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Internet de las cosas, la revolución en el arte

Esta semana arrancaba una nueva edición de ARCOmadrid 2018, una de las ferias internacionales de Arte Contemporáneo más importante a nivel mundial, que cumple su 37º aniversario.

Esta edición no cuenta con un país como invitado, como estábamos acostumbrados en las ediciones anteriores, sino con un concepto: el futuro. El objetivo según sus comisarias Chus Martínez, Elise Lammer y Rosa Lleó es convertir esta edición en un “espacio que nos permita imaginar, producir y proponer una visión de la complejidad que nos espera”.

Pero ¿cuál es el futuro en el mundo del arte? Citando las palabras de Borges, “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”.

Arte e innovación

El arte siempre nos ha distinguido de otras especies. Desde hace cuarenta mil años con las pinturas rupestres, los artistas han buscado diferentes maneras de expresar tanto su mundo interior, como el del entorno que les rodea.

La incorporación del mundo digital en las obras permite construir conexiones emocionales entre usuarios y explorar nuevas maneras de interacción. Ahora podemos sentir, compartir o aportar algo a una obra de arte que esté influenciada por el IoT (internet de las cosas).

El arte de la instalación fue un paradigma del siglo XX, y muchos nos preguntamos cuál será el paradigma emergente del siglo XXI, y si implicará el uso de código para mejorar los aspectos ya interactivos de las obras. Ya podemos utilizar datos en tiempo real como el clima, los sensores de contaminación o monitoreo de olas para visualizar e interactuar con nuestro entorno de nuevas maneras.

Un buen ejemplo es la instalación Tele-Present Water de David Bowen que extrae información del movimiento y la intensidad del agua en tiempo real de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) en Alaska. Esa información se proyecta mediante una estructura de red mecánica simulando los efectos físicos causados por el movimiento del agua.

Otra muestra de ello es eCLOUD, la instalación de Aaron Koblin, Nik Hafermass y Dan Goods, en el Aeropuerto Internacional de San José. Se trata de una obra de arte permanente construida a partir de 3000 baldosas de policarbonato denominadas LTI SmartGlass. Cada una de ellas es capaz de cambiar de color a partir de los datos meteorológicos de más de cien ciudades. De este modo se crea una simulación que representa el clima de cualquier ciudad del mundo, activando y desactivando baldosas individuales a partir de un determinado patrón.

La realidad aumentada (AR) también ha ido incorporándose al mundo del arte. Esta tecnología tiene la capacidad de generar espacios en los que se combina el mundo real con el virtual, dando lugar a nuevas perspectivas dentro de la creación artística de vanguardia y generando así nuevas visiones e interpretaciones.

La compañía Adrien M & Claire B ha creado el proyecto Mirages & Miracles, un proyecto de realidad aumentada, en el que se puede ver una serie de obras de pequeño y gran formato que podemos denominar como “instalaciones milagrosas” y que ofrecen una experiencia que trata los límites entre lo verdadero y lo falso, lo animado y lo inanimado, la ficción y la poesía.

Este proyecto es un intento de crear un animismo digital. Todos los dispositivos que componen la exposición combinan tecnologías tanto analógicas como digitales. A través de iPads, las animaciones de realidad aumentada cobran vida enriqueciendo los dibujos, ofreciendo así pequeños espectáculos a través de la poesía, la tecnología y la ficción.

Pero aún podemos ir más allá con el caso del artista Neil Harbisson. Se define a sí mismo como artista-cyborg, ya que sus obras de arte sólo pueden surgir como resultado de su particular condición, es el primer ser humano fusionado con la tecnología mediante una antena implantada quirúrgicamente en su cráneo desde el 2004. Esta antena, que cuenta con un receptor externo orientado donde dirige la mirada, le permite “escuchar” los colores, incluso los que no vemos. Compone música traduciendo los colores en sonidos o pinta cuadros realizando el camino inverso.

Ya que empezábamos este artículo hablando del arte contemporáneo, ARCO-BEEP, es la convocatoria de arte electrónico de ARCOmadrid. El objetivo de este premio es promover la investigación, producción y exhibición del arte vinculado a las nuevas tecnologías o arte electrónico.

Luis Lugán fue el premio ARCO BEEP 2017 por dos obras presentadas en la Galería José de la Mano.

Dos circuitos lumínicos y sonoros, de este precursor, que a mediados de los años 60 empezó a introducir elementos electrónicos en sus creaciones. En la Colección BEEP, la obra de Lugán vendría a formar parte de las piezas que subrayan los orígenes del arte tecnológico e interactivo.

Blockchain

¿Deben los artistas aprovechar las opciones que la tecnología ofrece? Mezclar la tecnología blockchain y su raíz económica con el arte no a todos les parece buena idea. O al menos así lo demuestra el proyecto artístico que pusieron en marcha varios artistas mediante un programa de crowdfunding Artist Re: Thinking the blockchain que consiste en un libro ilustrado, donde resaltan la percepción negativa de la influencia de la tecnología Blockchain en el arte. El principal punto de discusión era, si se podía corromper el mundo del arte mediante el uso de la tecnología utilizada originariamente para un propósito financiero.

En el otro lado de la balanza, varios artistas, desarrolladores y empresarios se unieron para defender que la tecnología era buena para los artistas. Mike Vine, evangelista tecnológico de LBRY, una plataforma diseñada para restaurar la propiedad y el control financiero de las obras de arte, apuntaba que mediante la tecnología blockchain se les permite compartir sus trabajos, ganar dinero por ellos y tener un registro público de quien creó qué y cuándo, sin la necesidad de una gran institución como mediadora.

El problema de no poder verificar la autenticidad de las obras de arte ha sido siempre un problema. Artex es una plataforma que establece el registro histórico de los objetos de arte, tanto en imágenes digitales como en elementos de importancia cultural e histórica. Mediante su aplicación, se puede analizar instantáneamente el registro y propiedad de una pieza y la cantidad de duplicados que se han hecho. Además de tener acceso a datos como descripción, artista, audio, video… que se transfieren automáticamente a los museos durante las exposiciones. También se puede obtener información sobre los propietarios anteriores de una obra de arte.

Además de tener acceso a datos como descripción, artista, audio, video… que se transfieren automáticamente a los museos durante las exposiciones. También se puede obtener información sobre los propietarios anteriores de una obra de arte.

El Nuevo Velázquez

La Inteligencia Artificial (Ai) La inteligencia artificial, ya ha logrado vencer a campeones mundiales de ajedrez, crear nuevos lenguajes solo inteligibles para las propias máquinas o hacer que los robots aprendan… pero también crear obras de arte. Los científicos están utilizando la inteligencia artificial para encontrar un nuevo sistema para generar obras de arte. El sistema bautizado como GAN (red generativa adversarial con sus siglas en inglés) trabaja emparejando dos redes neuronales: un generador, que produce imágenes y un discriminador, que juzga las pinturas en base a 81.500 ejemplos de obras de arte y el conocimiento de diferentes estilos artísticos (como el Barroco, Impresionismo o Modernismo) El gigante Google, ya lanzó en 2016 el proyecto Magenta, mediante el cual, se podían crear obras de arte y música a través de la inteligencia artificial y el “machine learning” (aprendizaje de las máquinas).

Pero ¿quién es realmente el autor de estas piezas? ¿Se pueden definir como obras de arte? ¿Puede existir el arte no humano? El debate está abierto.

Ana Rosa González es Diseñadora de Interfaces y Experiencia de Usuario en Barbara IoT, empresa especializada en desarrollo de Software y Firmware seguro para dispositivos conectados (‘Internet of Things’).