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Una brújula para orientar el talento


Unos días antes, en la clase de conocimiento del medio, tuvieron la visita de la asociación medioambiental local. Les explicaron muchas cosas sobre las golondrinas y también sobre las causas y las consecuencias de su desaparición. Les pidieron ayuda, algo asombroso para los niños: ¡alguien creía que ellos, chavalines de Primaria, eran capaces de ayudar a que volvieran las golondrinas!

Empezaron a imaginar soluciones… ¿Qué podían hacer? ¿Y si recordaran a las desmemoriadas golondrinas que una vez anidaron en nuestra ciudad? ¡Tal vez entonces volverían a hacerlo y, de paso, se comerían unos cuantos miles de mosquitos tigre…!

Se pusieron manos a la obra, con gran entusiasmo: iban a crear nidos de barro para atraer otra vez a las golondrinas. Lo que ellos sabían, lo que ellos hacían… ¡serviría para algo!

La escuela municipal de arte puso sus hornos de cerámica a disposición, y las asociaciones de vecinos aceptaron colgarlos en puntos estratégicos de la ciudad.

Estos niños y niñas desarrollaron su talento aprendiendo ciencias, arte, trabajo en equipo, habilidades sociales, compromiso cívico… Todo ello con una finalidad social. ¿Quién da más? ¡Esto es el aprendizaje-servicio!

Algo tan simple como aprender haciendo un servicio a la comunidad. Aprovechando la clase de música para montar un concierto en la residencia de ancianos; la de matemáticas para organizar una campaña de captación de fondos para una causa solidaria; la de biología para una campaña de donación de sangre; la de educación física para estimular la motricidad de los niños y niñas discapacitados; o la de ciencias sociales para apadrinar un monumento de la ciudad.

Las prácticas de aprendizaje-servicio (ApS) se ubican en cualquier materia, en el ejercicio de cualquier competencia, como una brújula que orienta el talento de nuestros estudiantes hacia la solidaridad y el bien común.

Porque no sirve cualquier clase de talento. Los discursos seductores de la excelencia y la innovación a veces parecen sin orientación que los llenen de sentido, que los trasciendan un poco. Talento, ¡claro que sí! Pero… ¿para llegar a dónde?

¡Necesitamos orientar el talento! Porque… ¿acaso no eran competentes Goebbels, Madoff, Osama Bin Laden, los ejecutivos sin escrúpulos de Lehman Brothers…? ¿No poseían talento? ¿No eran creativos? ¿No eran buenos comunicadores? ¿No hubieran sacado buenas notas en las pruebas PISA? ¡Obviamente eran competentes! Y, obviamente también, esto no es suficiente.

Debemos formar ciudadanos competentes no sólo para mejorar su currículum personal (que ya está bien) sino también para transformar el mundo y hacerlo más justo y habitable. Es decir, poner el talento al servicio de valores como la justicia, igualdad, fraternidad, a fin de superar los graves problemas que no supimos resolver en épocas pasadas.

No podemos renunciar ni a la competencia ni a la solidaridad, porque como dice la filósofa Adela Cortina, no vamos a construir sociedades más justas con ciudadanos mediocres. No hay que escoger entre éxito académico y compromiso social, porque no son, ni deben ser, antinomias irreconciliables.
En nuestro país existe una larga tradición de escuelas abiertas a la comunidad, que impulsan frecuentemente proyectos solidarios, de medio ambiente, de cooperación al desarrollo, de conservación del patrimonio… El ApS los pone en valor, al completar la acción solidaria con el vínculo curricular. El ApS les dice a los maestros: “No separes aprendizaje y acción solidaria: mete la campaña de recolecta de alimentos en la clase de sociales, mete la plantación de árboles de naturales en la clase de ciencias, mete la narración de cuentos a los niños pequeños en la clase de lengua… Que tus alumnos tengan la oportunidad de aprender siendo útiles a los demás”.

Los proyectos de aprendizaje-servicio provocan cambios positivos en los estudiantes porque los chicos y chicas encuentran sentido a lo que estudian cuando aplican sus conocimientos y habilidades en una práctica solidaria. Andrew Furco, investigador americano, cruzó en el 2003 estudios de impacto educativo de las prácticas de aprendizaje-servicio, concluyendo que en todos ellos se detectaba notable mejora en los resultados académicos así como notable mejora en la convivencia en el aula.

Hace ya algunos años que las golondrinas volvieron a anidar en la ciudad de Natalia. Es el éxito de los niños y niñas, que no son los ciudadanos del mañana, sino ciudadanos activos del presente, capaces de provocar cambios positivos en el entorno.

Y también es el éxito de sus educadores, que desplegaron con una brújula el talento de los niños.

Roser Batlle es pedagoga, especializada en aprendizaje-servicio, y Emprendedora Social de Ashoka.