Está claro que echando un vistazo al mundo en el que vivimos es muy fácil hacer enfadar a alguien. Tenemos infinitas maneras y somos conscientes de la mayoría de ella. Puedes llamar a alguien idiota, o decirle que no está pensando con claridad, o simplemente que no tiene ni idea de algo, eso es suficiente para encender la llama. Pero solo es necesario un pronombre para herir a alguien, y ese es el pronombre “´tú”, o más bien todo lo que tiene relación con nosotros.
Por ejemplo:
- Necesito hablar contigo
- ¿Por qué no pensaste antes en eso?
- ¿Cuándo vas a aprender?
- ¿En qué estabas pensando?
En todos estos casos hay una acusación que nos implica, con diferentes tonos. Nos sentimos atacados, juzgados e inmersos en una conversación que no queremos tener.
Inconscientemente evitamos el pronombre “tú” porque en el fondo sabemos que es lo único que necesitamos para causar un problema, tanto a nosotros como a los demás.
Además esto muestra nuestra falta de empatía. Imagina que tienes un amigo trabajando en una empresa que está pasando por un mal momento financiero. Esto es muy estresante para él. Entonces tú le dices: “Deberías buscar un trabajo en el cual te valoren.” Puede que pienses que tu respuesta es empática, pero en realidad no lo es.
Es bastante presuntuoso en realidad, nosotros estamos en la posición de dar consejos sobre los siguientes pasos en el futuro de una persona, no es así. No tenemos la solución fácil al problema de otra persona.
Puedes empezar a escribir las cosas que le quieres decir a alguien para analizar realmente lo que vas a transmitir al final. Viendo cada palabra llegarás a una conclusión más exacta y por tanto mejor.