Es fácil que nos quedemos bloqueados por nuestros sentimientos cuando nos enfrentamos a dificultades, señala David. “Nuestros pensamientos, historias y emociones empiezan a dominar nuestra acción de manera contraria a nuestros valores, intenciones o a lo que queremos ser en una situación concreta”. Por ejemplo, quizá quieras ofrecerte voluntario para liderar un nuevo proyecto, pero no quieres alzar la mano por si no eres elegido. La sabiduría convencional dice que tenemos que dejar a un lado nuestros miedos y empujarnos a hacer lo que queremos, pero según David, varias investigaciones han demostrado que “las emociones vuelven tarde o temprano”.
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En lugar de ignorar tus sentimientos, David recomienda etiquetar cada cosa que sientas específicamente. Digamos que no te han tenido en consideración durante una reunión. No generalices tu frustración. Para enfrentarse a esto, David recomienda crear un espacio mental entre la emoción y el pensamiento sucesivo.
Una vez hayas creado espacio mental, retrocede un paso y busca otras perspectivas. ¿Cómo habrías actuado en otro lugar? “La agilidad emocional no va sobre acertar o equivocarse, si no sobre si tu comportamiento te sirve de ayuda”, señala David.
A la hora de decidir cómo reaccionar, considera si tu próximo paso está alineado con tus valores o el sentimiento sobre la persona que quieres ser. Simplemente hay que prestarle más atención a tus emociones y pensamientos para volverte emocionalmente ágil y saber trazar el camino para conseguir tus objetivos.