Se supone que las estrategias para construir equipos de trabajar deben reforzar la cultura y el espíritu de la compañía, pero puede que consigan precisamente lo contrario. No estamos hablando de dar ideas a tu equipo, o convertirlo en un grupo más creativo, sino en la construcción del equipo como tal.

En un estudio publicado por la Biblioteca Nacional de Medicina americana, los investigadores encontraron los efectos que tienen estos rituales en los negocios. Resulta que aunque las salidas para almorzar juntos pueden hacer que un equipo se sienta más unido, la conclusión final puede acabar con la destrucción de una empresa entera. Estas son algunas de las conclusiones a las que llegaron los investigadores:

Pueden segregar a los empleados

Por culpa de estos rituales o estrategias, los investigadores han descubierto que los empleados se acaban separando en dos grupos. Uno de ellos pone por encima de todo al equipo, mientras que los otros piensan en la empresa.

manos, mangas blancas

Pueden erosionar la confianza

En el primer experimento, se le preguntó a 100 estudiantes el número de puntos que veían en diferentes imágenes durante una semana. Antes de hacerlo, la mitad de los estudiantes realizaron un training de construcción de equipo. Después de haber estimado el número de puntos esa semana, todos los participantes jugaron a un juego colaborativo que envolvía dinero.

Como resultado, las personas que habían realizado el training, confiaron más dinero en aquellos que habían realizado el training con ellos y menos a los que no lo hicieron.

Pueden crear prejuicios

Los rituales que implican más esfuerzo también incrementan la cohesión de un equipo. En otro experimento con 90 participantes, los investigadores crearon tres grupos y le dieron a cada grupo una tarea diferente, incluyendo realizar un ritual durante una semana, realizar un ritual único un día por semana o no realizar ningún ritual.

Aquellos que realizaban el que duraba toda la semana, fortalecieron sus lazos más que los otros dos grupos. Por ello, los grupos se empezaron a separar y a pensar que trabajaban mejor con su nuevo grupo, y que por ende eran mejores.

Pueden crear actitudes pobres

Para entender el impacto de los grupos que se segregan, los investigadores utilizaron procesos relacionados con el cerebro. Cuando los empleados veían a alguien de su grupo, su cerebro generaba un feedback positivo. Cuando veían a alguien del otro grupo, el feedback era negativo. Pero lo curioso de todo esto es que las personas se veían recompensadas a nivel personal cuando veían la desgracia de la otra persona.