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Lifestyle

Siesta o café: ¿qué es mejor?


Las siestas son, en términos generales, mejores que una taza de café. Echarse un sueñecito puede aumentar la capacidad de aprendizaje (ahora ya sabes por qué lo que estudiabas a última hora te lo sabías tan bien por la mañana) , mejorar el estado de alerta y otras capacidades cognitivas. Además, son naturales, no hay componentes como la cafeína de por medio.

Un estudio de la Universidad de California reveló que una siesta de entre hora u hora y media mejora la percepción y la habilidad verbal muchísimo más que la cafeína. He ahí otro motivo más para escoger la siesta en detrimento del vaso de café para espabilarse. Lo negativo: que para echarse una siesta realmente productiva se necesita una hora mínimo, así que en el caso que exponíamos en al inicio, que es uno de los más típicos, lo óptimo sería decantarse por el café.

Ahora bien, en caso de no tener 60 o 90 minutos, que es lo que dura un ciclo de sueño normal, aún queda una esperanza. Según un estudio de Sara Mednick, experta en investigaciones sobre el sueño, publicado en la revista Nature Neuroscience, una siesta de 10 o 30 minutos puede servir de mucha más ayuda a nuestro cuerpo que una taza de café. Eso sí, tienen que ser 10 o 30 minutos justos, menos o más tiempo puede provocar una disminución de la destreza motora y aumentar una somnolencia que cueste aún más eliminar.

Y entonces, ¿qué ventajas tiene el café? Principalmente, que la cafeína ayuda a despertar el cuerpo más rápidamente y sin necesidad de emplear mucho tiempo. Sin embargo, la edad influye en los beneficios del café según un estudio francés publicado en la revista Sleep. Dicho estudio revelaba que entre los 40 y los 50 años, e incluso de ahí en adelante, el café sentaba mejor que la siesta. Sin embargo, a los más jóvenes una buena siesta les beneficia más que una taza de café.

Por último, existen las beneficiosas siestas de cafeína, que consisten en tomar café o cualquier otra bebida con cafeína y echarse rápidamente a dormir unos veinte minutos. En ese tiempo la cafeína recorrerá nuestro aparato digestivo y llegará a nuestro cerebro haciendo que nos despertemos más lúcidos y despejados de lo normal.