“Tener un trabajo estable”. Noemí Bellas (1989, A Coruña) casi se revuelve por dentro tratando de entender la respuesta de uno de sus alumnos cuando un día les pidió que escribiesen en un papel lo que querían ser de mayores. “Tu mayor sueño a los siete años tendría que ser construir un cohete, no tener un trabajo estable”, declara la joven mientras reflexiona sobre las consecuencias que tiene un ambiente pesimista o un sistema educativo deficiente para los niños. El reto que se ha puesto la joven emprendedora con Líbolis, su “Escuela de Valientes”, es hacer entender a niños y padres que los más pequeños deben formarse en una serie de competencias, que el sistema educativo no refuerza, para construir su propio futuro.
La emprendedora coruñesa llega al Centro de Emprendemento en la Cidade da Cultura de Galicia después de una clase del Campus Navidad “Laboratorio de Ideas” de su escuela. Noemí cuenta que un grupo de alumnos está desarrollando un prototipo de un juego electrónico para que niños de 5 a 10 años aprendan educación financiera. El reto parece difícil. Ella lo hace fácil. Pone el acento en el trabajo en equipo, el proceso de generación de una idea y la necesidad de hacer creer a los niños que son capaces de hacer frente a un reto como este. La filosofía y el trabajo de su escuela se sustenta así sobre cinco pilares: emprendimiento global, educación para la vida, aprendizaje basado en competencias, aprender haciendo y trabajo en equipo.
El objetivo de esta joven emprendedora es poner en práctica una nueva forma de enseñar a través de su metodología CREA -Creatividad, Recursos, Emprendimiento y Actitud- para convertir a sus alumnos en “valientes”, niños seguros de sí mismos que puedan desarrollar todo su talento para llegar a ser lo que quieran ser. Trata de que los padres comprendan que el estilo de vida del emprendedor no solo es una vía para crear empresas, sino también una manera de trabajar cada vez más necesaria. “Muchos padres me dicen que igual sus hijos no quieren ser emprendedores. Yo les digo que su hijo va a vivir en la Tierra, por lo tanto, va a tener que comunicar, gestionar una idea o trabajar en equipo”, afirma la joven emprendedora.
Foto: Sergio Villa
-Por lo que he leído, usted es de esas personas que nace con el espíritu emprendedor. ¿Ha sido entonces una niña “valiente”?
Yo creo que sí.
-Sin embargo, no fue lo que tradicionalmente el sistema califica como una “buena estudiante”.
Suspendía, pero eso no quiere decir que fuese una niña vaga. Todo lo contrario, yo era una niña muy trabajadora, pero no entendía muy bien el sistema ni cómo había que estudiar. Si mi mejor amiga tardaba una hora, yo tenía que dedicarle tres. Eso al principio un niño no lo entiende.
-De esa experiencia ha conseguido algo realmente bueno: descubrir las carencias de la educación convencional.
Yo siempre les digo a los niños: aquello que no podáis cambiar, mirad cómo lo podéis superar o aprovechar, buscad el lado positivo. Esta experiencia me ha valido mucho para trabajar la capacidad de esfuerzo y para conseguir las cosas.
-Todo cambia cuando empieza a estudiar Economía en Bachillerato.
Era una asignatura en la que yo estudiaba poco y sacaba un 10 siempre. Para mí era una novedad total. Además, era la mejor de la clase. Me sirvió para darme cuenta de que algo se me daba bien. Yo era una niña muy habladora en clase, impertinente incluso, pero cuando había Economía no hablaba. Entendí que me servía para las cosas que quería hacer. Fue lo que hizo que en 2º de Bachillerato ya supiera que quería estudiar Economía.
Foto: Sergio Villa
-Decide emprender finalmente y poner solución a las carencias del sistema. ¿Es necesario iniciar la revolución desde fuera de las aulas?
Sí. Es muy complicado hacerlo desde dentro. Me he metido en los colegios y he visto cómo funcionan realmente. Desgraciadamente hay mucha gente dentro del sistema que quiere cambiarlo pero que se topa con muchas trabas. Es muy difícil encontrarse con un centro en el que todo el mundo quiera hacer algo nuevo.
-¿Se podría decir que el sistema educativo no es lo suficientemente “valiente”?
Totalmente.
-Parece que las instituciones educativas han entendido su problema. Le dejaron probar su metodología para fomentar innovación y creatividad en tres cursos escolares antes de lanzar por su cuenta los campamentos de Líbolis.
Sí, porque el sistema es consciente de que no está bien lo que se está haciendo, pero no saben cómo hacerlo. En definitiva, tienen dos problemas: primero, no saben cómo hacerlo y, segundo, mucha gente que está dentro del sistema no quiere cambiarlo.
-¿Por qué no quieren hacerlo?
Porque es mucho más cómodo lo que están haciendo ahora.
-¿Cuál fue la primera impresión de los alumnos al emplear su metodología?
El último día los junté y les hice preguntas. Me dijeron tres cosas muy importantes que diferenciaban mis clases del resto y que me sorprendieron: “confiáis en nosotros y nos dejáis hacer cosas, nos escucháis y nos enseñáis cosas que realmente nos importan en la vida y que son útiles”.
-¿Y la suya?
Me dieron pena. Me llamó mucho la atención que ellos tenían muchísimos más proyectos e ideas en mente que los que tenía mi generación. Les di muy poquito y me absorbieron. Me llamaban los sábados y hacíamos cosas de clase. Otra cosa que vi es que no valoraban la educación. No valoran el proceso del aprendizaje. Me preocupa mucho y se lo digo a los padres. No tienen la paciencia para vivir el proceso. No entienden que para aprender tienen que tener tiempo.
-En su proyecto fin de máster elaboraba una lista de las competencias que demanda el mercado laboral. ¿Cuáles son menos reforzadas por el sistema educativo?
Primero, el trabajo en equipo. No está ni mucho ni poco desarrollado, está cero. Los niños piensan que el trabajo en equipo es otra cosa. Piensan que el trabajo en equipo es lo que les mande el profesor, siempre que estén sentados todos juntos y sin molestarse ni hablar entre ellos. En segundo lugar, las habilidades de comunicación. Además, la tecnología está haciendo que niños que tienen tendencia a ser menos extrovertidos sean más introvertidos.
-Todas ellas son competencias que definen al ‘intraemprendedor’, un nuevo concepto de trabajador por el que apuestan muchas organizaciones.
Yo les digo siempre, y me miran con cara de locos, que vayan o no a crear su propia empresa, van a ser emprendedores. Creo que dentro de siete años no van a existir puestos de trabajo tal y como los conocemos, sino proyectos en los que cada uno va a sumar porque será especialista en algo. Lo que quiero conseguir es que además de saber sobre su área, tengan las habilidades suficientes para buscarse proyectos, trabajar en equipo y sacar cosas adelante, aunque no sea a nivel empresarial. Las empresas apuestan por este término porque es el modelo que van a tener.
-Y las empresas se lo agradecen. Por ejemplo, la Fundación Amancio Ortega, GADIS o ABANCA les han premiado con reconocimientos o colaboraciones.
Yo me he reunido con muchos reclutadores de Recursos Humanos y ellos me han llegado a decir: “nosotros contrataremos a tus alumnos, porque eso es lo que estamos buscando en la gente”. Lo que yo quiero es que esto no solo se quede en una formación, sino que les pueda cambiar la vida, que entiendan, que vivan todas las experiencias que les van a enriquecer personalmente. Esa es la clave por la que o les van a contratar o van a cumplir sus sueños.
-Imagino que no todos los padres sabrán qué es el modelo Canvas, que pone en práctica en su clase. ¿Cómo les argumenta la necesidad de que sus hijos reciban esta formación?
Esa es una grandísima pregunta porque ese es mi mayor problema. Solo hay un porcentaje muy pequeño de la población que primero, entiende lo que es y, segundo, lo valora. Cuento con un ‘target’ muy específico de padres. El 80% son empresarios y el 20% lo conforman directivos o trabajadores con puestos de alta dirección.
-Haciendo balance de lo conquistado hasta la fecha, ¿quiénes son más “valientes”, los niños, los padres, el sistema educativo o las empresas?
Los niños. Y es una pena. Los niños son valientes, pero les decimos que no.
-“Recuerda que tú puedes cambiar el mundo”. Ese es el propósito de Líbolis para este nuevo año. ¿Cree que su escuela cambiará el mundo?
Creo que si estoy cambiando a las personas que van a cambiar el mundo, yo estoy cambiando también el mundo. Tenemos que decir a los niños que ellos pueden cambiar el mundo, porque si se lo decimos, ellos se lo creerán y lo cambiarán. Recordemos que somos responsables de nuestros actos, recordemos que como personas tenemos las herramientas para cambiar nuestro mundo y el de las personas que tenemos a nuestro alrededor.
-¿Cómo sería entonces un alumno Líbolis en el futuro?
Por ejemplo, ¿con 25 años? Creo que aprovecharía mucho más las experiencias que le diese la vida. Sería una persona muy curiosa, con capacidad de esfuerzo y con la filosofía de “no sé cuánto me llevará, pero si le dedico estas horas, voy a conseguirlo”