Los investigadores estudiaron a dos grupos de ratas alimentadas durante seis semanas con una dieta rica en grasas a base de manteca de cerdo y de aceite de pescado respectivamente. Los resultados revelaron que los cerebros de las ratas de ambos grupos experimentaron inflamación y estrés oxidativo especialmente en el hipotálamo, que es un área del cerebro esencial en la regulación del hambre.

Además, las ratas alimentadas con manteca también ganaron peso, sufrieron mayor inflamación y desarrollaron resistencia a la insulina, el principal impulsor de la diabetes. Sin embargo, los mismos biomarcadores se redujeron comparativamente en el grupo alimentado aceite de pescado.

“La diferencia fue muy clara y nos quedamos sorprendidos al comprobar el impacto de una dieta rica en grasas en el cerebro. Nuestros resultados sugieren que ser más conscientes sobre el tipo de grasa consumida con la dieta puede reducir el riesgo de obesidad y prevenir varias enfermedades metabólicas”, considera una de las autoras de la investigación, la profesora Marianna Crispino de la Universidad de Nápoles Federico II.

Aún así, hay que hacer algunas puntualizaciones respecto al resultado de esta investigación. En primer lugar, que se trata de un estudio realizado con ratas, por lo que no significa que los efectos en los humanos sean idénticos.
Además, cada grupo de ratas fue alimentado con dietas ricas en aceite de pescado y grasas saturadas que serían dietas típicas en cualquier ser humano, de forma que los resultados el estudio no son perfectamente análogos al cuerpo humano, sino más bien son una advertencia de lo que pueden llegar a provocar las grasas en exceso.

Al fin y al cabo, este estudio es un adelanto que puede ayudar a explicar la relación entre las grasas saturadas y la obesidad, más allá de la matemática básica de las calorías. El papel juega el cerebro en la obesidad todavía no está bien definido, pero estudios como este al menos evidencian que existe relación.

Por otro lado, el estudio clarifica los beneficios potenciales de comer más pescado al igual que en la dieta mediterránea, mundialmente reconocida por los grandes beneficios que aporta a nuestra salud. Por último, el estudio también ilumina la creencia de que la inflamación celular, en gran parte provocada por lo que comemos, es la principal sospechosa en trastornos como la diabetes y las enfermedades del corazón.