Todas las personas son susceptibles a los malos hábitos. Afortunadamente existen formas para prevenir o para cambiar estos malos hábitos por unos mejores. De la misma forma, los emprendedores son susceptibles a caer en estos malos hábitos. El emprendedor se enfrenta a una lucha por la supervivencia en un ámbito laboral que no siempre supone estabilidad, más bien ofrece lo contrario. Debido a la importancia que juega el tiempo en la vida del emprendedor, este se ve obligado a renunciar a ciertas cosas que a la larga resultarían muy beneficiosas.

Por ello, es importante seguir una rutina nocturna que pueda cumplir con las necesidades de cada persona. Esta rutina se basa en hacer un balance del día a día, ver en lo que se puede mejorar. Crear una práctica de esta rutina puede ser muy beneficiosa para ser mejor líder y también mejor persona:

Piensa en los malos hábitos que has evitado

El emprendedor sufre de inseguridades y de miedos más a menudo de lo que le gustaría. Además, se enfrenta a mecanismos de trabajo o a situaciones que puede llevarle a caminos depresivos. Por ello, es importante trabajar de forma activa para evitar ciertos malos hábitos o pensamientos negativos que pueden cruzarse por el camino. Cada día es una oportunidad para mejorar. Cada error es una oportunidad para levantarse con más fuerza. Aunque todo esto pueda sonar muy fácil en la teoría y algo más complicado en la práctica, es algo que solo puedes lograr tú mismo. Lo importante es pensar en las balas que has esquivado cada día y poder dormir tranquilo tras ello.

Piensa en las cosas que pueden hacerte mejorar

La motivación juega un gran papel en esta ecuación. Para mantener la motivación es necesario pensar en formas para mejorar cada día, pero sobre todo es importante reconocer los progresos y las pequeñas victorias personales. Es cuestión de emplear unos minutos cada noche para pensar en todo esto, y si es posible, meditar tras ello.

Básicamente se trata de dedicar unos minutos cada noche a hacer introspección. En lugar de fustigarnos con un látigo, pensar por una vez en todas las cosas buenas que tenemos, en cómo estamos contribuyendo con la sociedad, y en encontrar formas de seguir creciendo cada día.