Desde que la crisis financiera de 2008 sacudiera el sector, los bancos se han centrado en solucionar sus propios problemas. En ese mismo periodo, se han acelerado los cambios en las demandas de los clientes y la tecnología, y ha aumentado la intensidad competitiva. Al mismo tiempo, la regulación para las nuevas alternativas financieras se ha aligerado, sentando las bases para un nuevo panorama en el que los bancos ya no monopolizan la atención de las necesidades financieras de los usuarios.

En este contexto aparecen los neobancos, compañías que operan con la licencia bancaria de un tercero y ofrecen sus servicios de manera 100% digital y móvil. Algunos de los más relevantes son Simple (Estados Unidos), Yolt (Reino Unido) o 2gether (España). Estos han sido capaces de identificar y explotar los cambios en las demandas de los usuarios y de aprovecharse de las nuevas tecnologías y de la situación regulatoria para crear propuestas de valor atractivas, sustitutivas a las de los bancos tradicionales.

Para los neobancos, ‘digital’ ya no es una categoría demográfica, es un factor que define al cliente mainstream. Los clientes digitales acceden a sus servicios a través de su ordenador o su móvil, y esperan ser atendidos en tiempo real. Por otro lado, los usuarios quieren que sus bancos conozcan sus necesidades y se adelanten a ellas, de la misma manera que Netflix les recomienda películas o Spotify canciones.

Por otra parte, cada día millones de datos se generan con nuestra actividad en internet, teniendo especial valor los generados con nuestra actividad bancaria. Los usuarios están comenzando a ser conscientes de este valor y a demandar el control sobre esta información y quién puede acceder a ella.

Estas tendencias no están siendo consideradas seriamente por los bancos tradicionales, que aún segmentan a sus clientes por su nivel adquisitivo, demografía u otros factores menos relevantes. Los neobancos, por su parte, se aprovechan de un ecosistema de socios en el que todos se benefician, innovando más rápido y aumentando el sentimiento de pertenencia. Para ello, tanto neobancos como fintechs, se apoyan en tres tecnologías exponenciales con el potencial de separar los ganadores de los perdedores en el futuro.

En primer lugar, blockchain está acabando con la intermediación de algunos de los servicios financieros más básicos, como son los pagos o los eventos de capital. Incluso lo está haciendo con el dinero, con la aparición de criptomonedas y de activos digitales. En segundo lugar, big data da sentido a los datos financieros de los usuarios, los más valiosos por representar la totalidad del consumo de una manera determinista. Por último, la inteligencia artificial y el machine learning están permitiendo automatizar y delegar decisiones contextuales sin la supervisión de personas, facilitando las operaciones del día a día y la selección de productos financieros.

Todas estas tecnologías son muy poderosas por sí mismas, pero lo son aún más cuando se combinan. Los neobancos las están implementando desde cero, sin dependencias tecnológicas. Los tradicionales, aunque decidan adoptarlas, se enfrentan a fuertes barreras vinculadas a sus dependencias a diferentes niveles: cultural, organizativo, tecnológico, etc.

También la regulación está jugando un papel importante. En los últimos años los reguladores han cambiado su actitud y están adoptando un enfoque mucho más abierto, influenciados por las nuevas demandas de los clientes, como demuestra la promoción de la regulación Open Banking, y su aplicación en la UE a través de la directiva PSD2. Además, se han desarrollado licencias más ligeras a la bancaria, como son las de dinero electrónico y la de servicios de pago, que se están otorgando a challenger banks y a plataformas de Banking as a Service (BaaS). Estas licencias permiten ofrecer servicios completos enfocados en la distribución de productos de terceros más allá de la gestión directa de la transaccionalidad.

Los neobancos no han hecho más que empezar, y si demuestran su viabilidad en el corto plazo ganarán el tiempo necesario para convertirse en una alternativa atractiva, cambiando por completo la manera en la que manejamos nuestras finanzas.