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Cuando la superproductividad se vuelve improductiva

Según la investigación de especialistas médicos e independientes sobre los efectos físicos, mentales, emocionales y sociales de trabajar más de 40 horas por semana, los hallazgos más notables apuntan que:

Trabajar más de 10 horas al día se asocia con un incremento del 60% en el riesgo de problemas cardiovasculares;
El 10% de los que trabajan de 50 a 60 horas muestran problemas de relación social, y la tasa aumenta al 30% para los que trabajan más de 60 horas;
Trabajar más de 40 horas a la semana se asocia con el aumento del consumo de alcohol y tabaco, así como el aumento de peso no saludable en los hombres y la depresión en las mujeres;
Además, el trabajo improductivo se manifiesta desde las 50 horas por semana, siendo a partir de las 60 horas cuando la productividad disminuye un25%;
En las empresas con horas extraordinarias normales, sólo el 23% tenía tasas de absentismo por encima del 9 por ciento. En las empresas con altas horas extraordinarias, el 54% tenía tasas de absentismo por encima del 9 por ciento;
Las personas que trabajan 11 horas o más por jornada, tienen un mayor riesgo de depresión.

Muchos de los problemas identificados en el estudio se relacionan con el estrés, que conecta con los equilibrios hormonales. En concreto, el estrés aumenta el cortisol, que puede interrumpir el sueño, el apetito, la presión arterial, la función del sistema inmunológico, la memoria / cognición, el estado de ánimo y mucho más. Es decir, que pese a la omnipresente idea gerencial en España de que un número más elevado de horas siempre se traduce en mejores resultados, la ciencia dice que su empresa no va a ganar mucho—e incluso acabará perdiendo más en el medio-largo plazo—si eleva las horas extra más allá de dos por jornada.

El ciclo de actividad saludable

Según un artículo de The New York Times, se ha demostrado que adaptar el trabajo al ritmo de descanso aumenta la productividad a largo plazo y mejora la salud y motivación de los empleados. Es la llamada “renovación estratégica”, que incluye todo, desde las siestas diurnas y los entrenamientos hasta las vacaciones más largas y frecuentes.

Nuestro ciclo de sueño va de 90 en 90 minutos, que es el tramo en el que pasamos del sueño ligero al profundo, y los investigadores coinciden en que seguimos un patrón similar también en nuestros momentos despiertos. Por eso, desde la Universidad Estatal de Florida, se analizó el ritmo de trabajo de individuos que sobresalían en su campo (científicos, músicos, atletas o artistas), y observaron que la práctica ininterrumpida en intervalos de 90 minutos o menos, con interrupciones entre sesiones, funcionaba para mejorar la productividad. Además, estas personas casi nunca trabajaban más de cuatro horas y media seguidas al día. Para apreciar resultados a largo plazo basados en esta teoría, las personas deben evitar el cansancio y limitar la cantidad de tareas de tal modo que puedan recuperarse completamente tras un pequeño descanso. Un método muy distinto al que estamos acostumbrados pero infinitamente más productivo y saludable.