome cuenta de la repercusión a medida que pasaba el tiempo (gente, cartas, actos…). Bueno, me di cuenta hace tiempo pero durante muchos años no tuve esa sensación en absoluto.
Cada día, y con ‘La voz de Iñaki’, hay gente que comenta “a ver qué dice Gabilondo” nada más levantarse.
¿Sabes qué ocurre? Que soy un hombre que tiene gran sentido de la responsabilidad, de nacimiento. Y lo digo en el sentido más físico posible. Me explico: soy el mayor de nueve hermanos. Tuve que desarrollar muy pronto el sentido de la responsabilidad y lo tengo muy alto. Y nunca he tenido ningún trabajo en el que no haya sido jefe. Mi primer trabajo fue como director de una emisora. El segundo también fue de director de otra emisora. El tercero, también. Luego fui director de informativos de la Ser… Y como conductor de un programa, me llena de responsabilidad que haya un solo oyente. No necesito ser líder de opinión ni que haya setecientos millones de oyentes para sentirme muy responsable, me basta que me crea uno. Que me lleguen ecos de diferentes direcciones no aumenta ese sentido de la responsabilidad.
Y que lo que usted dice, su opinión, lo toman en cuenta los oyentes. Y más en épocas convulsas…
Pero eso, en la radio, te acostumbras. He estado haciendo un programa durante años de muchas horas de duración en el que la gente pensaba que me dedicaba a hablar solo de política. Pero yo, a las 09:30 dejaba de hablar de actualidad política y hablaba de libros, vida cotidiana, música, sexo, padres e hijos, artistas populares… “Este libro me ha gustado”, “Esta canción me interesa”… Estaba acostumbrado a expresar opiniones y puntos de vista sabiendo que provocaban un determinado tipo de reacción. Además, en la radio tienes muchas veces el eco de la reacción. El oyente te llama y muy pronto te comunica que te quiere o que está en desacuerdo contigo. Vives muy en contacto con el efecto de lo que estás diciendo.
Fotografía: Nani Gutiérrez
¿Más que en televisión?
Sí. La televisión conoce a un icono, no a un ser humano. La gente que me conoce lo hace por la radio, no por la televisión. En la televisión te pintan de colorines, te ponen las luces, te colocan la corbata… Produce un efecto más deslumbrante, de más impacto si quieres, pero la comunicación cálida y verdadera en la que te desnudas de verdad y la gente te acaba conociendo más que tú a ti mismo, está en la radio. No hay color. No te puedes falsificar. Es como un profesor que va a dar clase: un día puede engañar a sus alumnos, pero al cabo del tiempo le tienen muy calado. Bueno o malo, poderoso, débil, acertado o equivocado… Yo soy así e intentar disfrazarme es absurdo. Por tanto, me he acostumbrado a convivir con esa determinada espontaneidad. A mí no me hace más efecto que un periódico diga que soy ‘gilipollas’ a que me lo diga un tío en una gasolinera.
¿Alguna vez le han dicho: “Usted me ha engañado”?
No. Me han dicho muchas cosas, pero eso no. Es de lo que más orgulloso estoy. Hay gente que no me quiere, que cree que estoy equivocado, que cree que soy mala persona… Yo pienso que saben que juego limpio, o eso me parece. El eco que he recibido va en esa dirección. No puedes vivir en un escaparate público durante años, en el programa de radio más grande de la Ser, sin que se susciten afectos, odios, hostilidades… Es imposible evitarlo y quien quiera hacerlo está loco.
¿Cuál es el resultado de la fórmula honestidad + tiempo?
Bueno, si sale bien, el resultado es la solvencia y la credibilidad. La decencia + tiempo, digo yo. Si eres decente, necesitas tiempo para que la gente lo sepa. Y que los errores que se hayan podido cometer no formaban parte de tu indecencia, sino de la actividad. Por lo tanto, la solvencia es decencia + tiempo. La solvencia, como la credibilidad, es el máximo objetivo de todo periodista.
¿Cómo de delgada es la frontera entre el periodismo y la política (sobre todo en España)?
En España, la política y el periodismo han estado mucho más unidos de lo razonable y de lo que es sano. Como todo en la vida, es el resultado de la historia. En España no había democracia, pero durante el advenimiento de la democracia el periodismo tuvo un protagonismo espectacular. Incluso se habló del “parlamento de papel” cuando no había ni parlamento. Ahí se vivió una vinculación muy, muy estrecha que produjo una relación, en su momento, consentida –se trataba de traer la democracia– que más tarde produjo una papilla de la cual no se despejó lo suficiente el periodismo como consecuencia de otro pequeño detalle: los gobiernos adjudicaban licencias de radios y de televisiones. Ese segundo capítulo mantuvo a los medios de comunicación y a la política en un grado de vinculación interesada muy superior a la habitual. Lo normal es que el periodismo y la política se mantengan a una distancia suficiente para estar cerca y ver, y no tanta como para estar implicado. La misión del periodista es descubrir y la misión de la política es cubrir. Alguna vez he contado la parábola de Schopenhauer, el dilema del erizo: un grupo de puercoespines está en la nieve, tienen frío y deben acercarse para darse calor, pero si lo hacen demasiado se pinchan y si lo hacen poco no se dan el suficiente. Yo he procurado protegerme marcando una distancia muy superior a la normal. Me he perdido muchísimas informaciones que hubiera podido tener si hubiera mantenido una distancia más corta. Y eso me ha servido a mí pero no le ha servido a los que no lo saben y se creen que he vivido en la cama con ellos, aunque ese es otro tema. Yo sé cómo vivo, y lo saben los partidos políticos.
A José María Aznar, antes de ser presidente, le preguntabas si estaba preparado para ganar. Y él siempre respondía de manera afirmativa. ¡Qué importante es la seguridad!
Yo le hice muchas entrevistas, pero es curioso que luego pasara a la historia la leyenda de que no le entrevisté nunca. Cuando fue presidente la cosa ya se puso de otra manera, pero cuando era presidente de Castilla y León, aspirante y líder de la oposición lo entrevisté veinte veces. Y siempre acababa así: “¿Será usted algún día presidente?”. Y me decía: “Sí”. Siempre. Tenía esa convicción. Me llama mucho la atención la gente con esa seguridad. También Zapatero estaba convencido de que iba a ganar. Ninguno de nosotros lo entendía. Hay gente así.
En su entrevista a Felipe González para TVE, el 9 de enero de 1995, nada más empezar, le pregunta si él fue la persona que organizó el GAL. ¿Qué Felipe González oculta más información: el de 1995 o el de 2017?
Hombre, el de ahora. Ha visto más, ha aprendido más y es mucho más mayor. Es otro tiempo, otro país, otro hombre… Siempre he tenido la teoría de que no hay un modelo de entrevista. Yo conozco periodistas que tienen un molde lo usan le pille en el momento que le pille al personaje. Yo, si entrevisto a un líder político, dependiendo del momento es una entrevista u otra. Aquella fue a cuchillo y brutal, pero eran las circunstancias. Y sí, claro que sabía lo que ocultaba y sabe lo que oculta ahora. Pero tiene mucha mili y las alforjas llenas.
Él le concedió más entrevistas después y, sin embargo, gente del PSOE se enfadó con usted.
Sí, pero como te decía: si trabajas en un oficio como este muchos años, no te llama la atención. Como el sol, que a la vez que te calienta te destroza la piel. En aquella entrevista pasó muy mal rato… El País, al día siguiente, hizo un editorial diciendo que había pasado la media hora más amarga desde que era presidente. Fue muy dura para ambos, no es fácil estar hablando en directo con el presidente delante de ocho millones de espectadores. Y sí, hubo gente del partido que consideró que mi actitud era intolerable, pero estoy acostumbrado. Hombre, te gusta más que digan que eres maravilloso a que te llamen “hijo de puta”, pero va en el trabajo. No lo puedes disociar.
¿Qué opinaban sus padres cuando les contó que quería ser periodista? Tuviste que hacer Filosofía y Letras para convencerlos, ¿no?
Sí. Lo que pasaba es que por entonces el periodismo no tenía prestigio, era la voz del franquismo. Se daba una información en RNE y le llamaban “el parte”. Mi familia era antifranquista y mi padre decía: “¿Pero cómo te vas a meter ahí? Eso es ser un funcionario del régimen”. Así que le dije que también iba a hacer Filosofía y Letras [risas]. Yo vivía en San Sebastián y pasábamos a Francia constantemente, los que imaginábamos cómo sería el futuro de este país lo hacíamos pensando en Francia: soñaba con que había otro mundo y que España, algún día, iba a ser así.
¿Nuestra democracia es de una tela mala que ahora ha hecho pelotillas?
[Risas] La democracia en España ha venido tras muchos años de dictadura y la fuimos haciendo miembros de una generación que no tenía idea de política. Se hizo lo que se pudo. Ahora ha pasado el tiempo y se ha descubierto que se podía haber hecho mejor. Recuerdo que le dije a Pablo Iglesias en Otra vuelta de tuerka que cada generación se enfrenta con su presente: “A vosotros os toca lo que os toca ahora. No paséis demasiado tiempo riñéndonos, porque hicimos lo que pudimos, que es, justamente, lo que vosotros vais a poder hacer”. Y eso con el atenuante de que no teníamos ni idea de política… y los políticos tampoco la tenían de democracia. Ah, y la gente tampoco tenía ni idea de lo que era la libertad.
¿Ha empezado ya el futuro?
[Risas] Sí. Todos los días empieza el futuro. Incluso ya es más futuro que cuando ha empezado esta conversación.