Durante el último gobierno de Felipe González (1993-1996) fue simultáneamente ministro de Justicia y de Interior. Posteriormente fue elegido diputado en las Cortes Generales por Zaragoza y en 2003 ganó la alcaldía de la capital aragonesa, en la que estuvo hasta el 2015. Tras más de 25 años en la alta política, hace un año y medio regresaba a su puesto de magistrado de la sección 1 en la Audiencia Provincial de Zaragoza.
Acabó la carrera de Derecho y a los 25 años aprobó las oposiciones a la judicatura, siendo destinado como juez a la isla de La Gomera. Luego pasó por Berga, Vich, Alcoy… ¿Cuándo se sintió atraído por la política?
Mientras estudiaba la carrera de derecho en Barcelona conocí a un grupo de fiscales, jueces y secretarios judiciales, entre los que se encontraban Carlos Jiménez Villarejo, José María Mena… que integraban un movimiento clandestino llamado Justicia Democrática, y empecé a asistir a sus reuniones. Posteriormente, junto a Cándido Conde-Pumpido y Luciano Varela Castro, fundamos Jueces para la Democracia, que era una asociación profesional progresista solo para jueces, y que tuvo su importancia, ya que ocupamos portadas en El País cuando entonces era un periódico fuera de toda duda y con prestigio, y la verdad es que influimos bastante en los aspectos judiciales de la Constitución. Y el paso a la política pura se produce desde el Consejo General del Poder Judicial, cuando soy designado a propuesta de los socialistas. Entre otros muchos temas, me tocó coordinar la negociación de la primera reforma salarial seria de la judicatura, siendo ministro Enrique Mújica. En un momento determinado, mientras yo estaba dando una conferencia en una universidad de verano, me comunicaron que me llamaba el presidente; en ese momento pensé que se refería al presidente del CPGJ, Pascual Sala, y dije que esperara. Después me enteré que la llamada era del presidente del Gobierno, Felipe González. El argumento que me dio para ser ministro fue: “¿no dices que la Justicia tiene solución?, pues a resolverla, que esa es tu obligación”. Me habían recomendado para el Ministerio Pascual Sala, por un lado, y, sobre todo, Francisco Tomás y Valiente, que probablemente es el hombre civil más importante del siglo XX, y que fue asesinado miserablemente por esa banda de hijos de puta. La única vez que yo he tenido ganas de pegar un tiro a alguien fue el día en el que lo mataron, porque encima el que lo hizo no sabía ni quien era.
Fue ministro de Justicia e Interior entre 1993 y 1996, en uno de los momentos más duros de la democracia por culpa del terrorismo. ¿Cómo lo recuerda?
En lo que hace referencia a mi paso por el Ministerio de Justicia, lo recuerdo de manera muy positiva. Se aprobó el Código Penal del 95, que es el único que se ha votado artículo por artículo y sin ningún voto en contra, y es, sin duda, junto a la Ley del Tribunal del Jurado, que introdujo el jurado popular como mecanismo de participación ciudadana en la Justicia, lo más interesante que nos tocó defender en esa época. Después vino una época difícil cuando me nombraron ministro de Interior, algo que yo quise evitar por todos los medios.
Dije que era mejor que se lo ofrecieran a Narcis Serra, entonces vicepresidente. Felipe me respondió que no podía ser, y cuando me queje, explicándole que tenía que terminar el Código Penal, que era por lo que yo había aceptado la cartera de Justicia, es cuando decidió unir los dos ministerios. Me encontré entonces atrapado, ya que en muchas ocasiones, en conferencias y actos públicos, había manifestado que el modelo correcto era unir Justicia e Interior, que es lo que hacen los anglosajones y los nórdicos. Así que uno siempre termina siendo esclavo de sus propias palabras, por lo que no me pude negar. Tuve la suerte de tener a secretarias de Estado magníficas, como Margarita Robles, en Interior, María Teresa Fernández de la Vega, en Justicia, además de Paz Fernández. Con este equipo pudimos aguantar hasta principios de 1996. Fue una de las épocas más duras que pasamos en la democracia: asesinaban a la gente sin más, colocaban bombas en cualquier lugar… pero sobrevivimos.
En los años que estuvo como ministro, se produjo la detención de Luis Roldán y el secuestro por los Grapo de Publio Cordón. ¿Diría que estos dos casos marcaron su etapa?
El caso de Publio Cordón nos dio muchísimo trabajo, que desgraciadamente sirvió para poco, pero la verdad es que la policía se movilizó de una manera masiva y, al final, hemos acabado siendo muy amigos su familia y yo por el contacto permanente que tuvimos, a pesar de que es un tema no resuelto. Del caso Roldán no quiero hablar mucho, pero puedo decir que afortunadamente se logró su detención, que es lo que verdaderamente importaba, porque, ¿qué habría pasado si no se le encuentra y aparece muerto en cualquier lugar del mundo? Pues algo muy concreto, y es que tanto Felipe y yo, como ejecutor, tendríamos como resumen de nuestra trayectoria el hecho de que se hubiera producido un crimen de Estado. Por lo tanto, lograr detenerlo de manera legítima y legal, pese a que entonces se cuestionó, consiguió un objetivo fundamental, que era meterlo en prisión.
¿Alguna vez se ha preguntado cómo hubiera sido la transición sin ETA?
Vamos a ver, la existencia de ETA lo que hizo fue aplazar el problema nacionalista, esa es la realidad. Por ejemplo, lo que está pasando ahora en Cataluña era impensable en aquel momento, porque el terrorismo de ETA, además de ser un crimen horrendo, es evidente que paralizaba las ansias nacionalistas e independentistas, ya que los abanderados eran una pandilla de terroristas. Por lo tanto, es muy probable que el cambio fundamental, en términos fríamente políticos, es que se retrasaran las pretensiones separatistas. Fuera de eso, creo que no hubiera habido cambios sustanciales.
Foto – enviada por WT
Fotografía de Xavi Torres-Bacchetta
En su época, no se sabía quién eran los magistrados, porque apenas salían en los medios. En cambio, ahora son muy mediáticos e incluso algunos son estrellas. ¿Qué opina de este tipo de jueces?
La verdad es que hay jueces ‘estrella’ muy buenos, y otros muy malos. El concepto de ‘estrella’ a veces viene dado por la naturaleza del procedimiento que sigues. Por ejemplo, nadie conoció la jueza que hizo la instrucción del caso Roldán, y se hizo maravillosamente bien. El juez ‘estrella’ no puede ser un fiscal, ya que su misión solo es juzgar, y no debe ni puede instruir y juzgar a la vez, ya que se desvirtúa la figura del juez. En mi época no se hablaba de casos concretos, sino de líneas de política judicial, que es muy distinto. Opinábamos, pero opinábamos sobre la ley de seguridad ciudadana… Hacíamos valoraciones políticas desde el punto de vista judicial de la legislación, pero no nos dedicábamos a contar el asunto que llevábamos por importante que fuera. Al revés, estaba muy mal visto, y de hecho hoy sigue estando mal visto.
Usted dijo que el Tribunal Constitucional ha perdido todo su prestigio, que en su época era más respetado por todas las fuerzas políticas, por los juristas, etc. ¿Qué entiende que habría que hacer para recuperarlo?
Pues que los partidos políticos renuncien drásticamente a toda forma de voto, y que simplemente se cumpla la Constitución, es decir, que las personas elegidas sean juristas de indudable y reconocido prestigio, porque solo ellos tienen algo que perder. Pascual Sala, Tomás y Valiente, Nieves Antón, que son personas de verdadero nivel jurídico, bajo ningún concepto estarían dispuestos a dirigir una sola instrucción. Personas de este prestigio garantizarían que se volvieran a redactar sentencias de las que estuvieron en la época de los grandes juristas que han pasado por la institución. Evidentemente, el nivel ahora es más bajo y la jurisprudencia de los últimos años no es imprescindible, vamos a decirlo de esa manera más moderada.
Se ha mostrado partidario de Susana Díaz, ¿cree que es la líder que necesita el PSOE para enderezar su camino y disputarle el poder a Rajoy?
Es verdad que dije públicamente cuando era municipalista, y no juez, que pensaba que Susana era un gran valor, y lo sigo pensando. Que sea o no la persona adecuada para resolver los problemas internos del partido es en lo que no quiero entrar, pero sí puedo decir que es una líder valiosa, una líder natural, que me recuerda además mucho al estilo que caracterizaba a Felipe González cuando tenía su edad.
Defíname con una frase a los siguientes líderes del PSOE: Felipe González, Alfonso Guerra, Rodríguez Zapatero, Rubalcaba y Pedro Sánchez.
A Felipe le tengo un enorme respeto. Para mí es sin duda el mejor político español de la segunda mitad del siglo XX.
Guerra es una persona brillante y un animador sin el cual, probablemente, el PSOE no habría tenido el éxito que consiguió.
Zapatero tuvo muy buena voluntad, lo hizo muy bien mientras no hubo crisis económica, pero es más discutible que supiera afrontar la crisis económica. Rubalcaba es el más listo del colegio y al que más le gusta la política. Yo no sé lo que estará haciendo ahora, pero es imposible que no haga política, porque es el político por definición. Quizá no fue tan buen candidato, como dijeron las elecciones, pero es un buen político y una persona honrada. Pedro Sánchez no ha resultado, sinceramente, lo que muchos esperábamos, y desde luego la entrevista que concedió en televisión a un conocido periodista fue absolutamente desafortunada y probablemente el origen de que lo vaya a tener muy difícil en su intención de volver a liderar el partido.
¿Teme que Podemos se haga con el voto de la izquierda y logré dar el ‘sorpasso’ al PSOE?
No me atrevo a hacer predicciones, pero a mí me pareció desde el principio que no podían ni crecer ni durar mucho, pero sin embargo nos estamos equivocando: sigue siendo un partido con 5 millones de votos, y eso no tiene pinta de que haya nacido para no mantenerse. Y yo me pregunto cómo es posible que un grupo de amateurs haya tenido ese crecimiento tan impresionante en términos políticos en tan pocos años. Pues eso sólo puede obedecer a una cosa: que lo hemos hecho muy mal desde las opciones progresistas y que la gente desconfía abiertamente. Es lo que ha pasado en Italia con el payaso ese que dijo que no había que votar con la cabeza sino con las vísceras. Es el perfecto resumen de lo que ocurre, y me quedo estupefacto de que personas cultas y normales les puedan votar. Ya sabemos que si alguna vez mandan no van a hacer nada de lo que prometen, y que sólo tratan de fastidiar, pero está claro que hay una crítica de base a la política llevada a cabo por el PSOE, pero también por el PP. El tipo de discurso de Podemos es pasado puro, y no un proyecto político sino una especie de circo que nos ha salido dentro.