Ashton Kutcher se convirtió en un icono del cine actual representando papeles de chicos guapos pero bastante insustanciales. Sin embargo, junto al manager de Madonna, Guy Oseary, ha conseguido ser respaldado por algunos de los mayores y más conocidos multimillonarios del planeta (Ron Burkle, Eric Schmidt, Mark Cuban, David Geffen, Marc Benioff). Juntos han apoyado y financiado algunas de las empresas tecnológicas más destacadas que han surgido últimamente (Uber, Airbnb, Skype, Pinterest, Spotify). Tras conseguir transformar 30 millones de dólares en 250 millones a través de inversiones diversas, la de Kutcher se ha convertido en una de las más inusitadas historias del actual panorama financiero.
Obviamente, Ashton Kutcher, uno de los actores de televisión mejor pagados del mundo, puede permitirse muchos lujos, entre ellos el más básico: coche y chófer. Pero él sigue prefiriendo usar Uber. “Vamos a la Warner Bros.”, ordena al mismo tiempo que se acomoda en la parte de atrás de un Chevy Tahoe negro junto a su socio en Beverly Hills, el manager musical Guy Oseary. “En concreto a Moorpark, a la altura del 101”.
No hacen falta más indicaciones. La ruta óptima, desde la urbanización donde Kutcher y Oseary viven separados solo por tres puertas hasta el espacio en Burbank donde el actor está rodando una nueva serie para Netflix, ya está programada en el teléfono del conductor. Pero Kutcher siempre prefiere asegurarse; en este coche es el jefe. Hace cinco años, él y Oseary invirtieron 500.000 dólares en Uber, participación que se ha revalorizado hasta 100 veces sobre lo que inicilmente pagaron.
“Realmente, ni siquiera tienes la sensación de estar tomando el habitual taxi de la compañía, sino que te haces a la idea de ser dueño del automóvil”, dice Kutcher. “Ya sé que es una locura, pero precisamente por eso tiene la velocidad y el potencial que ha demostrado”. Sería fácil apuntar que todo ha sido una apuesta verdaderamente afortunada. William Shatner, después de todo, no tendría que volver a plantearse trabajar después de dar el golpe a lo grande con Priceline, y nadie va a confundir al capitán Kirk con Kirk Kerkorian. Pero las carteras de Oseary y de Kutcher, con más de 70 inversiones combinadas, incluyen una valiosa lista de empresas grand slams más allá de Uber (Skype, Airbnb, Spotify, Pinterest, Shazam, Warby Parker, con poderosas startups como Zenefits o Flexport, todavía en gestación).
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Sería fácil tachar a Kutcher, de 38 años, y Oseary, de 43, representante de U2 y Madonna, de aficionados que invierten con frialdad en el mundo empresarial… Si no fuera porque una gran cantidad de multimillonarios hechos a sí mismo (incluyendo a Ron Burkle, Eric Schmidt, Mark Cuban, David Geffen y Marc Benioff) les dieron millones de dólares de sus propias fortunas personales para que los invirtiesen. Y mientras que esos cinco millonarios son conocidos por disfrutar del sabor de la fama y la ostentación, un respaldo económico decididamente más serio, Liberty Media, opto por cederles 100 millones de dólares para ponerlos en funcionamiento, y además, haciéndolo sin Burkle que hasta ese momento estaba asociado activamente a la empresa.
Como empresa pública, Liberty Media tiene que vivir y morir por sus números. Y eso es precisamente algo a lo que Kutcher y Oseary se entregan con un total convencimiento. En sus libros de contabilidad, mostrados a Forbes, los números son mucho más impresionantes que la película Colega, dónde está mi coche? En seis años han transformado su fondo de 30 millones de dólares en unos contantes y sonantes 250 millones. El hombre que hasta hace poco actuaba en Dos hombres y medio ha multiplicado las cifras por 8,5.
“Si consigues retornar tres veces las aportaciones, ya se te considera uno de las mejores empresas de capital riesgo”, comenta Marc Andreessen, un rey Midas que ya consiguió más de 4.000 millones en los últimos años a través de su firma Andreessen Horowitz. “Si se puede recuperar cinco veces la aportación, ya se considera que es un home run. Yo di exhaustivas clases de matemáticas: 8x es más que 5x”. Y Andreessen no está solo en ese general reconocimiento. En privado, con los pesos pesados de Silicon Valley que ya han pasado tiempo con Kutcher y Oseary y los han visto en acción, nos cuentan su historia: estos tipos son verdaderamente inteligentes. No “para la media de los tipos de Hollywood” precisan. Su sorprendente éxito pone de relieve dos verdades universales: lo fácil que es manejar el dinero de otras personas y lo difícil que es hacerlo bien.
El extraño camino de Ashton Kutcher y su sociedad de capital riesgo se inicia con un rapero ahora en quiebra: Curtis ‘50 Cent’ Jackson. Hace una década ‘50 Cent’ adquirió una participación en el capital de Vitaminwater’s parent Glaceau a cambio de convertirse en la cara visible de la bebida, y se hizo con una cifra estimada de 100 millones de dólares cuando Coca-Cola compró la compañía el año 2007.
“En esos momentos había firmado un acuerdo para Nikon”, recuerda Kutcher durante un desayuno de huevos y aguacate en la casa californiana de Oseary. “Me dije: ‘¡Basta!, resiste, aguarda un minuto; tengo que encontrar la manera de entrar en el juego de capitales, todo le da entonces mucho más sentido”. En la trayectoria de Kutcher todo ha sido muy intuitivo. Nacido en una familia de clase media en Iowa, no creció en otra mentalidad de negocio know-how que no fuese la más importante: una fuerte apreciación y amor al trabajo. Llegó a trabajar en la construcción con su padre a los diez años. Incluso en la escuela secundaria realizaba trabajos simultáneos de conserje, carnicero y trabajador en una fábrica de General Mills.
El cerebro ya estaba en movimiento: se inscribió en la Universidad de Iowa y se especializó en ingeniería bioquímica. Hasta que ganó un concurso de modelos, se retiró y trasladó primero a Nueva York, para luego ir a Los Ángeles. Su gran oportunidad llegó en 1998 con That ‘70s show, donde hacía del tonto Michael Kelso, seguido de una serie de papeles en películas similares. Pero mientras estaba siendo encasillado en roles ligados a la estupidez, comenzó a perfeccionar sus ‘chuletas’. En 2003 creó y dirigió para la MTV un show de cámara oculta donde se reazlizaban bromas a la gente, Punk’d. Al mismo tiempo, por decirlo de alguna manera, su inspiración Vitaminwater estalló, y decidió fundar una compañía en toda regla, Katalyst. Su jefe de digital, Sarah Ross, a quien había captado de TechCrunch, comenzó a introducirle en las élites de Silicon Valley, incluyendo a Ron Conway y Michael Arrington. “Pasé el 90% de mi tiempo simplemente escuchando”, comenta Kutcher.
“Realmente hubo un periodo durante el cual pocas personas fuera de Valley se tomaron todo aquello en serio”, dice Andreessen. Kutcher poseía una enorme fluidez en el control del lenguaje tecnológico usado por las nuevas startups. En una cena privada el pasado año con los integrantes del Forbes Under 30 Summit, Kutcher pasó a liderar un acalorado debate entre los pesos pesados de cada medio en torno a la optimización del tráfico en la web y sobre los posibles ingresos por publicidad digital. En esencia, él podría asimilarse al futbolista que comienza a moverse entre los empollones y amantes de la matemáticas, y que finalmente, demuestra que en el fondo es uno de ellos. “Una vez que aprendes a identificar un leopardo de las nieves”, comenta Kutcher, “resulta bastante fácil verle venir desde lejos”.
En 2009 Andreessen lo animó a invertir un millón de dólares en Skype. Cuando Microsoft compró la compañía 18 meses más tarde, las inversiones efectuadas por Kutcher cuadruplicaron su valor. Entonces fue cuando el se enganchó. Más importante aún, impresionó a sus nuevos colegas en San Francisco, quienes aún se estaban recuperando de la Gran Recesión.
Oseary, por su parte, sufrió una metamorfosis muy similar. Nacido en Israel, se trasladó a Los Ángeles a las 8 años y terminó en la Beverly Hills High School, donde se inició como representante de poca monta, de hip-hop y también comenzó a codearse con los hijos de poderosos agentes en Hollywood como Freddie DeMann. El manager musical contrató a un adolescente Oseary para trabajar con él en Maverick Records, el sello que había fundado con Madonna. A lo largo de la década de los noventa Oseary se especializó en buscar talentos para la compañía, supervisando una lista de estrellas entre las que se incluían Muse y Alanis Morissette.
“Mucho de lo que hago ahora es muy parecido”, dice, “lo que implica tratar de identificar el talento para luego apoyarlo en la comercialización de su música y su visión de la misma”. Imbuido por el insecto del emprendimiento, Oseary desarrolló una estrecha relación con Bill Gross, quien a finales de 1990, había recaudado más de mil millones de dólares para su incubadora de Pasadena, Idealab. Sin embargo, cuando el mercado estalló en 2000, la situación acabó con muchas de sus florecientes empresas tecnológicas, junto con los planes para una oferta pública de suscripción de acciones –y los millones de Oseary, que habían sido invertidos en Idealab–. Para añadir sal a las heridas, cuando Seth Rodsky le ofreció la oportunidad de invertir en Vitaminwater en las mismas condiciones que enriquecerían a ‘50 Cent’ e inspirarían a Kutcher, Oseary declinó.
Casi al mismo tiempo, se hizo muy amigo de Burkle, quien le había comentado que la debacle de Idealab, en el fondo, escondía una bendición disfrazada: había aprendido una valiosa lección con tan solo 27 años. Oseary asumiría pronto el trabajo como manager de Madonna, guiándola y acompañándola espalda contra espalda por giras mundiales con las que llegó a recaudar hasta 600 millones de dólares. Cuando en 2008 Rodsky le ofreció la oportunidad de invertir en Vita Coco, Oseary no dudó en expedir un cheque por 1,2 millones de dólares; desde 2007 la valoración de la compañía ha aumentado de los 28 millones de dólares hasta 664 millones. A continuación volvió a apuntar alto con Groupon. Cuando empezó a profundizar en la financiación de startups, descubrió que el negocio del entretenimiento estaba insuficientemente representado en Silicon Valley.
“Sólo había un colega de nuestra comunidad que lo estaba haciendo bien a la hora de invertir en los acuerdos y ofertas correctas”, dice Oseary. “Ese era Ashton”. Cuando Oseary le propuso unir fuerzas, Kutcher estuvo de acuerdo. Kutcher y Oseary se unieron a Burkle para formar A-Grado Investments en 2010 (las tres primeras letras del fondo recogen el nombre de pila de cada uno de los fundadores). El multimillonario contribuyó con 8 millones de dólares y el uso de su back office, mientras que Kutcher y Oseary añadieron un millón cada uno. Los primeros cheques de A-Grade se movían en un importante rango, de 50.000 dólares hasta 100.000, e iban entrando poco a poco en el mágico territorio de las siete cifras. El trío se enfocó hacia la creación de startups con tres puntos claves: apelar a los fundadores con quienes querían trabajar de forma activa; asumir una declaración de intenciones orientada siempre al ahorro o el enriquecimiento; y, por último, garantizar un modelo de negocio que podría reforzarse mediante su implicación.
Una de aquellos negocios era Genius, especializado en lengua y literatura, antes conocido como Rap Genius. A-Grade fue el primer inversor importante después que la compañía saliese de la incubadora Y Combinator en el año 2011. El cofundador Ilan Zechory dice: “Cualquiera que haya recaudado fondos sabe cómo es un gran acuerdo y que muchos inversores tienden a esperar y ver lo que hacen otros inversores”. Kutcher aprovechó su enorme influencia en las redes sociales –su cuenta de Twitter es de las más visitadas con más de un millón de seguidores–para conducir a sus visitantes hasta el sitio invertido. A medida que aumentaban el número de usuarios, Andreessen Horowitz se planteaba nuevas inversiones: en 2012 fueron 15 millones de dólares; A-Grade había conseguido una que su valor llegase a los 10 millones de dólares, cifra que desde entonces se ha incrementado y multiplicado.
La interesante carrera de Kutcher comenzó a provocar atención, aunque solo fuese por lo que tenía de novedosa. Con frecuencia era incluido entre algunas celebrities inversoras de la talla de Justin Bieber y Lady Gaga, que sabían del tema lo suficiente como para escuchar y atender a sus representantes, pero no mucho más. “En estos días hay una gran cantidad de celebridades ‘turistas’ dentro de nuestra industria”, comenta el multimillonario inversor Chris Sacca, que apareció en la portada de la última edición de la Lista Midas. “La gente famosa está al acecho tratando de conseguir un trozo de la tarta, pero sin aportar ningún valor a la mesa. Pero para Ashton, en particular, el suyo ha sido un compromiso diario con la tecnología durante al menos ocho años”.
Kutcher representa una verdadera primicia: la celebridad que no se limita a entrar en el capital de la empresa o que se vale de su fama para acceder a determinadas ofertas, sino que en realidad maneja y administra dinero para otras personas. El historial de A-Grade es significativo: en 2011 Kutcher, Oseary y Burkle pusieron 2,5 millones de dólares en Airbnb, una participación que ahora tiene un valor que ronda los 90 millones. También colocaron 500.000 dólares en Uber que tras varias rondas se han incrementado hasta los 60 millones de dólares.
Pero también tuvieron muchos errores. Kutcher invirtió dinero en efectivo –y llegó a ser director creativo– de Ooma, una web de servicio telefónico, que cayó empicada tras su salida a bolsa. También se dio un baño en Uber-for-planes, una aplicación de jets privados. A-Grade invertió en Fab.com, una hub de moda online, donde vieron como su valor se disparaba hasta los mil millones de dólares, para luego caer en picado hasta asimilarse a un montón de chatarra cuyo precio de venta solo rondaba los 15 millones de dólares.
Pero al igual que Hollywood y la música, las sociedades de capital riesgo son negocios de éxito. Incluso si se quitase de su bolsa de inversión a Uber y Airbnb, el rendimiento de A-Grade seguiría siendo un sólido 3,3x (múltiplo de su valor), gracias a otras inversiones ganadoras, entre las que destacan los 3 millones en Spotify en 2010 (recuperada hasta al menos 3x), los 300.000 dólares en Warby Parker multiplicado por 7 dos años más tarde y los 1,5 millones en Houzz en 2014 (hasta 6x).
En 2012 Kutcher, Oseary y Burkle decidieron recaudar más dinero para A-Grado y encontraron una línea de multimillonarios dispuestos a ello. “Las startups tecnológicas son empresas de éxito o pérdida, pero si tienes confianza en estos chicos seguramente vas a tener más éxitos”, cuenta Geffen a Forbes. Cuban añade: “Ambos tienen gran sensibilidad para ver lo que funciona e interesa entre los consumidores”.
La fama puede ser un dinero muy bien invertido si se utiliza correctamente. Cuando la ciudad de Nueva York trató de restringir el crecimiento de Uber través de una regulación verdaderamente asfixiante, Kutcher utilizó su alcance en las redes y medios sociales para exponerlo públicamente al alcalde Bill De Blasio, algo que revirtió rápidamente a sí mismo. Oseary tenía sus clientes, incluyendo a Madonna, utilizando abiertamente la aplicación móvil Flipboard, otra inversión de A-Grade.
Esta actitud y posición de buenos contactos hace que las oportunidades vayan fluyendo. “Cuando se tiene la reputación de ser productivo y buen colaborador”, dice Andreessen, “entonces tiendes a ser invitado a un montón de cosas”. El siguiente capítulo en la sociedad de capital riesgo de Ashton Kutcher se puede encontrar en el soleado SoMa, el distrito más tecnológicamente amigable de San Francisco, en un loft que acaba de desocupar AngelList. Este es el nuevo hogar de Neighborly, una startup de crowdfunding municipal que está en sus inicios, recién salida de una ronda en la que ha recogido 5,5 millones de dólares.
Kutcher y Oseary gestionarán también los 100 millones de dólares de Liberty a través de un nuevo vehículo, Sound Ventures. Neighborly es una de sus primeras inversiones. “Ellos ven las cosas desde una perspectiva que, sencillamente, otros no tienen”, comenta Wilson, de Kutcher y Oseary. “No es sólo entretenimiento, no se trata sólo de las redes sociales. Hablamos de conexion con las personas.”
“Cada partícipe de nuestra cartera tiene nuestros números de teléfono personales”, dice Kutcher. “Nos puede llamar en cualquier momento, las 24 horas del día, para lo que haga falta”. Sound Ventures es un gran paso adelante: más dinero, dinero de otras personas y todo por desarrollar. Mientras Burkle no llegó a sentarse con Forbes, su opinión acerca de la ruptura, enviada por correo electrónico, dice así: “Estamos muy cerca, como nunca lo hemos estado, y nuestros equipos continúan mirando ofertas de manera conjunta”, agrega Kutcher: “Debido precisamente a que somos tan buenos amigos, no queríamos plantearnos diferentes perspectivas sobre el mercado que nos llevasen a entrar en conflicto”.
Lo más probable es que Burkle, que no ha tenido un jefe en años, no quisiera que se le indicara qué hacer. Liberty tiene poder de veto sobre las grandes inversiones y proporcionará soporte back-office a través del gigante de los conciertos Live Nation, donde es el mayor accionista. El que fue jefe en Live Nation, Michael Rapino, presentó a Kutcher y Oseary al CEO de Liberty, Greg Maffei. Kutcher y Oseary confirman que están cargando en torno al 2% del dinero invertido y el 20% de los beneficios, más otros bonos por rendimiento.
¿Por qué entonces Liberty colocaría ese dinero en manos de Kutcher y Oseary en lugar de valerse de un jugador más establecido como Greylock o Sequoia? “Ellos tal vez no se han puesto de acuerdo en algunos de los términos” confirma Maffei. “Pero creo que, francamente, lo que es más importante es que tienen una forma diferente de hacer las cosas, una visión diferente a la de otras empresas”. Neighborly representa perfectamente esas maneras. Con Sound Ventures, Kutcher y Oseary deciden centrarse en otros campos más apagados. Además, el crowdsourcing ya está invirtiendo en la automatización de recursos humanos (Zenefits), en la transparencia fiscal de los gobiernos locales (Opengov) y en el servicio de los hogares (Handy).
En total esperan financiar de 60 a 70 empresas en los próximos años. Al menos para alcanzar los 100 millones de dólares que necesitaría para apostar fuerte en etapas posteriores. “Cuatro de ellas, si tienen suerte, van a ser supernovas, y el 50% van a alcanzar el umbral de rentabilidad”, dice Kutcher. “Y el 25% se quedará en la cuneta. No tuvimos que llegar a explicar esto a Liberty”. Incluso el acuerdo podría mejorar. Se han alineado con TPG Capital para proporcionar dinero adicional si alguna compañía de la sociedad buscase una inyección de capital más grande. Y la cartera de Liberty parece abierta también. “Siempre se puede volver y pedir más” dice Maffei. Nuevas y apasionantes propuestas surgen a Kutcher y Oseary, que ahora se sientan en el vestidor de Burbank, lleno de recuerdos de los Chicago Bears, para debatir ideas sobre una posible incubadora que podrían comenzar a desarrollar.
Kutcher llegó a ganar hasta 20 millones de dólares en la última temporada de Dos hombres y medio. Para Oseary, entre las giras de conciertos recientemente concluidas de U2 y Madonna, ha recaudado 152 y 305 millones de euros, respectivamente, de los que él probablemente se lleve a casa 15 millones. En definitiva, no necesitarían más dinero, el tema de inversiones es una pasión para estos chicos. No se trata de una cuestión de vida o muerte. “Si no hacemos un dólar, pero cambiamos el mundo de una manera significativa porque resolvemos problemas reales y apoyamos a personas –o hacemos algo por ayudarlas–, los posibles rendimientos serán una vía de escape”, dice Kutcher. Y en el fondo habla como un verdadero veterano de Silicon Valley.